Un mes despu¨¦s de la dana: ¡°No os olvid¨¦is de nosotros. Aqu¨ª hay mucha mierda todav¨ªa¡±
EL PA?S regresa a la avenida Blasco Ib¨¢?ez de Catarroja, ejemplo de la destrucci¨®n masiva de las riadas, que sigue muy lejos de recuperar la normalidad. Los vecinos sufren lo insalubre del lugar y los efectos psicol¨®gicos de la cat¨¢strofe. ¡°La emergencia se est¨¢ estancando¡±, se?ala el concejal de Urbanismo.
El agua estancada, espesa y muy sucia forma un charco gigantesco en mitad de la calle. Todo est¨¢ a¨²n lleno de lodo. O eso cre¨ªan los vecinos hasta que llegaron los desatascadores de C¨®rdoba y descubrieron que lo m¨¢s l¨ªquido no era barro, sino aguas fecales. ¡°Vamos, que llevamos semanas rodeados de mierda¡±, resume un vecino asqueado. Cuando te asomas a alguno de los garajes que todav¨ªa est¨¢n inundados, y llenos de coches y de todo tipo de papeles y muebles podridos de los trasteros, dan ganas de vomitar. Es domingo, 24 de noviembre. Han pasado 26 d¨ªas desde que la dana arras¨® esta peque?a avenida, pero hay cosas que parecen congeladas en el tiempo. La calle sigue teniendo un aire apocal¨ªptico que se ha quedado estancado. Como el barro, como las aguas fecales.
Estamos en la avenida Blasco Ib¨¢?ez de Catarroja, uno de los municipios m¨¢s afectados por la dana que asol¨® la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre y que ha dejado a su paso 222 muertos y cuatro desaparecidos, arrasado miles de hogares y locales comerciales, colegios, edificios p¨²blicos, parques, farolas y ¨¢rboles y dejado sin coche a casi todo el mundo. D¨ªas despu¨¦s de la cat¨¢strofe EL PA?S public¨® un reportaje centrado en esta calle como ejemplo de lo que ocurri¨® en tantas y tantas otras. Un mes m¨¢s tarde hemos vuelto para ver c¨®mo est¨¢n los vecinos, las casas, los negocios, las escuelas... El presidente de la Generalitat, el popular Carlos Maz¨®n, asegur¨® hace poco que los municipios afectados ¡°poco a poco van avanzando hacia la recuperaci¨®n y la normalidad¡±, pero la normalidad est¨¢ a¨²n muy lejos de llegar a esta avenida, y al pueblo de Catarroja.
Cada ma?ana Juanjo Moreno, el marido de Pili, una peluquera que lo ha perdido todo, se levanta pensando si ese ser¨¢ el d¨ªa en el que finalmente alguien aparezca en la calle para hacer una intervenci¨®n en profundidad. ¡°Pero nadie llega¡±, lamenta. ¡°Cada d¨ªa amanecemos con esperanza y cada d¨ªa nos acostamos con la misma decepci¨®n, sin que nadie nos informe de nada. Alguna vez han estado por aqu¨ª los bomberos, o la UME, o el Ej¨¦rcito de Tierra. Pero han acudido para cosas puntuales. Y nosotros solos ya no podemos avanzar m¨¢s. Necesitamos que nos devuelvan la calle a un estado m¨ªnimamente habitable y salubre¡±.
Juanjo espera que llegue alguien tanto como los vecinos de Villar del R¨ªo aguardaban a los americanos en Bienvenido Mr. Marshall. Solo que aqu¨ª no ha venido el alcalde a darles una explicaci¨®n. Por suerte, en este caso los salvadores no pasan de largo. El domingo aparece un cami¨®n de Emacsa, la empresa municipal de agua de C¨®rdoba. Los operarios se encuentran las alcantarillas completamente colapsadas. Hay de todo en los colectores, hasta una silla de beb¨¦ para el coche.
Adem¨¢s de limpiarlos, los de C¨®rdoba dan el aviso de las terribles condiciones en las que sigue esa calle. Y el lunes, finalmente, aparece por all¨ª un peque?o ej¨¦rcito de personal del plan Infoca, el grupo de lucha contra los incendios forestales de la Junta de Andaluc¨ªa. Son m¨¢s de 100 personas vestidas de amarillo que llegan con el encargo de hacer desaparecer la capa inmensa de barro que a¨²n lo cubre todo y que necesitan levantar con maquinaria. Las plegarias de Juanjo y del resto de vecinos de la calle se han atendido 27 d¨ªas despu¨¦s. Los reciben como a h¨¦roes. Una vecina les hace un v¨ªdeo para Tiktok.
Tres d¨ªas m¨¢s tarde, la calle tiene un aspecto muy distinto. Por primera vez en un mes no parece un escenario de guerra. Los pasos de cebra vuelven a existir. Las aceras han dejado de ser una masa informe de fango. Incluso aparece una alcantarilla nueva que los servicios de emergencia no hab¨ªan visto bajo el barrizal.
¡°?En serio dicen que se est¨¢ volviendo a la normalidad? ?T¨² ves algo que sea normal aqu¨ª?¡±
Sin duda, la calle est¨¢ mucho mejor sin lodo ni aguas fecales, algo que da un ¡°subid¨®n psicol¨®gico¡± a los vecinos. Pero sigue habiendo muchos problemas. No hay un solo negocio abierto. En la manzana de casas bajas hay varias desalojadas y precintadas por riesgo de derrumbe. Y ayer dijeron a los que viven en el resto de los chalets que se tienen que ir tambi¨¦n, algo que los propietarios est¨¢n intentando evitar salvo que les muestren un informe oficial. En el colegio del fondo, el Larrod¨¦, hay una buena noticia: hoy abre sus puertas de nuevo. Pero la ESO tendr¨¢ que ser online hasta que les pongan aulas prefabricadas porque muchas partes de la escuela no se pueden usar. El instituto Berenguer Dalmau, en el que estudiaban 1.500 alumnos, est¨¢ hecho polvo, cerrado y precintado. No se sabe qu¨¦ va a ser de ¨¦l. Los profesores han organizado clases online mientras se piensa en otra soluci¨®n que probablemente pase por barracones temporales.
A¨²n quedan en la calle coches destrozados llenos de barro y polvo porque los vecinos conf¨ªan en que lleguen ¡°los del seguro¡±, que no llegan, y han puesto un cartel para que no los retiren. Est¨¢ todav¨ªa abierto el punto de entrega de comida y productos b¨¢sicos de la avenida, pero no saben durante cu¨¢nto tiempo m¨¢s lo podr¨¢n mantener porque la gente tiene que volver a trabajar. En la v¨ªa perpendicular se ve un trozo grande de acera abierto y lleno de lodo y porquer¨ªa que Rub¨¦n y Eva miran con miedo junto a la peque?a Zoe, su hija de cinco a?os.
El ¨¢nimo de los vecinos est¨¢ muy lejos de ser normal. Amparo D¨ªaz y Antonio Luna no han salido a¨²n de casa porque no pueden subir ni bajar escaleras y los ascensores no funcionan, ni se sabe cu¨¢ndo lo har¨¢n. Nuria Cabezas, que perdi¨® su casa, dice que no se encuentra ¡°nada bien¡±. Mar¨ªa Asencio, que perdi¨® la tienda de ropa que tiene con su hija, Sarai, est¨¢ agotada. Pili P¨¦rez, que ha perdido su peluquer¨ªa, dice que vive ¡°en el d¨ªa de la marmota¡±: ¡°Nos ponemos la ropa, las botas, nos vamos a limpiar y a arreglar cosas, nos metemos en la cama. Y as¨ª cada d¨ªa desde hace un mes¡±. Todos se ponen a llorar a la m¨ªnima, en cuanto empiezan a relatar sus historias.
¡°Yo ya ni estoy enfadada¡±, dice Cristina Sigalat, una de las mujeres que gestiona el punto de recogida y entrega de alimentos y productos b¨¢sicos. ¡°Estoy triste y decepcionada. ?En serio dicen que se est¨¢ volviendo a la normalidad? ?T¨² ves algo que sea normal aqu¨ª?¡±. Ella est¨¢ especialmente preocupada por el garaje. El del n¨²mero 36 de la calle lo vaciaron los vecinos con ayuda de m¨¢quinas de voluntarios y pagando algo a una empresa. En el n¨²mero 7 lo hicieron los bomberos porque hab¨ªa muerto gente en el aparcamiento. Pero el del 32, el de Cristina, sigue lleno de lodo l¨ªquido y estancado, de coches y de enseres que llevan semanas en condiciones de m¨¢xima insalubridad.
La gesti¨®n de este asunto ha sido err¨¢tica. Los primeros d¨ªas los servicios de emergencia ayudaron a los vecinos a achicar el lodo de los garajes con maquinaria. Luego las autoridades dijeron a las comunidades de propietarios que se ten¨ªan que ocupar ellos y pagarlo ellos. Y recientemente les informaron de que se ten¨ªan que apuntar a una lista y que la diputaci¨®n de Valencia se har¨ªa cargo. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se puso en contacto esta semana con el presidente Maz¨®n y con el presidente de la Diputaci¨®n de Valencia, Vicente Momp¨®, para trasladarles su preocupaci¨®n por la demora en abordar esta cuesti¨®n, que prolongada en el tiempo puede afectar tanto a la salud p¨²blica como a las estructuras de los edificios.
Finalmente, ayer, jueves, comunicaron a la comunidad de vecinos del n¨²mero 32 que una empresa contratada por la diputaci¨®n va a comenzar ya a vaciar su garaje y trasteros. ¡°Parece que el nuestro va a ser el primero de Catarroja¡±, dice Cristina. ¡°Menos mal que vienen ya¡±.
Catarroja: 170 garajes inundados y m¨¢s del 30% del alumbrado p¨²blico sin funcionar
M¨¢s all¨¢ de la calle Blasco Ib¨¢?ez, la situaci¨®n en el resto de Catarroja, donde murieron por la dana 30 personas, tampoco es buena. El concejal de Urbanismo, Mart¨ª Raga, de Comprom¨ªs -la alcaldesa, Lorena Silvent, es del PSOE- hace un recuento de da?os:
Quedan a¨²n 170 garajes inundados en el municipio. Hay 2.500 alumnos de primaria y 3.000 de secundaria y bachillerato que no han vuelto a las aulas. El conservatorio y las instalaciones deportivas est¨¢n arrasados. Al menos el 30% del alumbrado p¨²blico no funciona. Cuando se hace de noche, no hay luz en gran parte del pueblo y pasear por sus calles da miedo. En esa penumbra, lo que mejor se ve es el polvo en suspensi¨®n que te rodea por todas partes.
El juzgado no ha abierto, ni parece que vaya a hacerlo al menos en los pr¨®ximos seis meses. Los negocios est¨¢n en su gran mayor¨ªa cerrados y reventados: son 700 comercios del pueblo y 500 del pol¨ªgono industrial. Nadie tiene coche y el transporte p¨²blico no da abasto. Muy cerca de la calle Blasco Ib¨¢?ez hay un cementerio de veh¨ªculos con miles de ellos apilados unos sobre otros -hay en total 120.000 coches destruidos por la dana acumulados en 60 explanadas-. El ministro Grande-Marlaska ha pedido esta semana tambi¨¦n que los veh¨ªculos se trasladen cuanto antes a centros de tratamiento para que puedan ser convertidos en chatarra.
De repente, aparecen destellos de algo parecido a la normalidad. Hay dos calles principales en el municipio. En una, el Cam¨ª Real, la del Ayuntamiento, han empezado a abrir algunos negocios (muy pocos), y se puede ver de nuevo a gente en el banco, o tomando un caf¨¦ en David Kebab, o cort¨¢ndose el pelo en la Barber¨ªa Brooklyn, o entrando en el Mercadona, que abri¨® el viernes 22 y que es como un oasis de pulcritud en medio del desastre: todo est¨¢ impecable y huele a suavizante y a pan. Ese mismo d¨ªa empez¨® a funcionar el centro de salud. Pero en la otra gran avenida del pueblo, la Rambleta, la sensaci¨®n de que algo va mejorando, aunque sea un poco, se esfuma de golpe. Recorrerla supone recorrer una sucesi¨®n de destrozos, s¨®tanos pestilentes, cristales rotos, tiendas cerradas y destruidas, barro y polvo.
¡°La emergencia se ha estancado en Catarroja, como el barro¡±, opina el concejal Raga. ¡°Va a costar mucho volver a la ¨¦poca pre-dana. El municipio necesita muchos m¨¢s medios personales y materiales y m¨¢s ayudas. Nosotros y todos los dem¨¢s. Esto no se puede alargar en el tiempo. Los afectados somos 200.000, el 33% del PIB de Valencia. Todos, con una resaca psicol¨®gica muy fuerte¡±.
Despu¨¦s del trauma: ¡°Cuando la adrenalina baj¨®, yo tambi¨¦n me vine abajo¡±
Volvamos a la calle Blasco Ib¨¢?ez. Lo que los psic¨®logos dec¨ªan que pasar¨ªa, ya est¨¢ pasando. Los vecinos sacaron una fuerza sobrehumana para salir adelante, limpiar, recoger, ayudar a los dem¨¢s¡ pero muchos est¨¢n ya agotados, desilusionados, sin esperanza.
¡°Yo no estoy nada bien¡±, expresa Nuria Cabezas, de 35 a?os. Se pone a llorar enseguida. ¡°Noto el agotamiento mental. No me salen las palabras, tengo bloqueos mentales. Desde el 29 de octubre no he vuelto a ser yo. Voy al entrenamiento del ni?o, por ejemplo, y no estoy ah¨ª. Mi cabeza est¨¢ siempre aqu¨ª, en aquella noche, en que no tenemos casa, ni recuerdos, ni sabemos cu¨¢ndo podremos volver¡±. En su vivienda hay unos colchones sin estrenar que les han regalado, pero est¨¢ inhabitable. Tienen que rehacer los armarios, los ba?os, comprar absolutamente todo el mobiliario de nuevo, pintar, revisar la red el¨¦ctrica. ¡°Llevamos un mes en casa de mi suegra con los dos hijos de Emilio, mi marido. El m¨ªo se ha ido con su padre. Y no tenemos ninguna perspectiva de poder volver aqu¨ª en meses. No sabemos nada a¨²n de los seguros ni de las ayudas directas y sin dinero no podemos avanzar¡±.
Nuria est¨¢ recibiendo terapia. ¡°Cuando la adrenalina baj¨®, yo tambi¨¦n me vine abajo¡±, explica. ¡°Adem¨¢s, se me ha quedado un miedo en el cuerpo que no se me va. Veo llover y me pongo a temblar. Con la ¨²ltima alerta por temporal, me dio un ataque de ansiedad. Pienso todo el rato que puede llegar otra riada. Lo que vimos y vivimos aquella noche fue el horror. Se nos va a quedar dentro para siempre¡±.
¡°Nosotros tenemos altibajos¡±, dice Pili P¨¦rez, la peluquera, de 51 a?os. ¡°Lo mismo est¨¢s arriba que abajo. Y ahora todo es esperar y esperar. Esperar a ver si vienen a arreglar la calle de una vez, si llegan los peritos del seguro, si llegan m¨¢s ayudas. La ¨²nica que ya hemos recibido es la de Juan Roig para los aut¨®nomos. En unos d¨ªas nos ingresaron 8.000 euros. Espero que las que ha anunciado ahora el Gobierno sean ¨¢giles y r¨¢pidas, porque sin dinero todo este infierno se va a eternizar¡±.
Mar¨ªa Asencio, en la tienda de al lado, Lola Guarch, dice que est¨¢ agotada. El cansancio se nota en cada rostro un mes despu¨¦s de la dana. ¡°Ahora adem¨¢s nos han salido unas grietas en las paredes que antes no estaban. No s¨¦ si es porque el garaje de abajo sigue inundado. Por favor, no os olvid¨¦is de nosotros. Aqu¨ª hay mucha mierda todav¨ªa. Necesitamos que vengan a ayudarnos, porque psicol¨®gicamente esto nos est¨¢ afectando mucho¡±. Mar¨ªa, adem¨¢s, vive en una de las casas bajas que acaban de decidir que tienen que ser desalojadas. ¡°Pero no nos han dicho mucho m¨¢s all¨¢ de que un bombero ha considerado que toda la manzana est¨¢ en riesgo¡±, relata su hija Sarai, de 29 a?os. ¡°Vamos a pedir que venga un arquitecto¡±.
Los nuevos afectados: ¡°Llevo un mes sin salir de casa¡±
Con el paso del tiempo han aparecido nuevos damnificados por la dana. Gente cuyas casas no se destruyeron porque viv¨ªan en segundos, terceros, cuartos o quintos pisos, pero que no han podido salir de casa desde el 29 de octubre porque son mayores o tienen problemas de movilidad y los ascensores no funcionan. En el n¨²mero 32 de la avenida Blasco Ib¨¢?ez hay dos. Antonio Luna y Amparo D¨ªaz.
Amparo tiene 84 a?os y vive con su hija Fany, de 57, y con su nieta Aitana, de 23. A Fany la operaron hace poco de un c¨¢ncer de ovario y apenas sale. Se cansa mucho y le da miedo convivir con tanta suciedad y tanto barro, as¨ª que lleva un mes cuidando a su madre 24 horas al d¨ªa. Aitana es la que les lleva medicinas, comida, todo lo que necesitan. Viven en un segundo piso. Amparo va de la cama a la cocina, de la cocina al ba?o, del ba?o a la cama. No es muy consciente de lo que ha pasado fuera, solo le han dicho que ha habido una riada y que no puede salir. Ella llora sin parar, te mira fijamente y dice que solo se quiere morir y dejar de dar faena a su familia.
Antes sal¨ªa cada d¨ªa en su silla de ruedas. Hortensia, su cuidadora, la llevaba al mercado o a tomar una horchata y luego pasaba las tardes con Fany. Ahora, nada. ¡°Desde esa noche, sue?a mucho y llama a su madre¡±, relata su hija. ¡°Esa noche¡± es como llaman muchos al d¨ªa 29, que ha marcado un antes y un despu¨¦s en sus vidas.
Un piso m¨¢s arriba viven Antonio y Tere. Antonio, de 72 a?os, no respira bien. Tiene EPOC, un 72% de minusval¨ªa, lleva una m¨¢scara de ox¨ªgeno muchas horas al d¨ªa y no puede bajar escaleras, ni mucho menos subirlas. Lleva un mes entre la silla del comedor y el balc¨®n. Sale a airearse y a hablar a gritos con los vecinos. Le mandan comida a trav¨¦s de una cuerda. Pero confiesa, llorando, que est¨¢ desesperado. ¡°Yo iba cada d¨ªa al mercado o a tomar un caf¨¦¡±, relata. ¡°Ahora estoy encerrado, y con una ansiedad que no me quito de encima. Menos mal que los hijos y los nietos vienen a vernos porque aqu¨ª dentro te entra un agobio. Estoy triste, sin ilusi¨®n por nada, como deprimido. Ni el f¨²tbol me entretiene. Duermo muy poco y estoy deseando que amanezca para dejar de darle vueltas a todo en la cabeza. Pero luego tampoco tengo nada que hacer. Y lo que me queda, que pueden pasar meses hasta que arreglen los ascensores¡±. Vuelve a llorar.
Lo que queda por hacer: ¡°Necesitamos muchos m¨¢s recursos¡±
¡°Aqu¨ª hacen falta a¨²n muchas m¨¢quinas, m¨¢s presencia institucional¡±, opina una voluntaria de un punto de entrega de alimentaci¨®n. ¡°Ha pasado un mes ya. A veces tenemos la sensaci¨®n de que no son conscientes de c¨®mo estamos viviendo. Si lo supieran, esto deber¨ªa estar lleno de personal ayudando a los ciudadanos a recuperar la normalidad, y no est¨¢ sucediendo. Vas por el pueblo y s¨ª, ves alguna calle con bomberos, alguna otra con militares¡ pero la mayor¨ªa est¨¢n vac¨ªas. No tienes ninguna sensaci¨®n de que se est¨¦n llevando a cabo unos trabajos intensos de reconstrucci¨®n. Y esto lo ve cualquiera que pase un d¨ªa paseando por aqu¨ª, no hace falta una gran investigaci¨®n. ?No lo sabe la alcaldesa? ?No lo saben en la Generalitat? ?De verdad en la Espa?a de 2024 se va a eternizar la situaci¨®n de emergencia por falta de medios?¡±.
Todo tarda mucho. La jefa de estudios del colegio p¨²blico Paluzi¨¦, por ejemplo, Mireia Garc¨ªa, lamenta que no haya ido nadie a¨²n a arreglar lo poco que falta para que puedan abrir. ¡°En esta escuela no ha habido destrozos estructurales¡±, se?ala. ¡°Lo que necesitamos son solo obras menores. Pero tienen que venir a hacerlas y no vienen. ?No se dan cuenta de lo importante que es para los ni?os volver a la escuela? Aqu¨ª tenemos 206 alumnos. Como mucho el 10% est¨¢ en otros centros. El resto lleva un mes en casa¡±. Las familias temen que la muerte de un operario en un colegio de Massanassa haya dejado a las autoridades en shock y todo se ralentice a¨²n m¨¢s.
De vuelta en la calle Blasco Ib¨¢?ez, Cristina, que lleva el peso de la gesti¨®n del punto de comida y productos de primera necesidad, reflexiona sobre las labores de reconstrucci¨®n. ¡°Lo que los pol¨ªticos a¨²n no han entendido es que cuando nos quejamos, cuando decimos que nos hemos sentido abandonados, lo que estamos pidiendo es m¨¢s Estado¡±, dice. ¡°Claro que creemos en ¨¦l, por eso lo demandamos¡±. Ella se define como votante de izquierdas. Es muy cr¨ªtica con la gesti¨®n de Maz¨®n y de la Generalitat en su conjunto. ¡°Pero creo que todos deber¨ªan revisar sus actuaciones en esta cat¨¢strofe¡±, argumenta. ¡°A nivel municipal no entiendo que un mes despu¨¦s no est¨¦n los concejales de las seis zonas en las que se divide el municipio todo el d¨ªa en la calle hablando con los vecinos y apuntando las necesidades y ordenando las prioridades. A nosotros no ha venido nadie a preguntarnos nada. Llamas y no te cogen. Vas al Ayuntamiento y te piden instancias, como si estuvi¨¦ramos ahora para eso. Estos pueblos no son tan grandes. ?D¨®nde est¨¢ la alcaldesa, que no la hemos visto?¡±.
Lamenta tambi¨¦n que la polarizaci¨®n pol¨ªtica impida la cooperaci¨®n ante una tragedia de estas dimensiones. ¡°No pueden pedirnos que no digamos que hemos salido adelante gracias a los voluntarios porque eso favorece a la ultraderecha. A m¨ª me preocupa much¨ªsimo el auge de los populismos, pero eso no significa que no pueda criticar esta gesti¨®n. Llevo un mes a pie de calle. Si Maz¨®n no era capaz de liderar esto, que no lo ha sido, el Gobierno debi¨® tomar el mando. O, incluso si cre¨ªan que era mejor que la coordinaci¨®n fuera auton¨®mica por la cercan¨ªa, que puede ser, debieron tratar por todos los medios de intervenir m¨¢s, de implicarse m¨¢s, de presionar m¨¢s. En todo caso, les dir¨ªa a todos que ya habr¨¢ tiempo de determinar las responsabilidades de cada cual. Que ahora se centren en lo que necesitamos con urgencia: muchos m¨¢s recursos, m¨¢s informaci¨®n y que las ayudas sean f¨¢ciles y ¨¢giles¡±.
Cuando la gente se encuentra por las calles de Catarroja solo hay un tema de conversaci¨®n: la dana. Hablan de ¡°esa noche¡±, de d¨®nde est¨¢n viviendo el hijo y la nuera, de si es cierto o no que ha muerto Paco, de c¨®mo van a salir adelante, de que tienen que cuidar a los nietos porque no hay coles, de que los autobuses van atestados a primera hora de la ma?ana y tardan horas en desplazarse o de que parece imposible que alg¨²n d¨ªa vuelva la normalidad. ¡°Te levantas, te pones la ropa, y al barro¡±, le dice un se?or mayor a una amiga a la que se ha encontrado. ¡°Pero el barro no se acaba, no se acaba, no se acaba nunca¡±.
A pesar de que casi todo est¨¢ cerrado, hay dos administraciones de loter¨ªa abiertas, con colas enormes. Mucha gente pide n¨²meros acabados en 29, o en 9. ¡°Yo me levanto llorando y me acuesto llorando¡±, relata Amparo, de 79 a?os, que ha vivido ya tres riadas. En la primera, en 1957, lo que vio flotando eran caballos y vacas. En esta, decenas de miles de coches, ¨¢rboles, farolas, personas. ¡°Si al menos nos tocara un piquito de loter¨ªa, podr¨ªamos arreglar nuestras casas y nuestros negocios¡±, dice. ¡°Quiz¨¢ despu¨¦s de la desgracia llegue algo de suerte¡±