Meditaci¨®n y yoga entre chorizos y berzas: as¨ª ha revitalizado un pueblo de 40 habitantes la llegada de una comunidad hinduista
La escuela de un maestro de yoga y espiritualidad ha levantado la actividad econ¨®mica de Brandilanes (Zamora) al rehabilitar un albergue a las afueras
Swami Satyananda Saraswati y Manolo son quintos. Uno es un maestro hindu¨ªsta de prestigio internacional; el otro, un zamorano con manos recias para la matanza. Ambos tienen 67 a?os y viven en Brandilanes (Zamora, 40 habitantes), una aldea junto a la frontera con Portugal que est¨¢ doblando su poblaci¨®n gracias a decenas de seguidores de las ense?anzas en yoga y espiritualidad de Swami. El grupo est¨¢ rehabilitando un albergue a las afueras del lugar para vivir all¨ª en armon¨ªa y han tra¨ªdo actividad econ¨®mica y gente, que se traducen...
Swami Satyananda Saraswati y Manolo son quintos. Uno es un maestro hindu¨ªsta de prestigio internacional; el otro, un zamorano con manos recias para la matanza. Ambos tienen 67 a?os y viven en Brandilanes (Zamora, 40 habitantes), una aldea junto a la frontera con Portugal que est¨¢ doblando su poblaci¨®n gracias a decenas de seguidores de las ense?anzas en yoga y espiritualidad de Swami. El grupo est¨¢ rehabilitando un albergue a las afueras del lugar para vivir all¨ª en armon¨ªa y han tra¨ªdo actividad econ¨®mica y gente, que se traducen en latidos de vida ante el infarto econ¨®mico y demogr¨¢fico de la zona. Ambos mundos, tan dispares en apariencia, guardan muchas similitudes. Los dos constituyen comunidades basadas en el respeto y la ayuda mutua con el mismo fin: ser felices en Brandilanes. Cada cual a su manera.
Dif¨ªcil pensar un punto mejor para abrazar la espiritualidad que Brandilanes, donde crecen las berzas y pacen calmos los asnos. Una familia que est¨¢ de matanza prepara la carne del cerdo en un garaje: una labor que congrega a Manolo Alonso, a ?ngeles Garz¨®n, de 54 a?os; a Pedro Mart¨ªn, de 55; a Rosa Campesino, de 63; y a Esther Mart¨ªn, de 19. Los presentes sonr¨ªen al hablar de los hinduistas, que hace un a?o llegaron a Brandilanes enamorados de la tranquilidad que abunda entre esos robles y que comenzaron a restaurar una parcela, donde han empezado a residir y que se llena los fines de semana con casi 40 personas. ¡°?Al hablar transmiten paz! De verdad, ?eh?¡±, exclama ?ngeles Garz¨®n. La vecina acudi¨® con otros locales a la presentaci¨®n de un libro de Swami en Zamora, y ¨¦l se emocion¨® al mencionarlos. Manolo Alonso hincha el pecho sobre sus novedosos vecinos: ¡°Yo, si fuese hinduista, tambi¨¦n habr¨ªa venido¡±.
La veterana Rosa Campesino y la joven Esther Mart¨ªn se ofrecen a guiar a los visitantes hasta el albergue cuyas instalaciones llevan el sello del hijo fontanero de Rosa. ?l les ha puesto la calefacci¨®n, pues el colectivo requiere una mano de obra que deja un dinero que se agradece en Brandilanes. La familia, antes de volver a los chorizos, explica que los menores que han tra¨ªdo los nuevos habitantes han rejuvenecido el censo y las calles, con risas infantiles apenas escuchadas este siglo: ¡°Esther y su prima fueron las ¨²ltimas ni?as¡±.
Una biblioteca en el establo
La finca de los hinduistas se encuentra entre una arboleda elevada, con vistas a la nada y al todo, a bosques con una gama crom¨¢tica como la de la t¨²nica amarilla y naranja que viste Mireia Fresno. La barcelonesa, de 44 a?os, se ha mudado hace dos meses y relata con voz suave los cambios que han aplicado al terreno. Un viejo establo reconvertido en biblioteca acoger¨¢ 15.000 libros de meditaci¨®n y filosof¨ªa; una nave olvidada donde faenan dos feligreses albergar¨¢ seminarios y casas. El tambi¨¦n pausado Eduardo Gonz¨¢lez, profesor de yoga y carpintero de excepci¨®n en el inmueble, resume su sentir antes de regalar una cajita de incienso nepal¨ª: ¡°A los que hablan de secta, que lean el diccionario. El trabajo voluntario forma parte del karma yoga¡±.
¡°?Como tiene que ser!¡±, remacha Rosa Campesino mientras Esther Mart¨ªn, que estudia Derecho y Ciencias Pol¨ªticas en Granada, alucina: en su infancia estos inmuebles rozaban el hundimiento. Fresno y las invitadas r¨ªen al comentar las grandes diferencias que separan estas ¨¢reas de Brandilanes y, aunque la catalana tuerce algo el gesto al citarse la matanza, concilia: ¡°Nosotros somos vegetarianos, pero respetamos la tradici¨®n y c¨®mo viven los dem¨¢s¡±.
La nueva brandilanesa, que presume de pertenecer por fin al censo municipal junto a otros 14 compa?eros ¨Dy subiendo¨D, ha tra¨ªdo la dicha al pueblo: al haber m¨¢s gente, el m¨¦dico vuelve a visitar Brandilanes y los m¨¢s mayores, como Rosa, no tienen que desplazarse. Pronto el colegio de Fonfr¨ªa, de donde depende el n¨²cleo, tendr¨¢ m¨¢s pupitres ocupados gracias a los beb¨¦s del grupo. El alcalde, Sergio L¨®pez, sentencia: ¡°Todo son buenas sensaciones. Son gente muy discreta, no causan problemas y se han integrado perfectamente¡±.
Los inquilinos de la casona, que charlan con la paz que ensalzan sus vecinos, coinciden en que antes de emprender su nueva vida en Zamora, sus allegados les alertaron del fr¨ªo. Pero no creen que sea para tanto. Compensa, a?aden, al palpar la quietud que vislumbran por los amplios ventanales. Las gotas de la lluvia caen al suelo en una sinfon¨ªa de relajaci¨®n, como si el estr¨¦s mundano no pudiera rebasar esa puerta. La ¨²nica alteraci¨®n de la paz la protagoniza una de las perras de la parcela, que roba y esconde una deportiva de Esther, pues hay que descalzarse antes de morar bajo ese techo de madera.
Mireia Fresno pide a otros hinduistas interesados en el proyecto Advaitavidya que aguarden a que est¨¦ operativo ¡°en unos dos meses¡±, gracias a los 90.000 euros recaudados por micromecenazgo. Tambi¨¦n expone que la independencia rural no acarrea vivir sin avances, algo que se aprecia en las salas. Una mujer trabaja en un moderno ordenador Mac cerca de figuras de las diosas Shiva, Ganesha y Annapurna. Huele a incienso hasta adentrarse en la cocina, donde especias ex¨®ticas sazonan las suculentas creaciones de las argentinas Maite L¨®pez y Juliana Biullun, de 33 y 37 a?os, encantadas en Zamora: ¡°Se parece a nuestra tierra¡±. Los quehaceres prosiguen pero toman de nuevo la palabra: ¡°?Una ¨²ltima cosa! Dicen que el hogar est¨¢ donde est¨¢ el coraz¨®n¡±.
El turno para el yoga llega a la una y media en punto de la tarde, en una sala con gruesas alfombras y un altar ornamentado. Los o¨ªdos poco entrenados solo entienden ¡°mantra¡±, ¡°yoga¡± y ¡°chacra¡± en el acompasado canturreo que emiten los feligreses sentados con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, acompa?ados por una especie de piano peque?o. La comunidad ha cuajado perfectamente bajo la figura de su maestro, de quien loan que naci¨® en Barcelona, pero abraz¨® la fe y pas¨® 20 a?os como ermita?o en la India. Mireia Fresno se?ala que ¡°volvi¨® en 2009 y la gente le pidi¨® saber m¨¢s, pas¨® del retiro a la ense?anza¡± y tras crear la asociaci¨®n, acabaron mud¨¢ndose a Brandilanes. A Swami Satyananda Saraswati, de barba larga y figura venerable seg¨²n las fotos, le admiran internacionalmente.
¨D?Y podemos hablar con ¨¦l para conocerlo?
¨DNo, hoy no. Est¨¢ dando clases online de yoga.