V¨ªsteme despacio
La izquierda catalana lleva unos d¨ªas instalada entre la sorpresa y la perplejidad por dos reveses judiciales
Cuando ciertas ideolog¨ªas iniciaron su crisis, algunos de sus inalterables convencidos las elevaron a religi¨®n para intentar salvarlas. Y siguieron crey¨¦ndoselas y profes¨¢ndolas como los cristianos cuando escondieron su fe en las catacumbas esperando tiempos mejores. Luego llegaron otras opciones aparentemente laicas que cambiaron las miradas y est¨¢n revolucionando el mundo para librarlo de sus excesos. Tambi¨¦n ¨¦stas tienen sus profetas, algunos de los cuales son creyentes resucitados de convicciones anteriores que han ensamblado aquellas a las nuevas tendencias. Su fe resuena con tanta ortodoxia que corren el riesgo de convertirse en su principal contraindicaci¨®n porque confunden el camino con el destino. Su alarmismo no da tregua ni tiempo al mientras tanto a pesar de que siempre hay un per¨ªodo de incubaci¨®n imprescindible para combatir con eficacia al virus devastador. Y es ah¨ª donde Borges recobra su viveza al considerar tan absurdo tildar de fascista a un anticomunista como decir que no ser cat¨®lico es ser morm¨®n.
La izquierda catalana lleva unos d¨ªas instalada entre la sorpresa y la perplejidad por dos reveses judiciales. Uno, el del Tribunal Constitucional al tumbar la ley de la vivienda aprobada por el Parlament el a?o 2020 a pesar de que ya lo advirti¨® el Consejo de Garant¨ªas por invadir competencias del estado y limitar el precio de los arrendamientos que obliga a una norma com¨²n como ha recordado y argumentado Marc Carrillo en estas p¨¢ginas. La paradoja es haber ca¨ªdo en el error del independentismo quienes le reprochaban la imprudencia de la prisa. Que lo fue.
Es obvio que hay problemas sociales que precisan de una respuesta m¨¢s ¨¢gil que el calendario legislativo. Pero aprendimos que para escribir las cosas bien es necesario hacer buena letra. De lo contrario, la justicia convertida ya en el perejil de todas las salsas, acaba detectando errores que evidencian que, a veces, lo bueno es enemigo de lo mejor.
Algo de esto ha resonado esta semana al conocerse la segunda sentencia. La del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya revocando la zona de bajas emisiones de una parte del ¨¢rea metropolitana de Barcelona. La
respuesta oficial ha sido replicarla con los argumentos que ser¨ªan inaceptables en sentido contrario. Y descalificar a los magistrados por denunciar una documentaci¨®n insuficiente, unas pruebas desfasadas y una inconcreci¨®n geogr¨¢fica que parec¨ªa tomar las partes por el todo. Es cierto que en algunas apreciaciones los jueces inducen a pensar que lo analizaron como si se tratara de las propuestas de restricciones durante la lucha contra la pandemia. Porque tambi¨¦n en alguna de aquellas determinaciones hab¨ªan reclamado mejor informaci¨®n solo que la ped¨ªan antes de tomar la decisi¨®n definitiva que acababan avalando cuando aqu¨ª lo sentenciaron sin mediar otra palabra que no fuera la procesalmente indicada.
Ser¨ªa constructivo para la pol¨ªtica y de una mejor defensa democr¨¢tica esmerarse un poco m¨¢s en las redacciones de las normas. Especialmente en aquellas que levantan grandes expectativas sociales porque persiguen resolver problemas urgentes de la ciudadan¨ªa. As¨ª se evitar¨ªa que las ansias se comieran las plantas.
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