El instituto Tarradell y Kentridge
La mayor¨ªa de los alumnos de la escuela en residencia, donde se hablan 24 idiomas, son muy creativos. La pandemia da frutos c¨ªvicos que habr¨¢n de quedar. Como el taller Ku¡¯dancin Afrobeatz, en el CCCB
La pandemia da frutos c¨ªvicos que habr¨¢n de quedar. Me lo digo en voz baja y ahora lo escribo, viendo a chicas y chicos bailar en uno de los patios del CCCB antes de terminar el primer a?o pand¨¦mico. Es el taller Ku¡¯dancin Afrobeatz. Son alumnos del vecino Instituto Miquel Tarradell, de alta complejidad: all¨ª se hablan 24 idiomas. Est¨¢n en clase. Es la escuela en residencia que el centro de ense?anza p¨²blica y el centro cultural, tambi¨¦n p¨²blico, acordaron tras el primer confinamiento. Danza africana, uno de los frutos de la siembra en marcha de la interacci¨®n del programa educativo del Tarradell con el CCCB, en este caso la exposici¨®n del artista sudafricano William Kentridge.
No es el ¨²nico taller a partir de WK y su panor¨¢mica del racismo. Lo han trabajado en las asignaturas de Ciencias Sociales, Educaci¨®n F¨ªsica, Cultura y Valores, Ingl¨¦s y Visual y Pl¨¢stica. Las mismas que ahora se disponen a currar a partir de otra exposici¨®n del centro, la inminente Marte. El espejo rojo, una indagaci¨®n diferente a la del racismo pero tal vez no sin relaci¨®n: ese otro planeta que podr¨ªa albergar otro tipo de vida, tal vez. El ¡°peque?o asunto terrible de Dios¡±, que canta Bowie cuando se pregunta si hay vida en Marte.
Tambi¨¦n se afanan en un proyecto educativo paralelo a Escuela en residencia: Exploraciones urbanas. Ciudades vividas y cartograf¨ªas cr¨ªticas. Re¨²ne dos barrios barceloneses, distantes, aunque no tan distintos: Roquetes y el Raval, el Instituto Antaviana del primero y el Tarradell, con la mirada puesta en sus calles y lugares, explorando qu¨¦ sale en los mapas y qu¨¦ no. Una peque?a exposici¨®n de trabajos y resultados se ver¨¢ a finales de mayo en el CCCB.
Pero volvamos a Kentridge. No me sorprende nada que sus cosas hayan abierto m¨¢s las puertas del centro que las acoge (hasta final de este mes) y lo hayan logrado con las gentes del Tarradell. Lo que no est¨¢ dibujado se llama la expo. Un t¨ªtulo premonitorio, si tienes entre 15 y 16 a?os y los profes te han montado unas clases curriculares ah¨ª, ese centro de al lado al que ya tienes m¨¢s o menos costumbre de ir porque monta actividades, pero esto es distinto. Ver y trabajar a partir de una exposici¨®n que parece hecha con lo que te gusta e incluso con lo que te mandan aprender: dibujos, mapas del mundo desde otra perspectiva, pel¨ªculas, m¨¢s dibujos reconocibles, un personaje que los gu¨ªa y te va acompa?ando por las salas, y esa cosa final que no sabes nombrar, una procesi¨®n de sombras que bailan a lo largo de la larga pared. No est¨¢ dibujado tu mundo, ni el de los tuyos, ni el de tus compa?eros, familias que provienen de tantos lugares del planeta. En el Tarradell el 90% de los alumnos son de familias pobres y en situaci¨®n de riesgo, que la pandemia ha agravado. Los idiomas que en ¨¦l se hablan son 24, repito, s¨ª. ¡°Fue un final de curso espantoso¡±, explica la jefa de estudios, Mar Castellv¨ª, ¡°hasta finales de julio no supimos las instrucciones para el nuevo curso. Ser¨ªa, es, presencial¡±.
El centro que dirige Judit Carrera se propuso, en mayo, tras el primer confinamiento, profundizar en la relaci¨®n con el Tarradell, y sus m¨¢s directas colaboradoras, Susana Arias y B¨¤rbara Roig, empezaron a idear con Mar Castellv¨ª el proyecto Escuela en residencia. Hubo que trabajar duro para lograr el encaje acad¨¦mico, no se trataba de hacer extraescolares y ya est¨¢. Los profesores aceptaron el reto. Han participado nueve. ¡°Est¨¢n contentos. En institutos como el nuestro el profesorado suele estar motivado, pero los veo contentos de otra manera. Porque aprenden, dicen, de la misma din¨¢mica de los talleres¡±, resume la jefa de estudios, que se estren¨® en el cargo hace un a?o, justo antes de la pandemia.
El instituto Tarradell y Kentridge. Pero sobre todo, subraya, ¡°son los alumnos, los que est¨¢n content¨ªsimos. Por las dificultades que pasan ellos y sus familias, la mayor¨ªa son muy creativos, y est¨¢n disfrutando de verdad, aprendiendo¡±. Adolescentes que hablan cuatro o m¨¢s idiomas, a menudo son los traductores de sus familias en la vida ordinaria.
Tambi¨¦n el equipo del CCCB hace un buen balance, complementario y gozosamente inverso: lo que ellas mismas han aprendido de la experiencia, de las preguntas y observaciones de los chicos sobre el racismo y c¨®mo est¨¢ mostrado en las paredes de la expo Kentridge.
Un apunte final y sin relaci¨®n aparente: algunos alumnos saben desde hace poco que pueden entrar en las librer¨ªas cercanas (La Central, ay, cerrada) y mirar los libros tanto rato como quieran, sin comprar.
Que no pare todo esto, la vida que trae la pandemia.
Merc¨¨ Ibarz es escritora y cr¨ªtica cultural
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