Saint Louis, ciudad mestiza y vibrante
Una lengua de arena de la que zarpan coloridos cayucos de pescadores, una isla patrimonio mundial y una animada vida cultural en la costa norte de Senegal
Sucede horas antes de caer el sol. Cada tarde. Basta situarse en la estrecha Langue de Barbarie, en el barrio de Guet N¡¯Dar, en la ciudad senegalesa de Saint Louis, para contemplar un espect¨¢culo grandioso. Un goteo constante de pirogues (cayucos) surca las aguas del r¨ªo Senegal y rodea este lugar ¨²nico hasta llegar a las del Atl¨¢ntico. Una, otra, tres, ocho, decenas¡ Un desfile. Barcazas inmensas, muchas veces; policromadas en tonos vivos y repletas de banderas y simbolog¨ªa, de ruegos y deseos, siempre: cada una encomendada a su marab¨² (l¨ªder religioso) respectivo y/o a Mame Coumba Bang, el esp¨ªritu femenino que las protege de la ira del oc¨¦ano y, por extensi¨®n, tambi¨¦n a la ciudad de desaparecer por inundaci¨®n. Embarcaciones, construidas artesanalmente de una sola pieza de ¨¢rbol, que transportan a cientos de pescadores cada jornada. En 2014 se calculaban casi 4.000 naves y unos 22.000 pescadores en Saint Louis, sin contar los de otros departamentos y los itinerantes, de Cabo Verde, de Guinea, de Gambia¡
El r¨ªo Senegal desemboca con ganas, despu¨¦s de recorrer otros tres pa¨ªses y unos 1.700 kil¨®metros, en esta peculiar esquina del planeta. El oc¨¦ano Atl¨¢ntico arremete con furor eterno contra esta lengua de arena y dunas de una treintena de kil¨®metros de largo y apenas 500 metros de ancho, donde nos hallamos, y castiga todo lo que encuentra a su paso (hoy a¨²n m¨¢s por el impacto del cambio clim¨¢tico y por la mano artificial del hombre en forma de la apertura de una brecha en 2003 en la zona que ha partido la lengua en dos y aumentado as¨ª el ansia dominadora del mar)¡ Dicen los oriundos que nadie como los faenadores de estas aguas entremezcladas para salir airoso ante los mortales quiebros oce¨¢nicos que tantos naufragios han provocado. Nadie. Y ojo, no solo es peligrosa la salida, tambi¨¦n la vuelta. ¡°Porque desembarcar en Saint Louis no es cualquier cosa¡±, puntualizan.
Un barco tur¨ªstico remonta el r¨ªo hasta Podor parando en aldeas para que los viajeros puedan conocer sus tradiciones
Navegan decididas las pirogues bien cerca de nuestros ojos, repletas de hombres, muchos muy j¨®venes, sus cuerpos negros forrados con impermeables amarillos y verdes. Se dirigen a pescar en alta mar. Este gran escenario marinero desvela las condiciones de trabajo y el modo de vida tradicional (y bien precario) de la ciudad. Su af¨¢n de supervivencia y su orgullo.
A bordo de la gran dama del r¨ªo
Hace unos a?os se recuper¨® la hermosa y cl¨¢sica traves¨ªa del Bou el Mogdad, un barco de 32 metros conocido como "la gran dama del r¨ªo Senegal". El viaje: ida y vuelta a Podor, una semana en cada direcci¨®n con salidas de octubre a mayo. Con capacidad para 50 personas, hace escala en las aldeas, para conocer sus tradiciones y culturas, y hasta ofrece cursos de cocina local a bordo. Quienes han realizado la traves¨ªa aseguran que es relajante. El gu¨ªa, Ansoumana Badji, contribuye a ello: lo sabe todo del lugar y lo cuenta en todos los idiomas posibles. Su castellano es perfecto. Asegura que lo estudi¨® en la Universidad de Salamanca all¨¢ por los a?os ochenta. "Antes hab¨ªa much¨ªsimos espa?oles por esta zona. Son siempre bienvenidos". Se puede reservar en compagniedufleuve.com
Lo social, lo econ¨®mico, lo pol¨ªtico, lo cultural, lo gastron¨®mico, lo festivo, lo medioambiental¡ Todo gira alrededor de la pesca en Saint Louis (unos 250.000 habitantes), anta?o capital de ?frica Occidental Francesa y de Senegal y Mauritania; la segunda ciudad del pa¨ªs desde que Dakar se convirtiera en capital en 1957. Basta mirar en un mapa para apreciar su peculiaridad geogr¨¢fica, su valor estrat¨¦gico en el norte del pa¨ªs. Saint Louis es frontera con Mauritania; es el cierre del desierto del S¨¢hara para unos, es la puerta de entrada para otros. Levantada y partida como una tarta en pedazos de tierra sobre las aguas de un oc¨¦ano y un r¨ªo, est¨¢ rodeada de hermosos rincones con marismas y parques naturales sobrevolados por diversidad de p¨¢jaros, con los flamencos rosas y los pel¨ªcanos al frente.
Creada por los franceses en 1659 como el primer asentamiento europeo en ?frica Occidental (Cabo Verde lo ser¨ªa como isla colonizada desde 1460 por los portugueses), antes de que ellos hicieran tal cosa, ya por aqu¨ª crec¨ªa la historia como crecen los baobabs. Anta?o ya existieron los imperios africanos en la gran regi¨®n subsahariana, como el de Ghana, el de los Djolot, el de Mal¨ª (que ten¨ªa su propia carta magna, la Carta de Manden, de 1222, un documento valioso por su significado antirracista)¡ Ya se pescaba y se comerciaba en estas costas. Ya era ruta de las caravanas transaharianas. Y hay constancia de que los traficantes ¨¢rabes de esclavos operaban aqu¨ª con soltura desde el siglo VII, y de que cientos de bereberes llegaron un d¨ªa de 1048 a N¡¯Dar para extender su fe entre los isle?os. Con ¨¦xito. La musulmana es hoy religi¨®n mayoritaria.
As¨ª hasta que los portugueses avanzaran por los r¨ªos de Senegal en el siglo XV y portaran con ellos la triste pr¨¢ctica de la trata masiva y el comercio triangular de esclavos en los que tantos pa¨ªses de fuera y tribus de dentro estuvieron implicados. Aunque esta zona de por s¨ª no produjo muchos prisioneros, la venta de seres humanos fue una actividad floreciente (ni el oro pod¨ªa competir) durante m¨¢s de tres siglos a lo largo de la costa occidental africana. Dej¨® en el continente un rastro socioecon¨®mico inconmensurable (solo en el siglo XVIII se calcula que al menos 5,5 millones de personas fueron presas y vendidas en Am¨¦rica para dotar de mano de obra all¨ª a las plantaciones) y otro monumental y preciso en forma de fortalezas o fuertes desde el golfo de Guinea, de Cape Coast, en Ghana, a Saint Louis, pasando por la isla de Gor¨¦e, en Dakar, monumento hoy de memoria hist¨®rica, ¨²ltima parada de los barcos negreros antes de internarse en el Atl¨¢ntico.
Repletas de simbolog¨ªa, las pirogues se encomiendan a su marab¨² y al esp¨ªritu que les protege de la ira del oc¨¦ano
Incluso despu¨¦s de su abolici¨®n, a finales del siglo XIX, seg¨²n recoge el libro de Brigitte Tranchepain Saint Louis, una mirada ¨ªntima a trav¨¦s de sus puertas, que destaca la mucha vida interior y espiritual que esconde la ciudad a ojos extranjeros, los moriscos siguieron realizando ¡°razias de negros¡± en la zona y ¡°muchos de ellos se refugiaban en Saint Louis, que crec¨ªa y crec¨ªa por momentos¡±. As¨ª se fue conformando N¡¯Dar, la isla original, y su poblaci¨®n: los oriundos wolof, tukulor, serer; los peul y mandingas de m¨¢s all¨¢; los franceses y los brit¨¢nicos peleando entre s¨ª (estos ¨²ltimos se hicieron con los fuertes de esta costa varias veces durante el siglo XVIII); los esclavos liberados, que realmente no lo fueron hasta 1848, cuando los habitantes de Gor¨¦e y Saint Louis fueron, en teor¨ªa, reconocidos con los mismos derechos que los europeos; los descendientes de familias mixtas¡
Musical y festiva
Si una ciudad se hace a partir de las capas de su historia y de la identidad de sus habitantes, tal diversidad ha marcado su esp¨ªritu heterog¨¦neo, mestizo y genuino; su car¨¢cter batallador. ¡°La vida de una ciudad es como la de un ser humano, un combate perpetuo¡±, se lee en el libro de Tranchepain. Saint Louis es hoy un popurr¨ª de ?frica entera, de lo que fue y lo que es el continente, tanto en riquezas como en desaf¨ªos. Su mayor atractivo, sin duda, es ella misma. Aqu¨ª se funden la urbe que dio nombre a un pa¨ªs y la que fue parte y germen del movimiento por su independencia. La que es di¨¢spora y casa de acogida a un tiempo. La que es musical y festiva y pobre. La que fue colonial y es ya abiertamente anticolonial. La que tiene rica herencia monumental arquitect¨®nica de ese periodo, pero que no puede o sabe o quiere gestionarlo, con el consecuente deterioro de los edificios y pol¨¦mica (pues hay quien reivindica la condici¨®n mestiza e ind¨ªgena de tales edificaciones). Porque del periodo colonial franc¨¦s quedan no solo su isla central, sus puentes y sus edificios, considerados desde el a?o 2000 patrimonio mundial por la Unesco, sino tambi¨¦n esas otras heridas que, seg¨²n el escritor Ng?g? wa Thiong¡¯o, permanecen abiertas ¡°en el cuerpo, coraz¨®n y mente del continente entero¡±. Este keniano es autor de esa biblia africanista y anticolonial titulada Desplazar el centro, que encontramos, de segunda mano, en una librer¨ªa local. En la obra reivindica, como tambi¨¦n lo hace el autor senegal¨¦s Felwine ?Sarr en su Afrotop¨ªa, romper las fronteras mentales y sentir ¡°la emoci¨®n de leer el mundo desde un centro distinto al europeo¡±. Un sentimiento este que se percibe en Saint Louis con claridad. Dejada a un lado tras la independencia de Senegal y Mauritania en los a?os sesenta del pasado siglo y abandonada, la falta de inversiones (tuvo tren y ya no; tuvo aeropuerto y no funciona) es, parad¨®jicamente, una de las razones de que se conserve tal cual, para bien y para mal¡
Jean Mermoz y la Aeropostal
La Hydrobase es una zona en Guet N'Dar que remite a hoteles con piscina y fiestas en la playa, pero que marc¨® tambi¨¦n el pasado, el de los a?os dorados de la aviaci¨®n a principios del siglo XX. La historia de la Compa?¨ªa General Aeropostal est¨¢ muy vinculada a Saint Louis, pues fue parada en el env¨ªo de correo desde Europa a Am¨¦rica del Sur. Uno de sus pilotos leyenda fue Jean Mermoz, quien aqu¨ª tiene museo y hasta habitaci¨®n testimonial en el hotel en el que siempre se aloj¨®, el de La Poste. Cruz¨® por primera vez el Atl¨¢ntico Sur en 1930 del tir¨®n y desapareci¨® en 1936, con 35 a?os. Nada extra?o, otro centenar de personas perdieron la vida en esta l¨ªnea germen de Air France hasta 1940.
Atr¨¢s quedan los cayucos surcando el mar. Esas im¨¢genes de gran plasticidad que hacen girar irremediablemente la peonza del tiempo, del pasado al presente. De la esclavitud de anta?o al drama de la emigraci¨®n de hoy, de la que esta zona es triste s¨ªmbolo. Migrantes que van y vienen. O no. Las pirogues a veces no regresan. De estas costas partieron (y desaparecieron) muchos j¨®venes hacia Canarias en la llamada crisis de los cayucos de 2006 y 2007, y el 30% de los j¨®venes se marcha hoy del lugar ante la falta de expectativas.
Mientras poco a poco se difuminan los cuerpos de hijos, maridos o padres a lomos de las canoas, en la costa se agolpan y afanan, como ejecutando una coreograf¨ªa, las mujeres de Guet N¡¯Dar, muy poderosas. Visten atuendos de mil colores, portan cestos a la cabeza y se mueven con soltura entre el pescado fresco, el seco o podrido, los desperdicios y el pl¨¢stico amontonado por doquier. Durante la colonizaci¨®n surgi¨® una nueva clase social entre las mujeres de Saint Louis, un grupo poderoso, las llamadas signores, parejas de hecho de los colonos y a quienes estos dotaban de privilegios y nombre y herencia cuando regresaban a Europa y que continuaban sus negocios, entre ellos el comercio con goma ar¨¢biga o la trata de esclavos. De aquel mestizaje naci¨® una rama de saintlouisianos que siempre ha tenido gran peso en la vida sociocultural y econ¨®mica de la ciudad (su historia se puede seguir en la p¨¢gina web senegalmetis.com). Muchas de las im¨¢genes de estas mujeres se recogen en exposiciones de ese conjunto de salas que conforman el Museo de la Fotograf¨ªa de Saint Louis, un espacio para reflexionar y ¡°repensar el mundo¡±. Fotos de familias, de los buenos tiempos, mujeres hermosas, orgullosas, independientes, elegantemente vestidas, privilegiadas.
Huele a especias
Oscurece camino al centro, la zona monumental. Cientos de ni?os salen al paso, se asoman desde las casas de Guet N¡¯Dar, corretean por el camino de tierra entre las calesas cargadas de locales o turistas y los taxis renqueantes; entre los colegiales con sus mochilas y uniformes, las tiendas repletas de carteles y de productos en las que huele a especias para salpimentar la comida (el ceebujen, el plato local por excelencia, fue inventado aqu¨ª), arroz y pescado fresco cada d¨ªa. Se ven grafitis en los muros, algunos se?alan el dolor por los hombres perdidos en las aguas y advierten del falso sue?o de Europa¡ Las calles de Saint Louis tienen su ritmo particular, se abarrotan a determinadas horas, y seg¨²n la ¨¦poca, cuando el calor o la lluvia aprietan, las actividades se mueven hacia la noche o hacia el interior, o hacia los balcones y azoteas.
El Museo de la Fotograf¨ªa habla del mestizaje cultural, y el hotel de La Poste, de los aventureros pilotos de la Aeropostal
Hay que atravesar el puente de Malick Gaye para llegar a la plaza de la Gobernaci¨®n, al conjunto de calles bien trazadas, con edificios administrativos y mansiones coloniales. Hermosas casas solariegas en ladrillo cocido, con balconadas met¨¢licas y marquesinas en tonos pastel ordenadas en su lado norte y sur, y repletas de interesantes patios interiores donde se han cocido muchas reuniones, largas charlas y muchos negocios y cultura. Saint Louis ha dejado en la historia de Senegal nombres de peso, desde pol¨ªticos hasta escritores (como la pionera de la literatura africana Aminata Sow Fall), y hasta fot¨®grafos (las precursoras hermanas Casset), deportistas (el boxeador Battling Siki) o aviadores que hicieron de ella su casa, como Jean Mermoz. Son estas calles lugar habitual de pausa para la comida, en establecimientos como la Patisserie Darou Salam o el restaurante La Lingu¨¨re, siempre abarrotado. Y de alojamiento gustoso para los turistas en el Siki Hotel, La Residence o el Hotel de la Poste, todo un cl¨¢sico. Para salir de la ciudad hay que pasar precisamente por delante de este ¨²ltimo hotel ¡ªdonde se alojaba Jean Mermoz en sus escalas¡ª, y cruzar sobre el otro brazo del r¨ªo por el puente de Faidherbe, construido en 1897 en estilo Eiffel. Esta es la ¨²nica v¨ªa de entrada y salida desde la zona continental, llamada Sor. O mejor, el otro Saint Louis. El comercial y agr¨ªcola y universitario. La ciudad actual contempor¨¢nea. La que conecta con el interior. Con Dakar. Con otra realidad.
Gu¨ªa
D¨®nde comer
D¨®nde dormir
- La Linguere (Rue Seydou Tall).
- P?tisserie Darou Salam (Rue G¨¦n¨¦ral de Gaulle - 46000).
- Le Flamingo (Quai Bacre Waly Gu¨¨ye).
- Hotel La R¨¦sidence.
- Siki Hotel.
- Hotel de La Poste.
- Maison d'H?tes (+221 77 379 95 34; camara.mariec@yahoo.fr).
- Hotel Mermoz.
Este viaje por la ciudad senegalesa forma parte del proyecto Un a?o en Saint Louis, una cobertura especial que EL PA?S/Planeta Futuro realiza este 2019 para contar la vida cotidiana de una urbe de ?frica.