Quiero saberlo
Hay una frase que he le¨ªdo y escuchado y que, por desgracia, a veces me he dicho: ¡°Yo entonces era feliz y no lo sab¨ªa¡±
Hace unas tres semanas le dediqu¨¦ una columna a esa droga brutal que es el fentanilo, y un lector muy amable, Agust¨ªn Hern¨¢ndez, la coment¨® en mi Facebook diciendo que, aunque suelo poner en mis textos algunas notas de esperanza, le encantar¨ªa que escribiera un art¨ªculo que estuviera lleno de ilusi¨®n ¡°desde el principio hasta el final¡±. Al domingo siguiente, tras una columna en la que habl¨¦ (c¨®mo no) de Gaza, otra lectora habitual, Do?a Bamba, que posee un especial y desternillante sentido del humo...
Hace unas tres semanas le dediqu¨¦ una columna a esa droga brutal que es el fentanilo, y un lector muy amable, Agust¨ªn Hern¨¢ndez, la coment¨® en mi Facebook diciendo que, aunque suelo poner en mis textos algunas notas de esperanza, le encantar¨ªa que escribiera un art¨ªculo que estuviera lleno de ilusi¨®n ¡°desde el principio hasta el final¡±. Al domingo siguiente, tras una columna en la que habl¨¦ (c¨®mo no) de Gaza, otra lectora habitual, Do?a Bamba, que posee un especial y desternillante sentido del humor y suele aderezar jocosamente mis escritos, precis¨®: ¡°O me estoy agriando o ¨²ltimamente escoges asuntos a los que no puedo rasparles yo una chispa de gracia para aliviarlos¡±. Parece que los lectores, en fin, me piden una tregua. Yo tambi¨¦n se la pido al mundo y a la vida. Son interesantes las observaciones que la gente hace sobre tu trabajo. Hace muchos a?os, quiz¨¢ 20, me escribi¨® otro lector una afectuosa carta en la que dec¨ªa que mis art¨ªculos no estaban mal y tal y cual, pero que si no me hab¨ªa dado cuenta de que llevaba demasiadas semanas hablando solo de libros. Me impact¨®, porque revis¨¦ lo que hab¨ªa publicado y, en efecto, casi todas las columnas de los ¨²ltimos meses part¨ªan de un libro, es decir, eran reflexiones que alguna lectura hab¨ªa desatado. No s¨¦ qu¨¦ me estaba sucediendo en la vida por entonces pero no deb¨ªa de ser muy bueno, dado que me hab¨ªa refugiado de forma tan excesiva en el puerto protector de la literatura. Tampoco recuerdo el nombre de aquel lector clarividente, pero a¨²n agradezco su consejo, que por supuesto segu¨ª: abandon¨¦ la burbuja de las lecturas y regres¨¦ a la vida turbulenta.
En aquel entonces la responsabilidad de esa monoton¨ªa tem¨¢tica era solo m¨ªa, como es obvio. Pero me temo que, en el caso actual, la abundancia de nubarrones y el ¨¢nimo encogido es algo bastante general. As¨ª estamos muchos, casi todos, con una bola de inquietud atravesada en la garganta, ansiosos de un respiro ante tanta inclemencia. Esta ma?ana, mientras paseaba a mi perra, me he encontrado con una vecina. Es una mujer bastante mayor que yo, extranjera, hermosa y a¨²n atl¨¦tica. ¡°Los art¨ªculos tuyos que m¨¢s me gustan son los que tratan de cosas peque?as¡±, me ha comentado. Yo estaba pensando en este texto que ahora escribo y me ha parecido una curiosa coincidencia. Cierto: es en las cosas peque?as donde est¨¢ la vida. En lo diminuto anida lo real. En alguno de mis libros dije: ¡°La felicidad es minimalista. Es sencilla y desnuda. Es una casi nada que lo es todo¡±. Pido perd¨®n por citarme a m¨ª misma, pero creo que la vor¨¢gine de los grandes traumas sociales que estamos viviendo, la pandemia, las guerras, los sectarismos y extremismos, el calentamiento global, las cat¨¢strofes clim¨¢ticas y la violencia creciente, nos impiden apreciar el modesto tejido de lo verdadero, esa casi nada tan inmensa. Disfrutar de la lluvia mansa que cae al otro lado de los cristales, mientras yo estoy caliente y protegida; del tibio y querido olor de mi perra cuando la apretujo entre mis brazos; de los amados y los amigos con quienes rio y lloro; de mi cuerpo respondiendo al ejercicio f¨ªsico; de mi piel eriz¨¢ndose al escuchar m¨²sica; del bien y la belleza. Y, sobre todo, de la maravilla que supone ser plenamente consciente de estar viva. Porque la vida se regocija en vivir.
Hay una frase muy conocida que he le¨ªdo en libros y entrevistas, que he escuchado decir delante de m¨ª y que, por desgracia, a veces me he dicho: ¡°Yo entonces era feliz y no lo sab¨ªa¡±. Es una lucidez retrospectiva que se origina cuando sufres la mordedura de una p¨¦rdida grave. Siempre que me topo con la frase me asombro de lo ciegos que estamos, de lo embrutecidos, de lo poco que nos conocemos y nos sentimos. Vivo con una extra?a que soy yo. Mejor dicho: corro por mis d¨ªas de la mano de una extra?a que soy yo, con la lengua fuera, sin reflexi¨®n ni aliento. Se me ocurre que podr¨ªa ser bueno hacer un ejercicio mental: ponerme a imaginar que alguna cat¨¢strofe me arranca bruscamente de mi realidad. Una enfermedad, propia o de un ser querido; una muerte; una ruina; un exilio. Y entonces intentar apreciar, desde esa inventada orilla de oscuridad, toda la luz que hay en mi presente. Porque yo ahora soy feliz (al menos a ratos y por varias razones) y quiero saberlo.