El hotel para migrantes que nunca cerr¨®
Mientras los alojamientos tur¨ªsticos de Canarias se vac¨ªan, una pareja de hoteleros reabre sus habitaciones para evitar que medio centenar de personas llegadas en patera duerma en la calle
El hotel Puerto Calma, un complejo con vistas al mar en el sur de Gran Canaria, deber¨ªa estar vac¨ªo. Los turistas ingleses, sus clientes habituales, siguen sin poder viajar y atr¨¢s qued¨® la ¨¦poca en la que el alojamiento tur¨ªstico se llen¨® con cientos de personas llegadas en patera a la isla. Su irremediable destino, seg¨²n fueron abri¨¦ndose los macrocampamentos para inmigrantes, era languidecer como decenas de complejos fantasma de la regi¨®n. Pero al caer la noche...
El hotel Puerto Calma, un complejo con vistas al mar en el sur de Gran Canaria, deber¨ªa estar vac¨ªo. Los turistas ingleses, sus clientes habituales, siguen sin poder viajar y atr¨¢s qued¨® la ¨¦poca en la que el alojamiento tur¨ªstico se llen¨® con cientos de personas llegadas en patera a la isla. Su irremediable destino, seg¨²n fueron abri¨¦ndose los macrocampamentos para inmigrantes, era languidecer como decenas de complejos fantasma de la regi¨®n. Pero al caer la noche, un pu?ado de luces se enciende. El Puerto Calma, en realidad, nunca cerr¨® sus puertas.
Es la hora del desayuno y Sulaiman, un joven alto y delgado que huy¨® de Sierra Leona, vuelca en platos una ensalada de frutas, reparte barras de pan con mantequilla y supervisa que haya vasos suficientes para el caf¨¦. Las mesas del comedor empiezan a llenarse de senegaleses, gambianos, mauritanos y marroqu¨ªes, un total de 52 migrantes que se quedaron fuera del sistema de acogida y que, en muchos casos, pasaron d¨ªas y semanas durmiendo en la calle. Hasta que acabaron aqu¨ª.
¡°Ten¨ªamos el hotel vac¨ªo, deb¨ªamos hacer algo¡±, mantiene Calvin Lucock, director en Canarias de la compa?¨ªa propietaria del recinto. Su mujer, la noruega Unn Tove Saetran, socia y due?a de tres restaurantes en la zona asiente: ¡°Creemos que hay otra manera de hacer las cosas. No puede haber tanta gente en la calle¡±. La pareja, que en septiembre abri¨® el hotel para los migrantes con el objetivo de salvar los n¨²meros de la empresa, acoge ahora, por su cuenta y de su bolsillo, a una parte de sus antiguos hu¨¦spedes.
Lucock y Saetran, que solo alquilaban el espacio y no ten¨ªan ninguna responsabilidad en la acogida, ya se hab¨ªan involucrado desde el primer d¨ªa en facilitar la vida de sus inquilinos. Recolectaron ropa, organizaron viajes al consulado de Marruecos y pusieron a su abogado a tramitar solicitudes de asilo. ¡°Abrir nuestros hoteles a migrantes revolucion¨® nuestra vida¡±, contaban en febrero a EL PA?S. Hace justo un mes, dieron un paso m¨¢s.
Se encontraron con que muchos de sus hu¨¦spedes, con quienes ya compart¨ªan una parte de su vida, acabaron durmiendo en la calle tras negarse a ir a Tenerife, donde est¨¢ el macrocampamento de Las Ra¨ªces, el mismo que hace semanas ocupa titulares por el fr¨ªo y la falta de comida. ¡°Lo primero que pens¨¦ cuando vi mi nombre en la lista para ir al campamento es que me iban a deportar¡±, recuerda Cheikh Mbacke, un mauritano con nacionalidad senegalesa de 27 a?os. Mbacke pas¨® 15 d¨ªas durmiendo al raso hasta que un d¨ªa vio las luces de su antiguo hotel encendidas y se sent¨® en la puerta a esperar a Lucock y Saetran. ¡°Les ped¨ª volver y me tranquilizaron. No sab¨ªan por cu¨¢nto tiempo, pero me dijeron que mientras fuese posible me acoger¨ªan¡±.
Pero los antiguos inquilinos de Puerto Calma eran solo una parte de los cientos de migrantes que se han quedado sin techo en los ¨²ltimos meses. Son, sobre todo, senegaleses y marroqu¨ªes que, bloqueados en las islas, escapan de las malas condiciones de los campamentos y de la expulsi¨®n, aunque estar en la calle les convierte en objetivo de la polic¨ªa. Un grupo de vecinos acab¨® creando la asociaci¨®n Somos Red para ayudarlos, pero el trabajo es ingente.
En pocos d¨ªas, tras alojar a los hu¨¦spedes que ya conoc¨ªa, la pareja comenz¨® a recibir gente que ven¨ªa de otros complejos tur¨ªsticos de los que huyeron o fueron expulsados. Yousseff Arrach, un marroqu¨ª de 37 a?os, que deambula silencioso por el hotel, fue uno de ellos. ?l, expulsado de un hotel de Arguinegu¨ªn por haber bebido alcohol, fue de los primeros desahuciados del sistema, cuando los migrantes sin techo a¨²n eran algunas decenas. Arracha pas¨® tres meses a la intemperie, rebuscando en contenedores para comer y durante un tiempo quiso volver a Marruecos. ¡°Estaba cansado de vivir en esa miseria¡±, dice. La pareja pretende ayudarle a conseguir su documentaci¨®n para que, alg¨²n d¨ªa, cuando afloje el bloqueo de migrantes en puertos y aeropuertos, pueda viajar a Valencia a reunirse con su hermana. Tambi¨¦n est¨¢ echando una mano con las solicitudes de asilo de parte de sus hu¨¦spedes.
Todos saben que llegar¨¢ el momento en el que Puerto Calma vuelva a ser un destino vacacional, otra cosa es qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s. ¡°No s¨¦ nada de mi futuro. Todo depende de Unn¡±, dice Ousmane Ndiaye, un senegal¨¦s menudo de 19 a?os, que vino en la patera con sus tres hermanos peque?os que viven en un centro de acogida para menores. La mujer le mira y lanz¨¢ndole en broma la manga de un jersey, le promete: ¡°Encontraremos una soluci¨®n¡±.
De hoteleros a mecenas de su propia fundaci¨®n
Desde que Calvin Lucock y Unn Tove Saetran se involucraron en atender a los migrantes que pasaron por dos de sus hoteles su vida dio un vuelco. Pasaron de ver la llegada de pateras en la televisi¨®n a tener enfrente a mam¨¢s con beb¨¦s reci¨¦n desembarcados, a menores que las autoridades consideraron adultos, a j¨®venes traumatizados... ¡°Aprendimos mucho aquellos d¨ªas de c¨®mo es necesaria una atenci¨®n individual, de la importancia de que se les trate como personas y no como n¨²meros¡±, mantiene Saetran. Ya entonces empezaron a darle vueltas a c¨®mo podr¨ªan seguir involucrados en la acogida de migrantes y crearon Fundaci¨®n Canaria Mama Africa con su propio capital. Con ella pretenden, por un lado, participar en la red de acogida humanitaria y piensan en habilitar uno de sus hoteles, pero tambi¨¦n en la atenci¨®n de menores solos, una cuesti¨®n que tiene desbordado al Gobierno de Canarias. La pareja rechaza los centros grandes que han tenido que abrirse en las islas ante la emergencia y ofrece tres casas donde podr¨ªan alojar a peque?os grupos de j¨®venes con el objetivo de formarlos y prepararlos para su mayor¨ªa de edad. "Tenemos que poner el foco en su educaci¨®n, prestarles asistencia psicol¨®gica, que aprendan el idioma y una profesi¨®n", defienden.