El desahucio de Mar¨ªa, de 88 a?os, pone al barrio m¨¢s antiguo de C¨¢diz en guerra contra la turistificaci¨®n
La anciana se tendr¨¢ que marchar de su bajo para venderlo en una finca en la que proliferan alquileres vacacionales sin licencia
Dos turistas llegan al portal de la calle Mes¨®n, 9 de C¨¢diz con cara de despistados y dos enormes trolleys negros a cuestas. Ni se fijan en que el portal est¨¢ forrado de carteles: ¡°Nos venden. Raz¨®n aqu¨ª¡±, ¡°S¨ª al turismo, no a la turistificaci¨®n¡±, ¡°Stop viviendas tur¨ªsticas¡±. Eva Orihuela se encuentra con la escena, justo cuando llega del trabajo a visitar a su madre. ¡°?D¨®nde ir¨¢n estos? ...
Dos turistas llegan al portal de la calle Mes¨®n, 9 de C¨¢diz con cara de despistados y dos enormes trolleys negros a cuestas. Ni se fijan en que el portal est¨¢ forrado de carteles: ¡°Nos venden. Raz¨®n aqu¨ª¡±, ¡°S¨ª al turismo, no a la turistificaci¨®n¡±, ¡°Stop viviendas tur¨ªsticas¡±. Eva Orihuela se encuentra con la escena, justo cuando llega del trabajo a visitar a su madre. ¡°?D¨®nde ir¨¢n estos? Si las licencias de alquiler las han quitado y ya no es legal¡±, resopla con hartazgo. Dentro, en un oscuro bajo que ha sido su casa durante los ¨²ltimos 57 a?os, la espera Mar¨ªa Mu?oz. Los carteles son por ella. La anciana, de 88 a?os, se enfrenta al desahucio, incapaz de adquirir su piso de alquiler, en una finca ya casi reconvertida al completo en viviendas de uso tur¨ªstico.
El caso ha puesto en pie de guerra a los vecinos del barrio m¨¢s antiguo de la ciudad, El P¨®pulo, una zona urbana de pasado medieval y con destacados yacimientos de ¨¦poca romana. ¡°Nos est¨¢n exterminando. Luchamos para que no se pierda la memoria hist¨®rica del ¡®hola, vecino¡¯ por la ma?ana¡±, denuncia Antonio Gallardo, portavoz de la Plataforma de Vecinos y Amigos de El P¨®pulo y antiguo residente de la misma finca de la que Mu?oz tendr¨¢ que marcharse el pr¨®ximo 26 de junio, momento marcado por los juzgados para el desahucio de la anciana. La fecha martillea a la mujer y le roba el sue?o por las noches. ¡°Bien no estoy¡±, acierta apenas a valorar, sentada a la mesa de su sal¨®n, junto a la atenta mirada de su hija.
Mu?oz lleva viviendo en el mismo inmueble desde 1967, momento en el que fij¨® su residencia en la que por aquel entonces era una finca de alquiler por habitaciones ¡ªconocidos en C¨¢diz como partiditos¡ª, junto a su marido Antonio: ¡°Aqu¨ª he tenido a mis tres hijos¡±. Los a?os pasaron, el edificio se rehabilit¨® en los a?os noventa con fondos europeos ¡ªel conocido como Plan Urban¡ª y Mu?oz mantuvo su alquiler de renta antigua, hasta que hace ocho a?os muri¨® su marido. Entonces, la familia desconoc¨ªa que deb¨ªa subrogar el contrato a nombre de la viuda dentro de un plazo legal que no cumpli¨®. ¡°A los tres meses, lleg¨® el burofax¡±, a?ade Orihuela.
La propiedad le ofreci¨® entonces redactar un nuevo contrato ¡°est¨¢ndar¡±, pero de precio bajo ¡ªMu?oz paga 97 euros de alquiler¡ª de tres a?os que se prorrog¨®, seg¨²n explica Emilio Beltrami, abogado y uno de los 10 propietarios actuales de un inmueble que fue del alcalde franquista del mismo nombre que el letrado. En ese lapso, los due?os comenzaron a vender los 12 pisos que componen el inmueble y le dieron un ultim¨¢tum a la anciana: marcharse o comprar el piso por 147.000 euros, una cantidad inasumible para la mujer, que cobra una pensi¨®n de 1.180 euros, y para la familia, seg¨²n explica Orihuela.
¡°Llevamos tres a?os buscando casa para mi madre, tres a?os de juicios y requerimientos¡±, a?ade la hija, que asegura no haber encontrado rentas por debajo de los 800 euros. La justicia dio la raz¨®n a los Beltrami en una sentencia de diciembre de 2022 que la inquilina no recurri¨®, seg¨²n explica el letrado. ¡°Queremos venderlo, ?para qu¨¦ vamos a seguir cobrando ocho euros al mes cada uno? (¡). Siempre hemos intentado actuar de buena fe. Despu¨¦s de hacerle un favor, dicen que queremos echarla¡±, se defiende el abogado.
En este lapso de idas y venidas judiciales de Mu?oz ¡ªla mujer consigui¨® un aplazamiento del desahucio por vulnerabilidad, debido a su fr¨¢gil salud¡ª, la finca se ha ido llenando de viviendas de uso tur¨ªstico (VUT) de las que Beltrami se desvincula: ¡°Nosotros nunca hemos alquilado como tur¨ªstico. Las que se vendieron, a gente de fuera, son las que se han dedicado a eso¡±.
En total, hasta ocho pisos llegaron a aparecer en el registro de la Consejer¨ªa de Turismo de Andaluc¨ªa de este tipo de casas de alquiler vacacional. Cinco de ellas han acabado tumbadas y tres m¨¢s est¨¢n en ese proceso, tras el cambio en el plan general que aprob¨® el anterior equipo de gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Kichi, que prohibi¨® el hospedaje tur¨ªstico en fincas que no sean de alto grado de protecci¨®n patrimonial, como asegura el actual Consistorio del PP.
Pero el caso de Mar¨ªa, avanzado por el medio local digital C¨¢dizdirecto, ha abierto la espita del enfado en un barrio que ve cada vez m¨¢s cercenada la presencia de vecinos. Gallardo asegura que ya son ¡°14 fincas¡± las dedicadas en su totalidad a alquiler tur¨ªstico en una zona de peque?as dimensiones. ¡°Queremos que se inspeccionen una por una. Van a descubrir que se est¨¢ ofreciendo sin permisos y se podr¨¢ alquilar para los gaditanos¡±, se queja el portavoz y due?o del m¨ªtico bar El Malague?o, ubicado a escasos pasos de la casa de Mar¨ªa.
Gallardo, hist¨®rico dirigente vecinal y nacido en El P¨®pulo, se queja de la transformaci¨®n que ha sufrido un barrio que, hace d¨¦cadas, estuvo infiltrado por la prostituci¨®n y la droga. ¡°Pudimos rehabilitar las fincas con las ayudas del plan europeo, el vecino pudo volver a bajar a las calles¡±, apunta el hostelero, cuya contribuci¨®n tambi¨¦n fue vital para revitalizar el barrio como lugar de encuentro de la comunidad LGTBI gaditana. ¡°Conseguimos convertir el barrio que malviv¨ªamos y ahora los beneficios se los lleva el guiri. Es necesario ya retomar el alquiler social¡±, denuncia, molesto.
El pasado viernes, EL PA?S pudo comprobar c¨®mo la finca segu¨ªa acogiendo alquileres tur¨ªsticos. Mientras, el alcalde, Bruno Garc¨ªa, aseguraba querer ser ¡°m¨¢s restrictivo¡± con las VUT en una ciudad que se enfrenta al reto de haber perdido ya un tercio de su poblaci¨®n en tres d¨¦cadas por un c¨®ctel de gentrificaci¨®n, paro y falta de suelo.
Mu?oz contempla el debate en la distancia, preocupada por su desalojo. Solo una luz de esperanza la alumbra, despu¨¦s de que un constructor de C¨¢diz, Agust¨ªn Rubiales, le haya prometido un piso en alquiler en una promoci¨®n de viviendas que va a rehabilitar en el centro, aunque ya no sea El P¨®pulo. El problema ahora es que la obra a¨²n no ha comenzado y la familia de la anciana pide a la propiedad de Mes¨®n que dejen a la mujer quedarse hasta que esa obra termine. ¡°Me consta que el resto de propietarios son reacios¡±, asegura Beltrami ante una posibilidad a la que ¨¦l dice no cerrarse.
Mu?oz ya ha comenzado a asumir que no acabar¨¢ sus d¨ªas ni en la calle Mes¨®n, ni un barrio de El P¨®pulo que sigue empapelado por ella. Los turistas vienen y van, mirando fachadas y visitando el Teatro Romano que linda con la casa de la anciana, sin reparar demasiado en las denuncias. Solo Laura y su hija, una familia procedente de Extremadura que viaja en una furgoneta camper, se detiene ante los carteles. ¡°Es triste, para pensarse c¨®mo viajar¡±, reflexiona. Dentro, Mu?oz solo puede asumir su nuevo sino: ¡°Mi punto era quedarme aqu¨ª hasta irme para el otro mundo, pero si me tengo que ir, me ir¨¦¡±.