La utop¨ªa indisponible
La idea de independencia ha periclitado como proyecto pol¨ªtico y se ha convertido en una mera identidad electoral
La independencia est¨¢ dejando de ser una idea o proyecto pol¨ªtico y lleva camino de convertirse en un s¨ªmbolo, una mera creencia o una forma de identificaci¨®n ideol¨®gica. Esta impresi¨®n viene avalada por las encuestas, pero tambi¨¦n por los comportamientos de las fuerzas independentistas, tanto en su actividad parlamentaria como en sus responsabilidades de Gobierno.
Las encuestas ya nos ven¨ªan diciendo que la idea nunca ha contado con la mayor¨ªa social en Catalu?a. Ahora, adem¨¢s, ha regresado a los niveles de popularidad con que contaba al inicio del proceso independentista, cuando los encuestadores empezaron a preguntar por ella sistem¨¢ticamente. Y son muy pocos los catalanes, no llegan al 10 % en una encuesta del ICPS (Instituto de Ciencias Pol¨ªticas y Sociales de la UAB), los que creen todav¨ªa que se alcanzar¨¢ el objetivo propuesto de la independencia.
El independentismo no ha conseguido ni la ruptura ni la reforma y se ha instalando en un sistema de desori
Este ¨²ltimo dato demosc¨®pico es importante, puesto que para que venza una opci¨®n pol¨ªtica es fundamental su credibilidad. En cambio, son un 42 % los encuestados que creen que terminar¨¢ con una mejora del autogobierno y un 26 % con el decaimiento u abandono de la reivindicaci¨®n. El detalle de la encuesta revela que los creyentes ya no son mayoritarios ni siquiera entre las formaciones independentistas: solo un 26 % de los votantes de JxCat y un 27 % de la CUP creen todav¨ªa en los Reyes Magos de la Independencia, cifra que disminuye hasta el 13 % de Esquerra. Son mayor¨ªa los votantes de cada una de las opciones que creen que terminar¨¢ con el acuerdo Catalu?a-Espa?a, con la se?alada excepci¨®n de Ciudadanos.
El prestigio de una idea surge del prestigio de quienes la defienden e intentan convertirla en pol¨ªticas concretas cuando gobiernan. Desde este punto de vista hay que decir que los comportamientos de los independentistas no han sido precisamente una ayuda para la independencia. No consiguieron alcanzarla cuando se comprometieron no tan solo electoralmente sino en multiplicidad de declaraciones solemnes y resoluciones incluso parlamentarias. Tampoco consiguieron mantener encendida la antorcha, a trav¨¦s de los mecanismos ingeniados para ello, como el Consejo de la Rep¨²blica y la consulta permanente con la presidencia leg¨ªtima de Carles Puigdemont. Y ni siquiera han conseguido prestigiarse mientras tanto como gobernantes del autogobierno realmente existente, m¨¢s bien lo contrario.
Su incapacidad tanto para alcanzar la independencia como para administrar decentemente la realidad del d¨ªa a d¨ªa sin pelearse ha sido y sigue siendo proverbial. Este extra?o gabinete sin presidente, poblado de todos los oportunismos, disfunciones y envidias electoralistas, est¨¢ consiguiendo desbordar todos los l¨ªmites conocidos del rid¨ªculo. Si el pa¨ªs no atravesara un momento tan tr¨¢gico, por las v¨ªctimas de la pandemia, por los efectos de los confinamientos y por la brutalidad de la recesi¨®n que se aproxima, ser¨ªa una oportunidad de oro para la industria del entretenimiento, especialidad humor y caricatura. Pero no es una broma. Para este desgobierno independentista que habr¨¢ que sufrir hasta el 14 de febrero vale perfectamente un ox¨ªmoron de Josep Pla de los tiempos de la Segunda Rep¨²blica: es un sistema de desori (un sistema de desbarajuste).
Este extra?o gabinete sin presidente est¨¢ consiguiendo desbordar todos los l¨ªmites conocidos del rid¨ªculo
Hay desori en Barcelona y hay desori en Waterloo. Puigdemont ha conseguido eludir el titular infamante. Pero la verdad camuflada de su falsa presidencia es que ya ha tirado la toalla al renunciar a encabezar la lista electoral de JxCat y enterrar sigilosamente las pretensiones legitimistas de las pr¨®ximas elecciones. Prefiere mantener el sueldo de eurodiputado a jug¨¢rsela de nuevo, a sabiendas de que los electores ya est¨¢n avisados de la inutilidad de su voto para hacer valer el inexistente mandato del 1 de octubre y la falsa declaraci¨®n de independencia del 27. La Rep¨²blica es una estafa y la Casa de la Rep¨²blica, tambi¨¦n.
La independencia era una idea inviable y quienes se comprometieron a obtenerla y aplicarla no han sabido gobernar ni siquiera una etapa previa a la independencia. Y sin embargo, esa idea desgastada e idealista, sin traducci¨®n pr¨¢ctica, seguir¨¢ teniendo tracci¨®n entre los votantes. Solo se explica porque estos ciudadanos no votar¨¢n en favor de un programa que saben quim¨¦rico, sino para afirmarse en su identidad ideol¨®gica ante el fracaso inocultable que sus adversarios les recuerdan permanentemente. Tienen raz¨®n, no cambiar¨¢n. La fe no se puede cambiar, Incluso sucede lo contrario: Credo quia absurdum. Creo porque es absurdo.
La independencia, seg¨²n la brillante formulaci¨®n de Marina Subirats, era la utop¨ªa disponible. Frente a la par¨¢lisis pol¨ªtica, al mantenimiento del status quo, las crisis ideol¨®gicas de las utop¨ªas sociales y la ausencia de alternativas atractivas, surgi¨® como por ensalmo una utop¨ªa que se presentaba como s¨ªntesis de todas las emancipaciones, alrededor de la palabra m¨¢gica que las resum¨ªa. Ahora ya sabemos que era solo la liebre que hac¨ªa correr al mundo convergente y a Esquerra en pos de la hegemon¨ªa nacionalista. Quien consiguiera el gobierno y encabezara la negociaci¨®n ser¨ªa el que se llevar¨ªa el trofeo, que no era la independencia. La utop¨ªa independentista fue un enga?o. Estuvo disponible durante un tiempo, pero ahora, como todas las utop¨ªas, tambi¨¦n se halla indispuesta.
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