La tormenta racista escampa en Villaquilambre
La creaci¨®n de un centro de refugiados africanos en la provincia de Le¨®n desat¨® una ola xen¨®foba, ahora contenida, entre bulos y acusaciones infundadas
La gente los mira porque son negros. Tres chavales pasean junto a la carretera que conecta Villaobispo con Villaquilambre (Le¨®n, 18.700 habitantes). Visten con sudaderas coloridas, pantalones c¨®modos y llevan chanclas. R¨ªen. Escuchan m¨²sica. Nada raro a su edad. Los viandantes giran el cuello y los conductores desv¨ªan la mirada de la carretera ante el caminar tranquilo de los tres africanos, instalados desde hace unas semanas en el Chal¨¦ del Pozo, complejo hotelero abandonado y reconvertido en centro de refugiados para 180 refugiados ante la saturaci¨®n de la acogida en Canarias. Los j¨®venes chapurrean castellano y sonr¨ªen ajenos al torbellino racista de la localidad cuando trascendi¨® su llegada. El WhatsApp hirvi¨® con bulos; el discurso pol¨ªtico se encendi¨® y brot¨® una crispaci¨®n desmantelada cuando la poblaci¨®n vio que los inmigrantes no mord¨ªan: pasan el d¨ªa jugando al f¨²tbol, dando vueltas a pie o haciendo talleres en su hotel. Los empresarios cercanos han preguntado por ellos: necesitan mano de obra en una provincia sin poblaci¨®n joven y desinteresada en trabajos de baja cualificaci¨®n.
Las nubes amenazadoras descargan sobre el pueblo. Tres de los forasteros, empapados, se refugian bajo un ¨¢rbol y agradecen con una sonrisa el ofrecimiento de acercarlos en coche a su nueva casa. El tr¨ªo procede de Mauritania, lleg¨® al archipi¨¦lago canario en patera y lleva siete meses en Espa?a, en M¨¦rida antes de su traslado a Le¨®n, y hablan un potable castellano para lamentar la climatolog¨ªa: cancelado el partidillo de f¨²tbol en el aparcamiento del hotel. Tras el recelo inicial, tertulia. El porche se convierte en foro entre los inquilinos, narrando experiencias entremezclando ingl¨¦s, franc¨¦s y castellano y recordando los d¨ªas de hambre, sed y miedo cruzando el oc¨¦ano. Saben que as¨ª han muerto muchos como ellos. Unanimidad al preguntar con qui¨¦n van en el partido de la Eurocopa de esa noche entre Espa?a y Francia: ¡°?Con Espa?a, me gusta mucho!¡±. La fundaci¨®n San Juan de Dios se ha hecho cargo y varias trabajadoras destacan el comportamiento impecable: aprenden el idioma, ven pel¨ªculas, hacen deporte y se retan a dar toques al bal¨®n. Suleman Kal¨¦, de 20 a?os, exhibe ma?a y expresa su sue?o de ser futbolista; otros anhelan trabajar de cocineros. ¡°Son buenas¡±, afirman sobre la plantilla del San Juan de Dios. Ibrahim, de Gambia, ense?a un v¨ªdeo rapeando afrobeat en su centro de atenci¨®n anterior, en Alcal¨¢ de Henares: ¡°Bien, no problema. Gracias. Poco a poco¡±. La convivencia fluye aunque en estas semanas de convivencia ha surgido alguna escaramuza: una discusi¨®n en el centro se sald¨® con un interno detenido por ¡°amenazas con arma blanca¡± y otro fue investigado por presuntas lesiones.
La solidaridad popular, trayendo abrigo contra el relente leon¨¦s, contrasta con la furia de redes sociales, grupos de mensajer¨ªa o incluso en un Pleno municipal. El alcalde de Villaquilambre, Jorge P¨¦rez (PSOE), ilustra en su despacho el estupor ante ¡°burradas racistas, xenofobia y bulos¡± vertidos aquellos d¨ªas de finales de junio. Un Pleno, exigido por la oposici¨®n, acab¨® con desalojo policial entre insultos. ¡°Un concejal del PP pregunt¨® si ¨ªbamos a dejarlos sueltos, ?como si fuesen perros! ?Del PP!¡±, se asombra el alcalde, a quien le gritaron ¡°?Eres m¨¢s dictador que Franco!¡± al ordenar el desalojo ante la tensi¨®n. El regidor pide que el ministerio de Migraciones avise con m¨¢s margen para dar tiempo a preparar el terreno, aunque sospecha que algunos grupos boicotear¨ªan los repartos.
P¨¦rez ha sufrido el manual de la desinformaci¨®n: vecinos ¡°con incertidumbre¡± propagando los bulos de ¡°agitadores¡±, grupos de WhatsApp sin nadie de Villaquilambre pero cargados de patra?as racistas y medios de comunicaci¨®n replicando esas falsedades. El entonces vicepresidente de Castilla y Le¨®n, Juan Garc¨ªa-Gallardo (Vox), azuz¨® a las hordas virtuales. As¨ª cuaj¨® un relato desmantelado al comprobar que no hay problemas. Tambi¨¦n circul¨® un rumor de que esos refugiados hab¨ªan agredido sexualmente a una menor¡ antes incluso de que aparecieran, pero hubo quien se lo crey¨® o quien no se esforz¨® demasiado por contrastar. El alcalde celebra el inter¨¦s de empresarios de agricultura, c¨¢rnicas o construcci¨®n: Le¨®n es la provincia con menor tasa de actividad de Espa?a, seg¨²n el INE, y la juventud que evita el ¨¦xodo no quiere trabajos de escasa cualificaci¨®n.
Rub¨¦n Pe?a, de 47 a?os, despeja la pregunta sobre la acogida: ¡°?Que est¨¦n! Est¨¢n tranquilos, no pasa nada. Hab¨ªa miedo porque las redes dec¨ªan que ven¨ªan a delinquir, pero ya ves¡±, aprecia el leon¨¦s, quien desliza otro argumento: ¡°No hubiera pasado nada si hubiesen venido a esta zona, pero por donde el hotel hay casas de un mill¨®n de euros y¡ ya sabes¡±. En los bares se oy¨® de todo, explica una camarera que declina identificarse por si la parroquia se enfada: ¡°No estamos acostumbrados a ver negros, esto no es Madrid. Tienen derecho a estar bien atendidos. Alg¨²n cliente dec¨ªa que guard¨¢ramos la terraza porque la robar¨ªan¡±. Por la terraza desgilan Jos¨¦ Julio Santirso, de 69 a?os, y a Nerea Santirso y Elisabeth Ferreiro, de 18 y 19. El hombre los ve ¡°a lo suyo, dando paseos, no dan guerra¡± y las chicas desinflan esa supuesta amenaza: ¡°Van a su bola sin meterse con nadie, alguno dec¨ªa que las calles no eran seguras¡±.
El episodio ha permitido saber qu¨¦ parte de la poblaci¨®n se muestra m¨¢s permeable a absorber, y difundir, el odio. Ana Blanco y Eduardo V¨¢zquez, de 46 a?os, se escandalizaron con mensajes ¡°exacerbados¡± y, aunque entienden el ¡°miedo¡± hacia lo desconocido, ¡°hubo quien aprovech¨® para emitir prejuicios y conductas racistas¡±. Al matrimonio no le asombra que pol¨ªticos de extrema derecha act¨²en as¨ª, pero s¨ª que lo hagan ¡°personas que conoces m¨¢s de cerca¡±. La cuesti¨®n supuso tambi¨¦n un desaf¨ªo para los padres. Las verjas del colegio de Villaquilambre no sirvieron para proteger a los ni?os del racismo. Los comentarios venenosos penetraron a base de escucharlos en casa y vomitarlos en el patio. Blanco y V¨¢zquez tuvieron que afrontarlo desde la franqueza con sus hijas, Luna y Elia, de 13 y 11 a?os. La m¨¢s peque?a se refugia bajo el dintel del portal y la mayor, primero t¨ªmida, relata con un hilillo de voz lo vivido. Barbaridades y acusaciones infundadas traducidas en que sus amigas tem¨ªan pasar por un parque donde estaban sentados varios refugiados. Se atrevieron y no pas¨® nada. Su madre, orgullosa, lo sinti¨® as¨ª: ¡°No puedo educar a los hijos de los dem¨¢s, pero puedo educar a la m¨ªa en que nos pregunte. Tienes que explicarles que no podemos emitir esos prejuicios, que no pasa nada. Lo primero que les dicen es que pasar¨¢n cosas horrorosas. Hay que trabajar el respeto, la convivencia y la precauci¨®n cuando haya cosas, pero no porque alguien venga de otro pa¨ªs. Siempre les dices en qu¨¦ tienen que estar prevenidas y en que no, en qu¨¦ situaciones pueden entrar y en cu¨¢les no¡±.
Luna confiesa lo que proclamaban sus amigos.
-Que eran delincuentes, que ven¨ªan de Canarias porque hab¨ªan destrozado Canarias y que hab¨ªan matado gente. Yo estaba pensando si fueran delincuentes de verdad no les dejar¨ªan salir.