?Nos parece normal?
Esto es lo que se llama vivir en la cochambre. La reconoce cualquiera que la haya padecido o se haya documentado acerca de sus formas. Y te acostumbras. Te acostumbras a las paredes ahumadas, al techo de uralita, a las sillas rotas, a los muebles volcados, a las mesillas de noche utilizadas de despensa, a los tenedores mellados, qu¨¦ s¨¦ yo, a la sopa con alas de mariposa (el abdomen se ha hundido, por el peso) y al arroz con gorgojos. El gorgojo es un insecto diminuto, pero con excelentes mand¨ªbulas, dada su capacidad trituradora. Adem¨¢s de comerse el grano, deposita sus huevos en ¨¦l para que las larvas se alimenten tambi¨¦n de la gram¨ªnea (qu¨¦ buen nombre, gram¨ªnea: saliva uno al pronunciarlo). Quiere decirse que dentro de un paquete de arroz cabe un cosmos, un universo, un mundo. Resulta admirable, excepto si te lo tienes que comer. En ¨¦pocas dif¨ªciles se suele de decir (como broma pesada, claro) que la ventaja del arroz con gorgojo es que lleva incorporada la prote¨ªna. Como si habl¨¢ramos de una paella de cole¨®pteros, que tampoco suena mal. En fin.
No es bueno acostumbrarse a la cochambre porque es el pen¨²ltimo escal¨®n de la miseria cultural. Parte, sin embargo, de los frutos que llegan a nuestras mesas, proceden de asentamientos de temporeros en los que las condiciones de higiene y comodidad son muy deficitarias. El hombre de la fotograf¨ªa, trabajador de uno de estos asentamientos, situado en Torrelameu (Lleida), se prepara la comida en un cuchitril al que da verg¨¹enza denominar cocina. Lo m¨¢s probable es que carezca tambi¨¦n de una simple ducha para asearse. ?Nos parece normal?