Impunidad, falta de medios y narcocultura
Los dos primeros factores explican en parte el escenario que vive no solo la costa gaditana, sino todo el tri¨¢ngulo del Estrecho: la Costa del Sol, C¨¢diz y Ceuta
Una imagen: una caravana de gomas (como se conoce en el Estrecho a las narcolanchas) se dirige al puerto de Barbate (C¨¢diz). Luz de d¨ªa, cientos de vecinos que lo ven y lo graban. Es tal la naturalidad que nadie dir¨ªa que lo contemplado en la escena est¨¢ fuera de la ley. Las gomas van al puerto ya que, a diferencia de lo que mucha gente cree, no son lanchas que entran y salen de la costa. Las planeadoras de los narcotraficantes gaditanos permanecen fondeadas en alta mar o, si acaso, amarradas a alg¨²n islote del Estrecho. Y se mueven cuando hay que llevar a cabo alguna descarga. Hace a?os, siempre hach¨ªs. Hoy, hach¨ªs, coca¨ªna e inmigrantes.
Las gomas acuden al puerto a refugiarse porque hay tormenta. Se resguardan. Y lo hacen con la certeza de que las patrulleras de Aduanas o la Guardia Civil no las van a molestar. Son pocas, no pueden salir por el temporal, y, por encima de todo, los narcos saben cu¨¢les son y d¨®nde est¨¢n las lanchas de las autoridades en todo momento. Los narcos del Estrecho controlan cada movimiento de las fuerzas de seguridad y tienen en n¨®mina a agentes y a altos cargos de todas ellas. En uno de los ¨²ltimos registros llevados a cabo por los investigadores contra un clan de La L¨ªnea, hallaron una tabla con los horarios y los turnos de los relevos de Aduanas y de la Guardia Civil. Por conocer, conocen al dedillo hasta las zonas de sombra, aquellas donde los radares de las autoridades no tienen cobertura. Van por delante. Tienen topos, informadores, compinches, m¨¢s medios y mejor tecnolog¨ªa. Hace muchos a?os que han penetrado en las instituciones. ?No hay mafia en Espa?a? Claro que la hay.
Las gomas llegan al puerto y una peque?a embarcaci¨®n de cinco metros de eslora de la Guardia Civil pide refuerzos. No los hay. Arr¨¦glenselas. Esto enlaza con la segunda imagen. Se comparti¨® por las redes sociales hace unas semanas: una pareja de la Guardia Civil observa desde el muelle de Barbate c¨®mo tres narcolanchas reposan amarradas en el puerto. Y no pueden hacer nada, solo mirar.
Hay m¨¢s en la misma l¨ªnea. Cualquiera con un m¨ªnimo de inquietud puede ver, cada semana, v¨ªdeos en redes sociales de narcolanchas desfilando por el Guadalquivir a plena luz del d¨ªa. Las hay que llegan a Sevilla. Son los propios narcos los que, en muchas ocasiones, se graban y lo comparten.
Dos im¨¢genes que reflejan dos factores claves: falta de medios e impunidad.
Estos dos factores, consecuencia uno del otro, explican en parte el escenario que vive a d¨ªa de hoy ya no solo la costa gaditana, sino el tri¨¢ngulo que conforman la Costa del Sol, C¨¢diz y Ceuta. Es decir, el Estrecho. Tal vez (pueden quitar ustedes el tal vez) la zona con m¨¢s actividad narco de Europa.
Ambos factores se pueden explicar porque el narco no penaliza electoralmente en Espa?a. A¨²n no. A diferencia de otros pa¨ªses como Holanda o Francia, las bandas no hab¨ªan cruzado todav¨ªa la l¨ªnea de asesinar a autoridades. Y no la han cruzado ¡ªa¨²n¡ª con jueces, fiscales y periodistas. Las zonas donde operan los narcos no son zonas inseguras para el visitante. Las mafias conviven con los turistas. Mientras no haya alarma social, la pol¨ªtica no reacciona.
La primera vez que el Gobierno le vio las orejas al lobo fue en 2018. Un polic¨ªa local de La L¨ªnea muerto en una persecuci¨®n y un narco sacado de un hospital a plena luz del d¨ªa por su clan empujaron a poner en marcha el Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar, una inyecci¨®n econ¨®mica cuya joya de la corona fue el OCON Sur, un grupo de ¨¦lite de la Guardia Civil, 150 agentes liberados de otras funciones para combatir el narco. Aunque el Plan sigue actualmente, en septiembre de 2022 los agentes liberados volvieron a las comandancias. Desde ese momento y hasta la muerte de los dos agentes, la impunidad ha resucitado. Tampoco nos enga?emos: el narcotr¨¢fico es un asunto global y Espa?a es un eslab¨®n m¨¢s. Desde que comenz¨® la llamada guerra del narco, las cantidades de droga que se mueven en el mundo no han parado de crecer. Nunca, en la historia, hab¨ªa entrado tanta droga en Europa. Espa?a puede poner todo y m¨¢s de su parte, pero seguir¨¢ situada junto al mayor productor de hach¨ªs del mundo y frente a las costas de los due?os de la coca¨ªna global. Nos guste o no, somos puerta de entrada. Y no es factible frenar esto por libre.
Sobre la ausencia de confrontaci¨®n y consecuencias nace y crece el tercer factor: la normalizaci¨®n. Lo que se ha dado en llamar narcocultura. El narco, hijo del contrabando, est¨¢ enraizado como una actividad l¨ªcita, una salida sin alternativa para enormes segmentos de poblaci¨®n de la zona. Otros, igual de enormes, alzan la voz desesperados. Con tasas de desempleo escandalosas y un tejido productivo casi nulo, el negocio del narco extiende sus tent¨¢culos imparable. Ya no se trata de la enorme cantidad de gente, negocios y empresas que viven del narco y su econom¨ªa. Es que la normalizaci¨®n lleva a ver a quien intenta impedir la actividad como el enemigo. No son pocos los pilotos de lanchas muertos en embestidas de patrulleras en el mar. Es la guerra, en el imaginario de estos narcoc¨ªrculos sociales. Por eso, en el v¨ªdeo en el que dos agentes son asesinados, decenas de personas r¨ªen, jalean e insultan desde el muelle. Porque est¨¢n en guerra, porque se dedican a eso, porque otra vez la Guardia Civil, esta vez desde una lanchita de cinco metros, les est¨¢ intentando impedir que trabajen.
La muerte de los dos agentes tiene que servir de algo, no debe ser en vano: se necesitan medios; una lancha de cinco metros no puede confrontar a varias narcoembarcaciones. Se necesitan consecuencias; los clanes no pueden vivir con la certeza de que, a poco que se lo trabajen, saldr¨¢n impunes: los juzgados est¨¢n absolutamente saturados de macrocausas que pasan por encima de sus posibilidades y que abogados especializados aprovechan para dejar en nada, una y otra vez, las operaciones policiales. Se necesita perspectiva: en los grupos de Telegram en los que est¨¢n involucrados muchos clanes se impon¨ªa el viernes el relato de que la narcolancha nunca quiso matar a los agentes. Se estaban burlando de ellos: se pusieron a hacer trompos y maniobras ante el divertimento de los presentes hasta que en uno de los giros lleg¨® la tragedia. Un asesinato si cabe todav¨ªa m¨¢s cruel: quer¨ªan evidenciar que se sienten impunes, que las autoridades no pueden con ellos y que la gente, desde el muelle con sus risas, los apoya.
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