Guadalupe Nettel: ¡°Antes, si una mujer eleg¨ªa no ser madre, quedaba sumida en la sospecha¡±

Guadalupe S¨¢nchez Nettel (Ciudad de M¨¦xico, 1973) eligi¨® el apellido de su madre ¡°por razones obvias, pero tambi¨¦n para reivindicar el linaje materno de mujeres intelectuales¡±. Sin embargo, jurista y fil¨®sofa del derecho, su progenitora no sale en sus libros tan bien parada como su padre, un tipo m¨¢s imperfecto pero menos exigente que desaparec¨ªa y reaparec¨ªa en la vida de sus hijos. Tras indagar en su propia vida ¡ªla emigraci¨®n a Francia o la humillaci¨®n por no ser como los dem¨¢s¡ª, en ...

Guadalupe S¨¢nchez Nettel (Ciudad de M¨¦xico, 1973) eligi¨® el apellido de su madre ¡°por razones obvias, pero tambi¨¦n para reivindicar el linaje materno de mujeres intelectuales¡±. Sin embargo, jurista y fil¨®sofa del derecho, su progenitora no sale en sus libros tan bien parada como su padre, un tipo m¨¢s imperfecto pero menos exigente que desaparec¨ªa y reaparec¨ªa en la vida de sus hijos. Tras indagar en su propia vida ¡ªla emigraci¨®n a Francia o la humillaci¨®n por no ser como los dem¨¢s¡ª, en La hija ¨²nica reivindica la posibilidad de no ser madre y sin embargo ser maternal. Y critica la falta de humanidad en los m¨¦dicos y la medicina. Hablamos por Skype durante cerca de dos horas. Su casa, en la capital mexicana, parece espaciosa y c¨¢lida al otro lado de la pantalla.

Criticar errores m¨¦dicos podr¨ªa ser alarmista en un momento como este.

Hay dos momentos muy fr¨¢giles en la vida del ser humano, el nacimiento y la muerte. Y los m¨¦dicos todav¨ªa no suelen reaccionar con la suficiente humanidad. Necesitamos ser m¨¢s arropados.

?Esperamos de los m¨¦dicos una cercan¨ªa que no exigimos a otras profesiones?

Creo que es porque se presentan como una profesi¨®n que lo sabe todo y en la que se puede confiar. Todos los trabajos son ensayo y error. Yo me encuentro mejor cuando me tratan desde su propia humanidad. Los errores son humanos.

Narra desde el propio dolor. ?Eso carga de verdad lo escrito?

No se puede escribir sobre la humillaci¨®n si nunca te has sentido humillado. Es casi imposible transmitir celos si no los has sentido.

Pero usted no ha estado al borde de la muerte como sus personajes.

Hablo de emociones, no de hechos. Me puedo poner en la piel de un hombre porque he estado enamorada, como ¨¦l, o he enga?ado, como ¨¦l. Si no te pones en sus zapatos, no eres justa con el personaje porque ante alguien muy machista ¡ªun macho cubano, digamos¡ª te dan ganas de re¨ªrte de ¨¦l. El personaje crece cuando lo pienso entero: sus anhelos, la relaci¨®n con su madre¡­ Todos mis personajes son muy Guadalupe, en distintos aspectos.

En su autobiograf¨ªa, El cuerpo en que nac¨ª, revela que sufri¨® bullying.

Lo super¨¦ con la escritura, veng¨¢ndome de todos, describi¨¦ndolos como protagonistas de cat¨¢strofes. Lo curioso es que quer¨ªan aparecer en alg¨²n relato. Eso me dio un lugar en la peque?a sociedad que es una escuela. Mis compa?eros quer¨ªan estar bien conmigo para que los pusiera como personajes.

?C¨®mo superar el odio?

Cuando te das cuenta de que a quien m¨¢s da?o hace odiar es a uno mismo. Cuando ves que ese fuego en tu cabeza te est¨¢ envenenando. Y con empat¨ªa: cuando te preguntas qu¨¦ no ha entendido alguien que te odia. Entonces consigues ver su sufrimiento. Pero esa parte es dif¨ªcil.

No conozco a nadie realmente fuerte que no haya tenido que superar alg¨²n problema.

Es que no tenemos razones para sacar esa fuerza vital m¨¢s que cuando se necesita.

?Qu¨¦ le hizo sacarla a usted?

En 1994, cuando sucedi¨® el levantamiento zapatista, sal¨ª disparada hacia Chiapas. En un discurso del comit¨¦ revolucionario ind¨ªgena dijeron: ¡°Solo cuando nos atrevamos a ver como pa¨ªs eso que m¨¢s duele, lo que m¨¢s nos averg¨¹enza de nosotros mismos, podremos encontrar la integraci¨®n¡±. Pens¨¦ de qu¨¦ hablar¨ªa si me atreviera a mirar lo que m¨¢s me duele y averg¨¹enza. Y escrib¨ª El hu¨¦sped, mi primera novela.

Sobre una ni?a habitada por una cosa. ?De d¨®nde sal¨ªa su dolor?

De no ser igual a los dem¨¢s. No solo ten¨ªa una m¨¢cula en un ojo. Mi familia entr¨® en la din¨¢mica de tratar de arreglarlo, en lugar de aceptarlo. Me sent¨ªa defectuosa porque no ve¨ªa ya que en el ojo bueno me pon¨ªan un parche. Mi madre tiene ese car¨¢cter. Para ella todo se debe corregir y perfeccionar. Y eso, al final, es fijarse en lo que no funciona.

?No es importante tratar de arreglar los problemas?

Parte de la soluci¨®n es aceptarlos. Pero ese fue el primer dolor. Luego lleg¨® la separaci¨®n de mis padres, la desaparici¨®n de ¨¦l, el hecho de que fuera a prisi¨®n¡­ Y la presi¨®n de no poder contar. ¡°Oc¨²ltalo todo. Construye una fachada. Todo est¨¢ bien¡±.

Sus padres eran ateos.

Y hippies. Esa generaci¨®n ten¨ªa una manera de entender la libertad sexual sin tapujos que para nosotros resultaba inc¨®moda. Estaban experimentando y hab¨ªa que dinamitarlo todo. Cuando escrib¨ª El cuerpo en que nac¨ª sent¨ªa resentimiento porque nos hab¨ªan tratado como conejillos de Indias. Pero ahora creo que fueron muy valientes. Lograron muchos cambios comparado con los que hemos conseguido nosotros, que ya pens¨¢bamos que no merec¨ªa la pena intentarlo. Hemos sido una generaci¨®n de nihilistas desilusionados casi desde que nacimos.

?C¨®mo se educa despu¨¦s de esa experiencia?

La manera m¨¢s natural de enterarse de lo que son las relaciones sexuales es que te lo cuenten en el patio del colegio. Que te vaya llegando poco a poco. Hablo mucho con mis hijos. Pero no soy una madre perfecta. Eso no existe.

?Es lo mismo la maternidad que la paternidad?

Definitivamente, no. Sobre los padres no hay expectativa social. Que un padre decida ser buen padre es un plus para ellos. Pero una madre por defecto debe ser buena madre. Va con la palabra. En La hija ¨²nica cuento que es la mujer la que debe encargarse de todos los papeles cuando hay problemas porque el padre, hasta que no reconoce al hijo, no tiene derecho a ocuparse de ¨¦l.

En sus libros el padre est¨¢ ausente. Y a la madre se le exige mucho.

La relaci¨®n con la madre produce muchas veces un efecto espejo. Hay expectativas y, por tanto, reproches. Tal vez eso no se da entre hija y padre.

?Por qu¨¦ estaba en la c¨¢rcel su ?padre?

Lo acusaron de un fraude. No hablaba del tema.

?No le pregunt¨®?

S¨ª, pero se entristec¨ªa tanto que¡­ Tam?bi¨¦n me gustaba de ¨¦l que sab¨ªa pedir perd¨®n. Aprend¨ª de ¨¦l que sana que te pidan disculpas y reconozcan un error.

?Se ha psicoanalizado?

Poco. Mi padre era psicoanalista y me lo inculc¨®, he hecho mucho trabajo introspectivo.

?Su padre se convirti¨® en psicoanalista psicoanaliz¨¢ndose?

S¨ª. Era un hombre hecho a s¨ª mismo. Empez¨® trabajando en un banco, estudi¨® matem¨¢ticas aplicadas, mont¨® una compa?¨ªa de seguros y comenz¨® a psicoanalizarse hasta formarse como psicoanalista. Hablaba con apertura de sus traumas y de sus heridas de infancia.

?Y su madre?

Menos, dice que no le sirvi¨® mucho.

?A usted le sirvi¨®?

Como m¨¦todo. Te queda en la cabeza el mecanismo de preguntarte por todo y no prejuzgar.

En sus novelas hay un esfuerzo por mantener la unidad familiar, pero sus padres se separaron, y usted misma, del escritor Gast¨®n Garc¨ªa Marinozzi. ?Una relaci¨®n entre dos escritores es dif¨ªcil?

La verdad es que creo que s¨ª. Tiene cosas muy lindas: poder compartir el amor por la literatura; pero, a menos que sean dos personas muy serenas y maduras, tiene tambi¨¦n mucho de competencia.

?Su pareja le supo reconocer sus m¨¦ritos?

S¨ª. Pero me da la sensaci¨®n de que al mismo tiempo se sent¨ªa amenazado.

?Es un mito que una mujer fuerte tiene que estar sola?

S¨ª. Hay hombres capaces de estar con mujeres fuertes. Pero es mejor que no se sientan amenazados en su territorio. No hablo solamente por m¨ª.

?Por qu¨¦ escribi¨® sobre Octavio Paz y no sobre Elena Garro, que fue su mujer?

Creo que quer¨ªa entender a esa persona ¡ªcon lados luminosos y lados oscuros¡ª que en los a?os noventa era una figura omnipresente, una especie de cacique cultural en M¨¦xico. Decid¨ªa qui¨¦n publicaba, qui¨¦n daba conferencias. Como Neruda en Chile. Y como Vargas Llosa ahora. Quedan resabios de esa ¨¦poca. Pero el siglo XXI es otra cosa.

?Ha existido alguna popesa?

Que acumulara tanto poder, ni por asomo. La historia del bum no inclu¨ªa a ninguna mujer. Y sus escritos demuestran que exist¨ªan. La literatura m¨¢s ¨ªntima de Elena Garro o Alejandra Pizarnik, que habla de lo cotidiano y es menos totalitaria, nos fascina hoy. Ellos escrib¨ªan sobre hombres poderosos, lo que quer¨ªan ser. Y hoy eso nos da pereza a todos.

Llam¨® criminal al presidente Felipe Calder¨®n.

Es que lo es.

?Qu¨¦ piensa del presidente L¨®pez Obrador?

Que se qued¨® en los a?os setenta creyendo en energ¨ªas f¨®siles como el petr¨®leo o viendo a los ind¨ªgenas como pueblos atrasados a los que hay que modernizar. Tuvo que claudicar de sus ideales. Habl¨® de juzgar a los pol¨ªticos anteriores que hab¨ªan robado y hab¨ªan sido responsables de tantos conflictos con el narco para terminar con amnist¨ªa y perd¨®n. Criticaba la impunidad y ahora la permite. No ha cobrado impuestos a los grandes millonarios de este pa¨ªs como Slim o Espinosa Yglesias, y ha permitido que este tipo de personas se sigan enriqueciendo sin devolverle al pa¨ªs parte de lo que les ha dado. Ha tenido adem¨¢s una actitud irresponsable frente al coronavirus: no ha dado ejemplo poni¨¦ndose el cubrebocas. Y cuando no existe una infraestructura de salud p¨²blica capaz de hacerle frente a la pandemia, como es el caso de M¨¦xico, debes apostarlo todo a la prevenci¨®n y a la distancia. Entiendo que no se pueda confinar a la gente que vive en la calle de vender quesadillas, pero por lo menos ponte una mascarilla y da ejemplo.

La pandemia no es igual para todos.

Algunas vidas valen menos y la pandemia ha magnificado esa realidad. Ha removido los cimientos de nuestro mundo y destapado injusticias y violencia. En M¨¦xico hemos pasado de 9 a 11 feminicidios al d¨ªa. La pandemia es como una lupa, magnifica las cosas.

La OMS ha tenido que pedir a los pa¨ªses ricos que compartan vacunas. ?La pandemia nos iba a ?igualar?

Es cierto que no es lo mismo con trabajo o con seguro social o sin casa. Pero para lo m¨¢s importante, que es la vida, s¨ª nos iguala. Ha demostrado que estamos interconectados. Si se enferma el de al lado, aunque sea pobre, viejo o me caiga mal, me puedo enfermar yo. En lo vital, todo el planeta est¨¢ junto.

?Qu¨¦ la lleva a indagar donde queremos evitar ?mirar?

Desde ni?a he tenido tendencia a descubrir tab¨²es y hablar de lo que la gente no quiere. Me interesa lo que queremos cubrir con tierras y alfombras para evitarlo. Cuando veo algo, por ejemplo el hijo de mi amiga nacido con una discapacidad neurol¨®gica, y constato c¨®mo la gente prefiere no hablar del asunto, c¨®mo se silencia o se acostumbra uno a vivirlo escondido, a m¨ª me llama hablar de ello.

?Se plante¨® no tener hijos como la protagonista de La hija ¨²nica?

No. Siempre quise tener. Pero me planteo si en ese querer no hab¨ªa tambi¨¦n expectativas de la sociedad. O de mi familia. Creo que ahora es m¨¢s f¨¢cil para una mujer decidir no tener. Antes, si una mujer eleg¨ªa libremente no ser madre, quedaba sumida en la sospecha.

En sus novelas hay muchos personajes encerrados voluntariamente.

El encierro atrofia, nos obliga a un comportamiento uniformado que nos hace ser apacibles, pero ?qu¨¦ sucede con nuestra verdadera personalidad? Se queda contenida, esperando el momento de salir a la luz, aunque sea en un ataque de nervios.

?C¨®mo ha llevado el confinamiento?

Exactamente as¨ª, con varios ataques de nervios. Debo reconocerlo. Al principio valor¨¦ dejar de correr con los hijos al f¨²tbol y a la escuela. Despu¨¦s, la monoton¨ªa de los d¨ªas iguales me hizo ver que se necesita mucha disciplina para crear rutinas. Yo soy muy dispersa. Me gusta que factores externos rompan mi disciplina. ?Tener dentro de un espacio todas las facetas de mi vida: la escuela de los hijos, la revista de la UNAM, la promoci¨®n de la novela¡­, me enloquece. Es como esas personas que mezclan mermelada con huevo y con frijoles. Al final todo te sabe a lo mismo. Vivimos encerrados y cuando sacamos la cabeza o¨ªmos hablar de muerte, nos llega el dolor de la gente, la enfermedad, los problemas econ¨®micos. El momento nos exige estar centrados y aburre esa exigencia de no poder romper la monoton¨ªa.

Es pol¨ªticamente incorrecta y hasta prejuiciosa escribiendo: ¡°Las mujeres con gafas son miedosas¡±.

Igual porque yo llevo gafas y soy un poco miedosa. En general somos inseguros. Con los mismos datos, tenemos m¨¢s tendencia a ponernos en lo peor que a agarrarnos a la esperanza.

?La pulsi¨®n autodestructiva es m¨¢s femenina que masculina?

Somos m¨¢s proclives a analizar las cosas. A veces, por encima de vivirlas.

Mi madre dec¨ªa: ¡°Si quieres ser feliz como me dices, no analices¡±.

Plinio el Viejo escribi¨® que todos los animales saben lo que necesitan salvo el hombre.

?Usted lo sabe?

Para nada. Soy parte de la humanidad que duda mucho. En la naturaleza, la diversidad es posibilidad. Eso es sabio. El zo¨®logo Andr¨¦s Cota escribi¨® en la revista de la UNAM sobre c¨®mo las especies practican el sexo: desde las org¨ªas de las serpientes hasta especies que en un mismo d¨ªa pueden cambiar de sexo. La variedad es riqueza. Los ping¨¹inos empollan los huevos en grupo mientras las hembras buscan comida. La crianza colectiva es t¨ªpica de los mam¨ªferos. La naturaleza es una escuela de convivencia.

?Diversidad en lugar de discapacidad?

Muchas veces cuesta soportar las diferencias ajenas. Vemos ciegos y cerramos los ojos como si nos sinti¨¦ramos culpables de sus problemas. No todo el mundo tiene la fuerza necesaria para tratar con las personas con discapacidad.

La anomal¨ªa f¨ªsica atraviesa todo lo que ha escrito.

La belleza del monstruo es un tema subversivo porque indica que se puede ser de otra manera. Monstruo es lo que muestra.

En lo que escribe hay mucho voyeurismo: protagonistas que esp¨ªan la ducha de otro, que escuchan tras las puertas¡­

Entender al otro por el an¨¢lisis exhaustivo es parte de mis man¨ªas. Escuchar. Estar atento a todo lo que sucede a mi alrededor. Siempre lo he hecho. Sobre todo cuando viv¨ªa en Francia, donde las paredes son finas, ten¨ªa ubicad¨ªsimo lo que suced¨ªa en cada piso. Me gusta cuando la gente se quita la m¨¢scara con la que se presenta. Eso sucede en la intimidad. Entonces sale el peque?o monstruo, lo humano, lo que no queremos que los otros vean y que a m¨ª me parece fascinante. Cuando no te observan, te revelas tal como eres.

?Le gustar¨ªa que la observaran tanto?

Puede ser una forma de amor. Hay gente que lo hace. Los periodistas, por ejemplo.