Balance provisional
La salud mental se est¨¢ cobrando numerosas bajas y sigue siendo motivo de temor de especialistas. La factura que nos pasar¨¢ este episodio lo har¨¢ incluso a pesar de la capacidad de olvidar detalles
Un a?o largo de pandemia da para mucho. Para tanto que a veces parece como si algunas de las vivencias acumuladas y las normas impuestas se hayan diluido entre la niebla del olvido. Son las m¨¢s anecd¨®ticas, aunque no por ello las menos controvertidas. Aqu¨ª tenemos el ejemplo del uso de mascarillas en playas y piscinas. Un chiste si no fuera porque se ha imprimido en el BOE, una publicaci¨®n seria. Un desprop¨®sito que formaba parte del decreto de junio pasado que defin¨ªa la nueva normalidad y que en su lento pasear por las Cortes para convertirse en ley ha conseguido, meses despu¨¦s y a falta de procesiones tradicionales, toda la atenci¨®n de las vacaciones de Semana Santa.
Los senadores socialistas han admitido la autor¨ªa de la pauta fruto de la preocupaci¨®n que supusieron los aerosoles como veh¨ªculo de transmisi¨®n y contagio en aquel incipiente verano de constantes disquisiciones cient¨ªficas. Y tras consultar con el Ministerio y consider¨¢ndola una mejora t¨¦cnica incluyeron el matiz sin darse siquiera un respiro para imaginarse las consecuencias del desliz. Hubiera sido m¨¢s l¨®gico mantener la prohibici¨®n de acceso a los recintos como ya suced¨ªa hasta entonces, pero el peso de la maltrecha econom¨ªa de un pa¨ªs de sol y playa no permit¨ªa seguir retando al destino de tantas empresas y familias preocupadas ya entonces m¨¢s por la salud de sus bolsillos que por la de sus cuerpos.
Tambi¨¦n va de eso: del control de la sociedad sobre la que pesa m¨¢s la desconfianza que la responsabilidadTambi¨¦n va de eso: del control de la sociedad sobre la que pesa m¨¢s la desconfianza que la responsabilidad
A la vista de la revuelta auton¨®mica, el Gobierno se ha visto obligado a dar marcha atr¨¢s esta misma semana, ha rebajado la controversia y solo se exigir¨¢ el uso de mascarillas en esos supuestos si uno est¨¢ paseando por la playa pero no si est¨¢ expuesto al sol ni, por descontado, ba?¨¢ndose aunque no est¨¦ nadando ni haciendo ejercicio. Dicho, escrito y le¨ªdo as¨ª, suena a un desatino may¨²sculo, a herencia de la Celtiberia Show de Luis Carandell, pero que tambi¨¦n obliga a preguntarnos cu¨¢ntas incongruencias parecidas se habr¨¢n colado entre las m¨¢s de 3.000 normas e imposiciones aprobadas durante todo este tiempo eterno y fugaz a la vez. Lo primero por la pesadez de las restricciones. Lo segundo por la capacidad humana de echar la vista atr¨¢s y darse cuenta de que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Precisamente.
No parece, sin embargo, que aquel famoso poema de Antonio Machado haya estado presente entre quienes se han visto ante el reto de tomar duras decisiones y dictar propuestas impopulares que, en parte, siguen condicionando nuestras vidas y coartando nuestra libertad. Especialmente en los aspectos que el tiempo y la experiencia hubieran ayudado a evitar idas y venidas, restricciones y permisos, discusiones est¨¦riles y debates innecesarios con el objetivo de dibujar un falso consenso. Porque tambi¨¦n va de eso. Del control de la sociedad sobre la que pesa m¨¢s la desconfianza que la responsabilidad, la sospecha que la convicci¨®n y el recelo que la tranquilidad. En caso contrario hubieran predominado sugerencias y no imposiciones, como han hecho otros pa¨ªses donde el balance provisional ha acabado siendo m¨¢s o menos el mismo. Con sus errores de c¨¢lculo y sus dudas razonables, como ha sucedido en Suecia, Suiza y Holanda, pero con la seguridad de que, descontando los abusos puntuales, la conducta general de la ciudadan¨ªa ser¨ªa tan generalmente responsable como cautelosa. Y a la vista de lo comprobado en este pa¨ªs, as¨ª tambi¨¦n han ido las cosas por la cuenta que a todos nos trae.
Uno de cada cuatro espa?oles tuvo miedo a morir de covid y un tercio llor¨® por los estragos de la pandemiaUno de cada cuatro espa?oles tuvo miedo a morir de covid y un tercio llor¨® por los estragos de la pandemia
En paralelo, la salud mental que tanto molest¨® a un diputado del PP ante la preocupada pregunta al Gobierno de ??igo Errej¨®n se est¨¢ cobrando numerosas bajas y sigue siendo motivo de temor de especialistas. La factura que nos pasar¨¢ colectivamente este episodio para la historia lo har¨¢ incluso a pesar de la capacidad de olvidar detalles y cap¨ªtulos de un serial que va renovando temporadas y ofreciendo razones para seguir nutriendo la creatividad de los guionistas m¨¢s acreditados.
Dice el CIS que uno de cada cuatro ciudadanos espa?oles tuvo miedo a morir de covid durante los primeros 12 meses de su dominio, que un tercio llor¨® por los estragos de la pandemia, m¨¢s del 40% sufri¨® alteraci¨®n del sue?o y la mitad de la poblaci¨®n not¨® la p¨¦rdida de energ¨ªa. Casi nada. Y todo ello a pesar de la imposibilidad de retener algunas condiciones que el tiempo ha convertido en minucias. O as¨ª podemos haberlo decidido tambi¨¦n por cuestiones de salud mental. Por ejemplo, que la obligaci¨®n del uso de la mascarilla no se impuso hasta el 20 de mayo, cuando lo public¨® el mismo BOE. Los dos primeros meses de confinamiento, cuando los terribles datos sanitarios parec¨ªan no tener fondo ni final, era una simple sugerencia que, casualmente, coincid¨ªa con su falta de existencias. Es solo un recuerdo.
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