Votar, arrodillarse y creer
El 15-M, el proceso soberanista y la gesti¨®n de la pandemia, tres oportunidades de la democracia para renovarse, llegan a las elecciones catalanas agotadas, convertidas en argumentos para perder la fe en todo
El inicio de la campa?a electoral ha activado los rituales de una religi¨®n que todo el mundo practica pero en la que ya no cree nadie: como las misas medievales oficiadas en lat¨ªn para una poblaci¨®n que ni lo entend¨ªa ni sab¨ªa leer, los discursos que envuelven el 14-F son mera banda sonora para la aut¨¦ntica finalidad del circo, que es exponer a la gente a im¨¢genes de ¨¢ngeles y demonios para mantenernos entre asustados y distra¨ªdos. Nunca como ahora los esl¨®ganes hab¨ªan sido tan vac¨ªos; el teatro de los candidatos, tan humillante; el esfuerzo de fact checking de la prensa, tan f¨²til. Es la coda de tres fracasos que tocan fondo sincronizadamente en Catalu?a: el 15-M, el proceso soberanista y la gesti¨®n de la pandemia. Tres oportunidades de la democracia para renovarse y responder a la complejidad del mundo en el siglo XXI llegan al primer trimestre de 2021 agotadas, convertidas en argumentos para perder la fe en todo. Y ahora deber¨ªamos votar a la versi¨®n descafeinada de los responsables, como si sigui¨¦ramos creyendo.
La lecci¨®n de esta d¨¦cada es que los retos complejos requieren instituciones que no crear¨¢ la clase pol¨ªtica
Pero en realidad s¨ª que creemos porque, como explic¨® Blaise Pascal, arrodillarse es creer, y como podemos a?adir nosotros, ir a votar y quejarse al d¨ªa siguiente en Twitter, tambi¨¦n. La verdad de lo que somos no se expresa en lo que pensamos ni en lo que decimos, sino en lo que hacemos al final del d¨ªa, especialmente en lo que nos sale de manera m¨¢s autom¨¢tica. Y lo que haremos ser¨¢ votar y desentendernos, y no habr¨¢ ni huelgas generales ni asambleas ciudadanas pidiendo que se abra un proceso constituyente. El cinismo es enrevesado: en nuestra conciencia, obtenemos una mezcla de placer y consuelo cuando nos damos cuenta de que todo es una farsa de la cual, a diferencia del vecino fan¨¢tico, nosotros conocemos el truco. Pero en vez de movilizarnos, este sentimiento se convierte en una descarga solipsista que nos libera de la acci¨®n. El cinismo y el fanatismo acaban llegando al mismo lugar.
En cambio, la crisis de fe causada por un cinismo escler¨®tico de la Iglesia cat¨®lica que nos recuerda lo que estamos viviendo ahora mismo con la democracia produjo una respuesta muy diferente: la idea de que pod¨ªamos pensar por nosotros mismos. La Reforma de Mart¨ªn Lutero utiliz¨® la imprenta para inaugurar una nueva manera de criticar los discursos de abajo hacia arriba que sigui¨® desovill¨¢ndose hasta llegar a Kant. La alternativa a la sumisi¨®n voluntaria fue la Ilustraci¨®n, y todav¨ªa no hemos encontrado una tercera v¨ªa entre el pensamiento cr¨ªtico y la creencia zombi. Porque no existe: si buscamos entre los destellos de sentido que han iluminado el a?o pandemia, no nos vienen a la cabeza las diversiones postmodernas del confinamiento digital, sino los momentos en que m¨¦dicos y cient¨ªficos nos han tratado como a adultos. La m¨¢s luterana de todas estas im¨¢genes que recuerdo remite a una esperanza posible: Angela Merkel, el pasado mes de abril, explicando con pedagog¨ªa y seriedad c¨®mo se contagia el coronavirus.
La democracia es aquella explicaci¨®n de Merkel para todo y cada d¨ªa. Porque la democracia no es un privilegio sino un esfuerzo. Concretamente, el esfuerzo para agrandar lo que llamamos conciencia personal. Entre el confinamiento decretado por China y lo que se decidi¨® en Taiw¨¢n, hubo pocas diferencias materiales, pero muchas intangibles. Es el mismo abismo que separa la obediencia ciega del consentimiento informado: dos ciudadanos se acaban poniendo la misma vacuna, pero uno ha recibido el esfuerzo de sus gobernantes por transferirle conocimiento y ha correspondido con el esfuerzo de informarse y de pensar por s¨ª mismo por qu¨¦ aceptaba o por qu¨¦ no. La confianza siempre es m¨¢s eficiente que el control, por lo que las comunidades de adultos responden mejor a las sacudidas de realidad que las dictaduras o las democracias infantilizadas como la nuestra. Las diferencias cualitativas se traducen en diferencias cuantitativas.
Pensar que votando cada cuatro a?os ya basta hace que sigamos instalados en la inercia de las supersticiones
?Qu¨¦ ha pasado en Catalu?a? Que los movimientos que percibieron esta esclerosis ya hace a?os y lucharon por una democracia m¨¢s adulta, m¨¢s radical y m¨¢s compleja colisionaron contra un establishment que los ha calificado de populistas y ha vencido. Y s¨ª que ha habido populismo, pero ha sido un populismo de los l¨ªderes, que instrumentalizaron malestares sist¨¦micos para fines individuales y partidistas, respondido por un populismo del sistema, que se ha fosilizado. Lo cierto es que los fantasmas no realizados del 15-M y del soberanismo recorren la democracia catalana y lo condicionan todo y lo seguir¨¢n condicionando porque responden a un fracaso com¨²n en todo el bloque occidental que la pandemia ha dejado todav¨ªa m¨¢s al descubierto. La lecci¨®n de la ¨²ltima d¨¦cada es que los retos complejos requieren instituciones que no se crear¨¢n desde la clase pol¨ªtica. Por ejemplo: asambleas de ciudadanos rotativas, elegidas por una mezcla de sorteo y criterios de representatividad, que se incorporen al Parlamento con pleno poder de veto para convertir cada ley en un proceso deliberativo no partidista entre ciudadanos, expertos y pol¨ªticos. Postergar transformaciones en este sentido y pensar que votando cada cuatro a?os y quej¨¢ndonos ya basta es arrodillarse mientras nos decimos que lo que importa es nuestro fuero interno despierto y descre¨ªdo. En realidad, a trav¨¦s de la acci¨®n seguimos c¨®modamente instalados en la inercia de supersticiones premodernas.
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