Elecciones, una adicci¨®n peligrosa
Los partidos, enredados en sus juegos de sal¨®n, le han cogido gusto a las llamadas extempor¨¢neas a las urnas
Iv¨¢n Redondo se cansaba de asegurar que ¨¦l no hab¨ªa tenido nada que ver en la aventura descabellada de la repetici¨®n electoral de 2019. Ya entonces, cuando ejerc¨ªa de genio entre bambalinas de La Moncloa, costaba trabajo creerle. Y mucho m¨¢s ahora, que ha dejado de susurrar al o¨ªdo de los que mandan y ha tenido el gesto generoso de regalar al pueblo en general sus lecciones de estrategia pol¨ªtica.
El ex jefe de gabinete de S¨¢nchez, ejemplar perfecto de esa casta...
Iv¨¢n Redondo se cansaba de asegurar que ¨¦l no hab¨ªa tenido nada que ver en la aventura descabellada de la repetici¨®n electoral de 2019. Ya entonces, cuando ejerc¨ªa de genio entre bambalinas de La Moncloa, costaba trabajo creerle. Y mucho m¨¢s ahora, que ha dejado de susurrar al o¨ªdo de los que mandan y ha tenido el gesto generoso de regalar al pueblo en general sus lecciones de estrategia pol¨ªtica.
El ex jefe de gabinete de S¨¢nchez, ejemplar perfecto de esa casta de milagreros que pulula por los partidos, no cesa de proponer en sus comentarios en los medios audaces golpes de efecto. Suelen consistir en convocar elecciones cuando nadie se lo espera, un truco infalible para quien lo sepa manejar. Las elecciones, el momento supremo de la democracia, concebidas como una partida de ajedrez, con los votantes como piezas obedientes a las visionarias anticipaciones de los Bobby Fischer de la consultor¨ªa. Ya puede estar el pa¨ªs como est¨¦ que en las mesas de los grandes cerebros de la pol¨ªtica lo que se debate es cu¨¢ndo conviene lanzar el grito de ¡°?a jugar!¡±.
El PP despleg¨® sus piezas el pasado mayo en Madrid y le sali¨® bien. Entonces su movimiento era una respuesta a otra de esas jugadas del rival ideadas como una maravilla t¨¢ctica hasta que se revelan una chapuza inconmensurable: la moci¨®n de censura en Murcia. Meses despu¨¦s, los sabios de G¨¦nova, agobiados por problemas internos que precisamente se originaron en aquellas elecciones madrile?as, idearon el ataque m¨¢s intr¨¦pido. Ya no se trataba solo de forzar una convocatoria electoral extempor¨¢nea, sin molestarse siquiera en ofrecer una justificaci¨®n cre¨ªble. Ahora iba a ser una triunfal sucesi¨®n de comicios fuera de calendario, una blitzkrieg apabullante que dejar¨ªa al adversario sin aliento. El primer envite, en Castilla y Le¨®n, ha terminado en una victoria con todos los elementos de lo que etimol¨®gicamente se define como p¨ªrrica: aquella que acarrea m¨¢s da?os que ganancias.
Al PSOE ya le pas¨® con la repetici¨®n electoral de 2019. Sin ella, el Gobierno de coalici¨®n dispondr¨ªa de diez esca?os m¨¢s (165) y es muy posible que no necesitase del despiste de un diputado opositor para aprobar una reforma laboral. Y Vox seguir¨ªa con 24 diputados, no con los 52 que luce ahora. Porque aquella maniobra maestra de los socialistas tuvo las mismas consecuencias que el tiro por la culata del PP el pasado domingo: encumbrar a la extrema derecha.
Como los ciudadanos siguen acudiendo resignadamente a las urnas, los estados mayores de los partidos persisten en sus distracciones de sal¨®n. La realidad va por un lado y los malabarismos de la pol¨ªtica por otro. Mientras las tertulias de Madrid ard¨ªan ante las elecciones en Castilla y Le¨®n, dos de cada tres llamados a las urnas declaraban su desinter¨¦s por una convocatoria que nadie entend¨ªa. Pero est¨¢ visto que las campa?as crean adicci¨®n. Y no hay adicci¨®n que no resulte peligrosa.