La ¨²ltima campa?a de sarda del marinero Fali y del desaparecido Walter a bordo del ¡®Vilaboa Uno¡¯
El naufragio del pesquero en Santander deja dos muertes y un hombre desaparecido
El peque?o barrio pesquero de Santander alberga dos mundos opuestos. Hay uno soleado, de terrazas, pescado as¨¢ndose en brasas, cervecitas en las mesas y turistas disfrutando de la brisa marina. Tambi¨¦n hay uno de luto. El de all¨ª. El criado en esas casas humildes, de pescadores, de familias que viven por y para la mar. El que faena sin entender de Semana Santa o festivos. El de Francisco Sampedro Faleato, Fali, de 57 a?os pegados a ese mar Cant¨¢brico donde naci¨® y ...
El peque?o barrio pesquero de Santander alberga dos mundos opuestos. Hay uno soleado, de terrazas, pescado as¨¢ndose en brasas, cervecitas en las mesas y turistas disfrutando de la brisa marina. Tambi¨¦n hay uno de luto. El de all¨ª. El criado en esas casas humildes, de pescadores, de familias que viven por y para la mar. El que faena sin entender de Semana Santa o festivos. El de Francisco Sampedro Faleato, Fali, de 57 a?os pegados a ese mar Cant¨¢brico donde naci¨® y donde muri¨® en la madrugada del lunes al hundirse su barco a semanas de jubilarse. El que ha vuelto a sobrecoger a un gremio que conoce lo traicionero de aguas que incluso en calma pueden tragarse vidas como las de Fali y la del ghan¨¦s Kofi Buabeng, de 58 a?os. Raro ser¨ªa que no se una a ellos el marinero peruano Walter Ferreyro, a¨²n desaparecido.
El minuto de silencio de este martes en la barriada congrega a m¨²ltiples quintas hermanadas con el agua salada. Los rudimentos del mar se notan en la piel de las modestas casas, con desconchones y hasta helechos en las paredes, y en los rostros curtidos de expertos marineros. Las l¨¢grimas y la tensi¨®n llevan a duras cr¨ªticas contra el presidente regional, Miguel ?ngel Revilla (Partido Regionalista de Cantabria), presente junto a otras autoridades, por comunicar el siniestro por redes sociales sin avisar antes a las familias. ?l ha responsabilizado a Salvamento Mar¨ªtimo, a quien atribuye esas competencias. El ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, se ha reunido con los armadores del nav¨ªo y los allegados de los difuntos y ha asegurado que ante lo ¡°inexplicable¡± del suceso se dispondr¨¢ de robots para fotografiar el fondo marino, as¨ª como de buzos que complementen las labores de la investigaci¨®n abierta por la comisi¨®n del ministerio de Transportes ante un caso que se ha judicializado para esclarecer las dos muertes.
Las promesas auton¨®micas y nacionales de volcar recursos se esfuman entre el malestar del vecindario, a¨²n sobrecogido por lo sucedido. Muchos tambi¨¦n sufrieron bajas en la mar. Las circunstancias atormentan a Gema Sampedro Faleato, de 57 a?os, hermana de Fali, fallecido al hundirse el Vilaboa Uno. ¡°?l vivi¨® muchos golpes de mar, ha salido a pescar con carros y carretas¡±, exclama en una plazoleta donde la abrazan e intentan consolarla. La noche fatal no hab¨ªa ni tempestad ni galernas como la que en 1963, como rememoran marinos jubilados, azot¨® el Cant¨¢brico. ¡°?No ha habido mal tiempo, el barco no ten¨ªa carga, qu¨¦ me est¨¢s contando!¡±, se desespera, incapaz de comprender c¨®mo se hundi¨® el buque en la media hora transcurrida desde el primer aviso de Salvamento, a las 4.10, y cuando el Siempre N¨¦cora lleg¨® a socorrer a sus compa?eros. All¨ª encontraron aparejos flotando y siete cuerpos que subieron a cubierta sin lograr reanimar a uno de ellos.
Otros barcos rescataron otra vida y otro cad¨¢ver. Nadie localiz¨® a Walter Ferreyra, de 58 a?os. Creen que pudo quedar atrapado en el nav¨ªo, hundido a 120 metros de profundidad en aguas cercanas al Cabo Mayor de Santander. ¡°?Solo quiero encontrar a mi padre, enterrarlo y llorarlo!¡±, implora Max, su hijo de 29 a?os, junto a su hermana Milagros y madre Leonor, rotas de dolor. ¡°?Era un marinero que trabajaba para esta tierra!¡±, sollozan.
La hermana de Fali trata de ordenar el bombardeo de emociones. A las supuestas causas del hundimiento, una v¨ªa de agua que genera extra?eza por estar el litoral ¡°en calma chicha¡±, se une el contexto del santanderino: podr¨ªa haberse jubilado hace unos meses, pero decidi¨® aguantar hasta la campa?a de sarda, similar al tan cotizado bonito. ¡°Nos parieron y criaron aqu¨ª¡±, se?ala la mujer, que compadece a la devastada esposa del difunto. El hombre deja viuda, dos hijas y pena en calles donde cada piso tiene familiares ligados a la mar. Bien la conoce Alfonso Ignacio, de 76 a?os, presentado en el bar donde toma el verm¨² como ¡°el mejor redero de Santander¡±. ?l conoci¨® al padre de Fali, gallego y tambi¨¦n pescador, y ensalza ¡°toda la experiencia del mundo¡± del fallecido. ¡°Lo que pasa en el mar nunca se sabe¡±, reflexiona Ignacio, sobre ese oficio ¡°esclavo¡± que padece quien sale y quien se queda: su esposa, castellana, sufr¨ªa lo indecible cuando ¨¦l enlazaba d¨ªas en barcos peque?os de angostos camarotes. ¡°La familia no te ve¨ªa, era muy triste¡±, evoca el marinero.
M¨¢s triste es enterarse de s¨²bito que el pescador no regresar¨¢. Curro Zorrilla, presidente de la cofrad¨ªa de costaleros de la Virgen del Carmen, patrona de los marinos, lo resume: ¡°La mar es as¨ª, sabemos cu¨¢ndo sales pero no si vuelves¡±. Las apreciaciones de este compa?ero de colegio del difunto las reafirma Carmen Pereda, de 77 a?os, que en 1964 qued¨® hu¨¦rfana por morir sus padres en un accidente naval en Finisterre (Galicia). ¡°Cada vez que pasa esto se nos revuelve algo por dentro¡±, empatiza. Al fondo del muelle, un pesquero atraca y extiende sus redes, sin descanso entre la tragedia. Hasta los chavales del colegio del barrio asisten a los silencios, los aplausos, los gritos y los lloros del homenaje.