No lo volver¨¢n a hacer
La amenaza de una reiteraci¨®n no servir¨¢ para ampliar la base del independentismo ni para superar los desperfectos en la convivencia
El arrepentimiento es muy raro en pol¨ªtica. Lo m¨¢s habitual es justificar los errores con la exhibici¨®n de causas objetivas, ajenas a las responsabilidades subjetivas. Raramente alguien concede la culpabilidad personal por la decisi¨®n equivocada, m¨¢s bien lo contrario: la culpa siempre es de los otros. La ¨²nica explicaci¨®n suele ser contextual. Y la mejor es que fue un error forzado: en tales circunstancias cualquiera se habr¨ªa comportado igual.
La digesti¨®n del proc¨¦s, y especialmente de la cadena de errores de octubre de 2017, es de una gran lentitud, dificultada por las facturas judiciales que le han seguido, especialmente por las penales. Se entiende la arrogancia de quienes aseguran que lo volver¨ªan a hacer, aunque signifique una dificultad a?adida, tanto de cara a la posibilidad del indulto como a una seria reflexi¨®n autocr¨ªtica.
Decir ¡°lo volveremos a hacer¡± es una terca reivindicaci¨®n de la dignidad de la causa, por muy perdida y equivocada que est¨¦
Decir ¡°lo volveremos a hacer¡± es ante todo una reafirmaci¨®n ideol¨®gica. No es una profec¨ªa ni la expresi¨®n de una voluntad. Es una terca reivindicaci¨®n de la dignidad de la causa, por muy perdida y equivocada que est¨¦. Se ha perdido la partida, incluso la causa entera; el precio a pagar es considerable; y es muy brumoso el horizonte respecto a la posibilidad de repetir la jugada.
Ser¨ªa un momento propicio para hacerse el escurridizo, desaparecer del mapa, intentar reparar los desperfectos y pasar p¨¢gina, pero hay personajes de esta historia que no est¨¢n dispuestos a terminar de forma tan triste este triste episodio y prefieren la altivez del ¡°lo volveremos a hacer¡±. Otros, con los pies en el suelo, prefieren desprenderse de lo que, finalmente, solo es una salida ret¨®rica y una dificultad tanto para los abogados que buscan los indultos como para los amigos y aliados que procuran obtenerlos.
¡°Lo volveremos a hacer¡± es, ante todo, una confirmaci¨®n de que en las circunstancias muy concretas que se produjeron a partir 2012 cualquier independentista genuino, de los que sit¨²an su idea, la independencia, por encima de todo, incluso de la regla de juego, actuar¨ªa exactamente como lo hizo entonces. Es el error forzado que a¨²n no han reconocido los independentistas, porque no han deducido todas las consecuencias, la primera de las cuales deber¨ªa ser decirnos que, sabiendo lo que saben hoy, no lo volver¨ªan a hacer.
Son muchas las cosas que saben hoy los independentistas y que no sab¨ªan o no quer¨ªan saber entonces, a pesar de las numerosas advertencias recibidas desde dentro y desde fuera. Las m¨¢s evidentes son la falta de reconocimiento internacional y la fuerza del Estado, evocados con una buena dosis de victimizaci¨®n y escasa capacidad de comprensi¨®n hist¨®rica. Las fronteras que se pretend¨ªa modificar eran las centenarias de la Paz de Westfalia, y la Espa?a represora, un Estado de derecho reconocido internacionalmente, apenas afectado en su imagen por la actuaci¨®n autoritaria del gobierno de Rajoy el 1 de octubre y por su colosal impericia en la gesti¨®n de toda la crisis.
El independentismo confundi¨® los deseos con las realidades. Prefiri¨® las tergiversaciones de la propaganda a la fr¨ªa comprensi¨®n de la correlaci¨®n de fuerzas, creyendo que as¨ª contribu¨ªa a hacer irreversible el camino emprendido. Las palabras se convirtieron en sustitutos de las acciones, sin que al pronunciarlas se produjeran los cambios en la realidad que so?aban quienes las dec¨ªan. Ahora, en la repetici¨®n de que lo volver¨¢n a hacer, hay todav¨ªa un resto de los hechizos que pretenden producir realidad gracias a la reiteraci¨®n y la pasi¨®n con que se pronuncian.
Desde los tribunales, desde el sistema pol¨ªtico espa?ol, se ha captado el mensaje: a la que puedan, volver¨¢n. Unos as¨ª lo creen y lo entienden como una amenaza de repetici¨®n del octubre del desorden. Otros conf¨ªan en hacerlos desistir o en disolver la voluntad de reiteraci¨®n mediante proyectos comunes interesantes que al menos pospongan la amenaza. Ni unos ni otros tienen en cuenta que la amenaza se extiende tambi¨¦n sobre un ¨¢ngulo muerto en territorio catal¨¢n.
El independentismo confundi¨® los deseos con las realidades. Prefiri¨® las tergiversaciones de la propaganda a la fr¨ªa comprensi¨®n de la correlaci¨®n de fuerzas
¡°Lo volveremos a hacer¡± tiene un significado especial si se ve desde la Catalu?a que no ha optado por la unilateralidad. Hay una Catalu?a que quisiera tanto autogobierno como fuera posible sin romper la regla de juego, que pone la convivencia por encima de cualquier opci¨®n pol¨ªtica y que adem¨¢s se siente heredera del legado pol¨ªtico y material del catalanismo, desde la Mancomunidad de 1913 hasta a la Generalitat recuperada y constitucional.
Esta Catalu?a es la que conf¨ªa en que no lo volver¨¢n a hacer y no volver¨¢n a utilizar las instituciones de todos para fines partidistas. Ser¨ªa un acto de deslealtad con los conciudadanos que no comparten sus sentimientos ni sobre todo los argumentos pol¨ªticos unilateralistas que les llevaron por el camino errado. Entonces recibieron muchas advertencias que no solo desoyeron, sino que adem¨¢s convirtieron en motivo de reproche y de divisi¨®n.
Los resultados del proceso no se cifran solo en su fracaso, sino en el balance desastroso de gobierno y en la divisi¨®n que corroe el pa¨ªs y el independentismo. El apoyo al independentismo dif¨ªcilmente aumentar¨¢ si aquellos a quienes hay que convencer les dice que lo volver¨¢n a hacer. Se entiende que no se arrepientan y que nos digan ¡°deb¨ªamos probarlo¡±, pero si buscan la confianza de la gente y quieren ¡°ampliar la base¡± deber¨ªan a?adir: ¡°y ahora no lo volveremos a hacer porque entonces nos equivocamos¡±.
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