16 fotosTerremotosHait¨ª intenta despertar de la pesadilla tras el terremotoUn mes despu¨¦s del ¨²ltimo terremoto, el fot¨®grafo de Unicef Juan Haro relata las heridas abiertas en el pa¨ªs m¨¢s pobre de Am¨¦ricaJuan HaroLos Cayos (Hait¨ª) - 14 sept 2021 - 16:16CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceLos Cayos era una tranquila comunidad costera situada en el Departamento Sur de Hait¨ª. Sus vecinos se dedicaban a la agricultura, la pesca, la construcci¨®n y el comercio; la ciudad contaba con una veintena de hoteles para acoger a visitantes y personal humanitario. Todo era relativamente normal hasta que el s¨¢bado 14 de agosto de 2021, un viejo fantasma en Hait¨ª volv¨ªa a sacudir la isla. Un se¨ªsmo de magnitud 7,2 provoc¨® el caos, dejando al menos 2.200 muertos, m¨¢s de 50.000 casas destruidas, 540.000 ni?os afectados seg¨²n Unicef y un futuro desolador para los supervivientes que pueden contarlo.Zeky, sobre los escombros de lo que fue su casa. Se encontraba con su hermano en el segundo piso del edificio la ma?ana del s¨¢bado 14 alrededor de las ocho y media de la ma?ana. "Los muros se nos vinieron encima. Solo pudimos gritar y salir de casa por la ventana. Lo hemos perdido todo, pero seguimos vivos. Dormimos bajo carpas a pesar de las lluvias. No s¨¦ c¨®mo vamos a reconstruir todo esto. Cuando reemprenda mi vida, quiero prepararme para ser abogado y saber cu¨¢les son mis derechos"."Tengo miedo y pesadillas despu¨¦s del terremoto. Pienso que se nos caer¨¢ la casa encima. No puedo vivir aqu¨ª con mis cuatro hijos. Aqu¨ª no podemos vivir hasta que no tiremos los muros y podamos reconstruirla. Nos va a llevar a?os". Junia camina lentamente entre los pasillos agrietados de su casa. Sufre un trauma a la hora de dormir y prefiere hacerlo en tiendas de campa?a junto a su hogar. Los vecinos acampan junto a sus casas por miedo a que les roben lo poco que queda entre los escombros.Los haitianos tienen por costumbre enterrar a sus seres queridos junto a sus casas. Ni siquiera las tumbas soportaron el se¨ªsmo, y tambi¨¦n deben ser reconstruidas. A diferencia del terremoto que azot¨® la capital, Puerto Pr¨ªncipe, en 2010, este tuvo su epicentro en las zonas rurales del suroeste, donde los edificios son de menos altura y est¨¢n m¨¢s dispersos. Los vecinos no tienen medios suficientes para construir sus viviendas con materiales resistentes a las frecuentes sacudidas causadas por la fricci¨®n entre las fallas y placas tect¨®nicas que atraviesan la isla. Su destino queda a merced de la madre naturaleza.Rooselene, de 12 a?os, posa junto a su colegio, completamente destruido por el terremoto. Se preparaba para una vuelta que ya nunca ser¨¢ como la de otros a?os, pero para ganar tiempo en las zonas afectadas, las autoridades locales han pospuesto el regreso a las aulas, prevista inicialmente para el 6 de septiembre, hasta el 4 de octubre. Seg¨²n datos de Unicef, al menos 287 colegios han sido destruidos o da?ados y 100.000 estudiantes y profesores no podr¨¢n comenzar sus clases. La Agencia de las Naciones Unidas para la Infancia trabaja contrarreloj con sus socios en la reconstrucci¨®n urgente de centros escolares y al apoyo a los profesores afectados."Nos buscamos la vida vendiendo lo que qued¨® de las casas. No es f¨¢cil aqu¨ª". Los j¨®venes en Los Cayos acumulan chatarra de las casas y edificios destruidos para venderla en el mercado en busca de una salida a la pobreza. El aumento de la violencia y las guerrillas urbanas han dejado a miles de ni?os, ni?as, adolescentes y mujeres atrapados en un fuego cruzado donde, sin acceso a educaci¨®n, servicios b¨¢sicos y oportunidades de empleo, es complicado encontrar refugio. Las bandas controlan las carreteras de salida de la capital hasta la ciudad, complicando la llegada de ayuda humanitaria a las regiones afectadas.A Bernard Mackenley le amputaron su pierna en el terremoto de 2010 en la capital. "Me cuesta creer lo que nos pasa en Hait¨ª. Es una cat¨¢strofe tras otra. Vine de Puerto Pr¨ªncipe en busca de oportunidades y ahora he perdido mi casa en Los Cayos. Duermo donde puedo y traigo al mercado lo que encuentro en los escombros para intentar venderlo. As¨ª me gano la vida", relata.Laurie, con solo 19 a?os, es el hilo de esperanza al que se agarran en la sala de maternidad del Hospital Inmaculada Concepci¨®n en Los Cayos. Durante el se¨ªsmo, un muro de su casa se le vino encima y golpe¨® su vientre a tan solo unos d¨ªas de dar a luz. "Estaba aterrorizada, pensaba que hab¨ªa perdido a mi beb¨¦ porque ten¨ªa unos dolores terribles en el abdomen. Dos d¨ªas despu¨¦s del terremoto fui a pedir ayuda a la matrona de nuestro barrio. Ten¨ªa n¨¢useas y un malestar insoportable. Gracias a Dios ella me calm¨® con remedios naturales. A los pocos d¨ªas empec¨¦ con las contracciones, me fui a la carretera para pedir a alguien que me llevara al hospital lo antes posible. Un vecino me subi¨® a la parte trasera de su camioneta y llegu¨¦ hoy a las siete de la ma?ana al hospital. A las ocho ya hab¨ªa dado a luz. Es un milagro". Laurie no ha tenido tiempo de decidir el nombre de su beb¨¦. Cuenta que lo har¨¢ de vuelta en su casa. Una casa que ya no existe.Jeanne Yvenna es la responsable de la sala de cirug¨ªa para mujeres en el mismo hospital. No ha acumulado m¨¢s de dos d¨ªas de descanso desde el terremoto y fue de las primeras en correr al hospital para recibir a los heridos. "El d¨ªa del terremoto estaba en casa con mis hijos cuando todo empez¨® a derrumbarse. Los abrac¨¦ y nos metimos debajo de una mesa. Mi marido, que estaba comprando en el mercado, nos rescat¨® pocos minutos despu¨¦s. Cuando vi que todos est¨¢bamos bien, vine corriendo al hospital. Los heridos ven¨ªan de veinte en veinte con traumatismos, cabezas abiertas, huesos rotos, piernas rotas¡ Fue un infierno, solo ¨¦ramos cinco compa?eras hasta que llegaron los refuerzos de la capital. Lo peor fueron las r¨¦plicas durante las operaciones. Ten¨ªamos que parar las intervenciones para salir corriendo del edificio. Seguimos traumatizados por todo lo vivido", cuenta emocionada mientras siguen llegando m¨¢s pacientes al hospital.Ania Erolienme se encontraba de paso por Los Cayos. Iba de camino a ver a su familia en la ciudad de J¨¦r¨¦mie, a unos 95 kil¨®metros. Estaba cansada y decidi¨® dividir el viaje en dos jornadas y hospedarse en un hotel de la ciudad. Esa fue la ¨²ltima noche que pudo caminar con sus dos piernas. A su llegada al hospital los m¨¦dicos consideraron que, ante el alto riesgo de gangrena debido a infecciones y la incesante p¨¦rdida de sangre, hab¨ªa que amputarle su pierna derecha.Las v¨ªctimas del terremoto siguen llegando con sus familiares desde las zonas rurales a los hospitales del Departamento Sur. Muchos presentan complicaciones m¨¦dicas despu¨¦s de haber intentado curas con medios tradicionales en las zonas m¨¢s aisladas, donde los centros de salud han sido destruidos y no cuentan con los medios necesarios para tratarlos. Unicef, ante la demanda de medicamentos, apoy¨® a los tres hospitales principales en la regi¨®n con el env¨ªo de suministros m¨¦dicos y material quir¨²rgico menos de 24 horas despu¨¦s del se¨ªsmo.Los terremotos en Hait¨ª traen consigo una oleada de amputaciones y cirug¨ªa, sobre todo en los primeros d¨ªas y semanas. En el Hospital Inmaculada Concepci¨®n, los pasillos que conducen a la sala de operaciones son un ir y venir de camillas con pacientes en estado cr¨ªtico. Pacientes para los que, si con el paso del tiempo no reciben tratamiento urgente, aumenta el riesgo de sufrir septicemias (respuesta inflamatoria del cuerpo a una infecci¨®n, que lleva a la muerte).Clermont Kervens tiene 15 a?os, pero la mirada fr¨ªa de un adulto. Ha sido testigo del terror que un ni?o de su edad no deber¨ªa experimentar. Su tibia qued¨® suspendida del resto de su pierna cuando la pr¨¢ctica totalidad de las casas en su barrio se vinieron abajo. ¡®¡¯Al principio no sent¨ªa nada. Solo ve¨ªa mi pierna completamente rota. De camino al hospital me desmay¨¦ y no recuerdo nada hasta levantarme¡±, relata con sudores en su pecho. Gracias a la r¨¢pida actuaci¨®n de los m¨¦dicos, Clermont podr¨¢ volver a jugar al f¨²tbol que tanto le gusta. A pesar del calvario, est¨¢ al corriente de que Messi ¡®¡¯dej¨® mi equipo favorito, el FC Barcelona¡¯¡¯.Klensly Cerger, 16, qued¨® hu¨¦rfano de padre hace diez a?os. Su madre, ante la falta de medios, le envi¨® a un orfanato donde pudiesen cuidarle. Por primera vez desde entonces regresaba a casa para pasar sus primeras vacaciones con su madre biol¨®gica, pero el terremoto cambi¨® todos los planes. Su tobillo qued¨® completamente destrozado y ahora espera que le retiren la escayola.A pesar de los desaf¨ªos log¨ªsticos y de seguridad, el personal de Unicef en Hait¨ª est¨¢ llevando a cabo labores de emergencia para garantizar el acceso de las familias m¨¢s vulnerables y ni?os v¨ªctimas del terremoto a apoyo psicosocial, agua potable, kits de higiene para evitar la propagaci¨®n de enfermedades como el c¨®lera, colegios temporales para la vuelta al colegio, o material m¨¦dico urgente para los hospitales y centros de salud.Malika, de seis a?os, comparte techo con otras 22 personas despu¨¦s de perder su hogar. Sus vecinos han acogido a su familia y a sus hermanos en una de las pocas casas que sigue en pie por sus muros hechos de chapa. Malika est¨¢ asustada, triste, ap¨¢tica. Sin saber qu¨¦ hacer o decir. Malika es la historia reciente de Hait¨ª. Una historia que se repite, pero que no por ello puede ser ignorada. En Hait¨ª, los ni?os han dejado de vivir, para sobrevivir.