El joven M¨²gica
Este fue el constante prop¨®sito del pol¨ªtico: tener principios, aunar voluntades y reducir distancias para que triunfaran la libertad, la igualdad y la justicia
La larga vida pol¨ªtica de Enrique M¨²gica, fallecido la semana pasada por el maldito coronavirus, discurre a trav¨¦s de diversas etapas, unidas todas por un hilo conductor. Algunas de ellas han sido las m¨¢s recordadas estos ¨²ltimos d¨ªas.
Por ejemplo, el papel fundamental que desempe?¨® M¨²gica en el nuevo PSOE, el de Felipe y Guerra, remozado a fondo tras el famoso Congreso de Suresnes en 1974. En efecto, en el ambiente se respiraban aires de fin de r¨¦gimen y el partido socialista, al contrario del comunista, apenas ten¨ªa presencia en las luchas antifranquistas del interior de Espa?a, all¨ª donde hab¨ªa que darlas, al residir su direcci¨®n en Toulouse, ajena a los cambios que se estaban incubando.
Pues bien, el golpe de tim¨®n que aup¨® a Felipe a la secretar¨ªa general del partido se bas¨® en un pacto entre socialistas de dos potentes n¨²cleos, Sevilla y el Pa¨ªs Vasco, el llamado ¡°pacto del Betis¡±, que puente¨® al grupo de Madrid dirigido por el abogado Pablo Castellanos. Si en Sevilla estaban Felipe y Guerra, en el Pa¨ªs Vasco estaba Enrique M¨²gica, junto a un n¨²cleo sindicalista potente dirigido por Nicol¨¢s Redondo y j¨®venes promesas como Txiqui Benegas y Ram¨®n J¨¢uregui. Suresnes logr¨® sacar a un anquilosado PSOE de los m¨¢rgenes de la oposici¨®n antifranquista para conducirla al centro y ah¨ª el inteligente M¨²gica desempe?¨® un papel de enlace fundamental.
Tambi¨¦n lo fue en la Transici¨®n. Negociador nato, dentro y fuera del partido, M¨²gica fue el hombre del di¨¢logo y el pacto, desde hac¨ªa muchos a?os hab¨ªa aprendido tales habilidades. Lo suyo era hablar en los despachos, los pasillos y las mesas de restaurante. Se entend¨ªa con unos y con otros, ten¨ªa claros sus principios y desde los mismos sab¨ªa hasta donde pod¨ªa llegar, ni un mil¨ªmetro m¨¢s, ni un mil¨ªmetro menos. Sus gestiones desde la sombra facilitaron la resoluci¨®n de muchos casos complicados, desde el alcance de la definitiva ley de amnist¨ªa hasta las relaciones con Israel, no en vano su madre se apellidaba Herzog.
Con ese mismo talante, porque cada uno es como es, desempe?¨® sus tareas de ministro de Justicia. Aparte de enviar al Congreso diversas leyes que modernizaron el aparato judicial, hay que se?alar en su haber la pol¨ªtica de dispersi¨®n de presos de ETA, fundamental en el debilitamiento de la banda terrorista. En castigo, en doloroso y cruel castigo, los terroristas asesinaron a su hermano Fernando, abogado y tambi¨¦n socialista. ¡°Ni olvido ni perdono¡±, dijo en su funeral, con toda la raz¨®n y moralmente devastado. Sus diez a?os como Defensor del Pueblo tambi¨¦n fueron importantes: era un cargo que le iba como anillo al dedo. Para eso hab¨ªa entrado en pol¨ªtica.
Con esas u otras palabras, todo ello se ha dicho estos d¨ªas. Pero a veces se olvida el principio, su entrada en pol¨ªtica, que explica la coherencia con las etapas siguientes. Enrique M¨²gica fue el primer estudiante que reclut¨® Jorge Sempr¨²n, alias Federico S¨¢nchez, enviado por el PCE a Madrid para que el mundo de la cultura se convirtiera en un foco de resistencia al franquismo. Conoci¨® al joven M¨²gica, entonces con 21 a?os, en la casa de Gabriel Celaya en San Sebasti¨¢n. Al poco, en octubre de 1953, conect¨® con ¨¦l en la universidad de Madrid, donde M¨²gica cursaba Derecho y pronto se hizo amigo de Dionisio Ridruejo, que le recomend¨® al rector La¨ªn Entralgo para que se organizaran, como actividad cultural, festivales de poes¨ªa, cl¨¢sicos instrumentos subversivos en la Espa?a de aquellos tiempos.
Dos a?os m¨¢s tarde, M¨²gica entr¨® en contacto con estudiantes m¨¢s j¨®venes como Ram¨®n Tamames y Javier Pradera, los introdujo en el PCE y juntos se dispusieron a organizar para el a?o siguiente, 1956, un Congreso Nacional de Estudiantes. No lleg¨® a celebrarse por los sucesos de febrero en la universidad que acabaron con las detenciones de todos los mencionados, incluido Ridruejo, y los ceses del ministro Ruiz Jim¨¦nez y del rector La¨ªn Entralgo.
Se abr¨ªa as¨ª el primer boquete importante en el mundo franquista: se aliaban en su contra los hijos de los vencedores y los de los vencidos en la Guerra Civil. Nada volvi¨® a ser como antes. La estrategia fue urdida por Sempr¨²n; pieza indispensable fue Ridruejo, y el coordinador en la sombra, Enrique M¨²gica. Este fue su constante prop¨®sito: tener principios, aunar voluntades y reducir distancias para que triunfaran la libertad, la igualdad y la justicia. Siempre fue joven.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.