Pagar al ocupa para que te desocupe la casa
Los datos policiales muestran un ligero descenso de las denuncias por allanamiento y usurpaci¨®n, mientras los jueces aseguran que las ocupaciones de primeras o segundas residencias no son habituales
Un apartamento destrozado, una extorsi¨®n de 2.100 euros, varias amenazas, ansiedad... Ese es el precio que Alfredo, a quien se le ha cambiado el nombre por petici¨®n suya, tuvo que pagar despu¨¦s de que una banda organizada ocupara su segunda residencia, un apartamento en La Vila Joiosa (Alicante). Propietario de un restaurante en San Sebasti¨¢n de los Reyes (Madrid), fue una de las cinco v¨ªctimas de un grupo criminal qu...
Un apartamento destrozado, una extorsi¨®n de 2.100 euros, varias amenazas, ansiedad... Ese es el precio que Alfredo, a quien se le ha cambiado el nombre por petici¨®n suya, tuvo que pagar despu¨¦s de que una banda organizada ocupara su segunda residencia, un apartamento en La Vila Joiosa (Alicante). Propietario de un restaurante en San Sebasti¨¢n de los Reyes (Madrid), fue una de las cinco v¨ªctimas de un grupo criminal que cambi¨® el tr¨¢fico de drogas al menudeo por la ocupaci¨®n de viviendas tur¨ªsticas con la intenci¨®n de que sus due?os les pagasen para marcharse. Los datos policiales en Espa?a muestran un ligero descenso (4,3%) de las denuncias por allanamiento y usurpaci¨®n (5.392) en los primeros cuatro meses del a?o. Las cifras no distinguen entre que ocupen la casa, la segunda residencia, o que alguien entre en un piso vac¨ªo de un banco o de un gran tenedor, que es la casu¨ªstica m¨¢s habitual. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil que te roben el m¨®vil que que te ocupen la casa¡±, subraya el titular del juzgado de instrucci¨®n 3 de Reus, el magistrado Diego ?lvarez.
La pesadilla de Alfredo empez¨® el 4 de mayo, cuando una mujer le contact¨®, interes¨¢ndose por un apartamento de dos habitaciones que alquilaba. Hab¨ªa visto un cartel con su n¨²mero de m¨®vil, ¡°para alquilar el piso por una semana¡±. ¡°Me dijo que una nuera suya iba a dar a luz y que necesitaba el piso para alojar a familiares que no cab¨ªan en casa¡±, cuenta la v¨ªctima. ¡°Como me dijo que era para unos d¨ªas y yo estaba all¨ª, lo hicimos todo verbalmente¡±. Le pagaron 400 euros en mano, y ¨¦l les dio las llaves. ¡°Ni siquiera le vi la cara, porque a¨²n and¨¢bamos con mascarilla¡±, relata.
Las ocupaciones hace a?os que acaparan titulares. Las cifras policiales apuntan a un 16,7% de crecimiento de las denuncias en 2021. ¡°Pero de esas, la mayor¨ªa acaban archivadas en la v¨ªa penal¡±, cuenta el magistrado ?lvarez. La explicaci¨®n es que no son primeras viviendas ni segundas de nadie ¡ªun delito de allanamiento de morada¡ª, sino pisos vac¨ªos de bancos o grandes tenedores, que se investigan por la v¨ªa civil como usurpaciones. ¡°No es ni un problema social, es irrelevante en Espa?a¡±, insiste ?lvarez, sobre el delito de ocupaci¨®n, que protege el derecho de uso de la vivienda, y ¡°no la propiedad de manera abstracta¡±. ¡°Si a alguien le ocupan su casa, algo que no ocurre, en horas est¨¢ fuera¡±, abunda. Solo, repite, hay que ¡°hacer las cosas correctamente¡±: denunciar a la polic¨ªa, contar lo ocurrido, acreditar la propiedad... ¡°Y la polic¨ªa puede echar a esas personas¡±, asegura.
Para las segundas viviendas, la jurisprudencia reciente tambi¨¦n las considera vivienda habitual. De nuevo, indica ?lvarez, con una denuncia, acreditar la posesi¨®n y un juicio r¨¢pido, los allanadores son expulsados. Algunos incluso se van despu¨¦s de ser citados por el juzgado. ¡°No quieren casas de propietarios, sino de bancos, porque saben que los echamos muy r¨¢pido¡±, detalla ?lvarez, sobre su experiencia en el d¨ªa a d¨ªa de los juzgados de Reus. A su entender, la ley espa?ola no es deficiente, al contrario: ¡°Las herramientas son perfectas, no podemos hablar de que Espa?a beneficie la ocupaci¨®n¡±. Pero en el concepto social de ocupaci¨®n se mezclan todo tipo de casos: desde una segunda residencia ocupada, el que entra en un piso de un banco, o el inquilino que deja de pagar y se queda en la vivienda. Otra cosa, concede el magistrado, es la alarma que en ocasiones genera en las comunidades de vecinos pisos vac¨ªos de bancos ocupados.
En el caso de Alfredo, la semana que tuvo el apartamento alquilado ya vio los problemas venir. Los vecinos se quejaron de ruidos, ¡°foll¨®n¡±, que organizaban ¡°juergas de noche¡±, gritos... El d¨ªa que deb¨ªan irse, se negaron a entregar las llaves. A la mujer que deb¨ªa recogerlas, un hombre le dijo ¡°que hab¨ªan pactado un a?o de alquiler¡±. Alfredo decidi¨® entonces presentarse en el apartamento. ¡°Fui con un amigo y no pude abrir la puerta¡±, posiblemente porque ¡°hab¨ªa otra llave introducida en la cerradura por dentro¡±. Llam¨® al timbre, sin respuesta, y aporre¨® la puerta un par de veces. Al final, le abri¨® la pareja de la mujer que le hab¨ªa alquilado el apartamento, y cabecilla de la banda, y le amenaz¨®: ¡°Me dijo que me iba a partir las piernas y que iba a quemar el piso si no les dejaba en paz¡±. Alfredo acudi¨® inmediatamente a la Guardia Civil y denunci¨® por ¡°usurpaci¨®n y amenazas¡±.
Un mes despu¨¦s, el 10 de junio, se celebr¨® el juicio en Alicante. Al salir, explica Alfredo, la cabecilla de la banda le pidi¨® 2.100 euros, la cantidad que hab¨ªa declarado ante el juez que pagaron de fianza, para devolverle las llaves al d¨ªa siguiente. El letrado le aconsej¨® a Alfredo que aceptara para no alargar los litigios y le busc¨® un par de escoltas para recobrar su propiedad. ¡°La pareja me estaba esperando con unas bolsas de pl¨¢stico en las que hab¨ªan metido sus cosas, les pagu¨¦ lo convenido y se fueron¡±. Cuando entr¨® en la casa, la encontr¨® destrozada. En total, una cuenta a pagar de 6.000 euros entre la extorsi¨®n, el abogado, viajes, recomponer el apartamento...
La Guardia Civil conoc¨ªa de primera mano a los falsos inquilinos de Alfredo. Se trataba de una banda organizada que hab¨ªa repetido el modus operandi en cuatro inmuebles m¨¢s, tres apartamentos y un chal¨¦, todos ellos en La Vila Joiosa, un importante foco tur¨ªstico alicantino, cerca de Benidorm. Negociaban un alquiler sin documentos ni recibos, y cuando deb¨ªan salir, amenazaban con destrozar la vivienda. ¡°No hay constancia de m¨¢s casos de ocupaci¨®n de apartamentos tur¨ªsticos y segundas residencias en la zona¡±, se?ala el cabo Manuel Campos, jefe de la investigaci¨®n, ¡°pero la sensaci¨®n es de que puede estar ocurriendo en m¨¢s sitios¡±. La investigaci¨®n se sald¨® con seis detenidos. La cabecilla, su pareja, un cu?ado y su mujer ingresaron en prisi¨®n.
Los alquileres impagados, un proceso civil
El piso de Guillermo López fue ocupado en pleno estado de alarma. La semana del 15 de marzo de 2020 —en la que el Gobierno decretó el confinamiento por la pandemia de la covid-19— una joven de unos 30 años arrendó el inmueble situado en el barrio madrileño de Lavapiés. Aunque la reserva era de una semana, la chica no salió del piso hasta el pasado 4 de octubre, más de dos años después, y a cambio de 1.000 euros. “Dejó de pagar en la segunda semana. Y no soy un especulador, alquilaba para poder vivir”, lamenta López por teléfono.
El propietario, de 48 años y natural de Almería, había vivido desde los 18 en Madrid. Al poco de llegar a la capital compró este pequeño ático en el que residió durante 20 años. Pero la precariedad de su trabajo y el alto coste de la vida en la metrópoli le obligó a dejar la vivienda. En 2018, se mudó a una casa en Almería, propiedad de su familia, y colgó un anuncio de su ático en la plataforma de arrendamiento Airbnb. Los ingresos que obtenía de su alquiler le permitieron alcanzar una estabilidad económica que antaño no tenía.
“Yo le decía que me estaba arruinando, que tenía que alquilar el piso para poder subsistir. Ella decía que me iba a pagar, pero nunca lo hizo”, cuenta López. La ocupación no solo supuso una pérdida de ingresos, sino la imposibilidad de utilizar su piso. “Lo necesitaba para poder trabajar cuando tenía que desplazarme por algún evento”, cuenta López. Además, tuvo que pagar los costes derivados de la ocupación: luz, agua, gas… “Yo casi sin poder poner la calefacción y ella gastando gas a tope”, se queja el arrendatario.
El día que la joven se hospedó, la vecina de la planta—encargada de abrir la puerta a quienes alquilaban el inmueble—, advirtió a López de la cantidad de objetos personales que la inquilina traía consigo y, por ello, sospecha que la joven alquiló el ático con la idea de quedarse: “La chica sabía a lo que venía”. A los pocos días, el dueño del ático recurrió a un abogado que le desaconsejó denunciar con el argumento de que el proceso judicial, que se lleva a cabo por la vía civil, podía alargarse hasta tres años. Tras dos docenas de meses, fruto de “la desesperación” —asegura el propietario— acabó abonando "unos 1.000 euros” a la inquilina para que se marchase, continúa López. “Pero si le das la pasta y te denuncia por extorsión, se te puede caer el pelo”, advierte.