La tentaci¨®n roja
Si el mismo Parlamento europeo ya conden¨® la intromisi¨®n de Rusia en diversas elecciones continentales mucho antes de la invasi¨®n de Ucrania, lo que ahora trasciende puede merecer el mismo inter¨¦s que las investigadas infecciones de Pegasus. Solo que en sentido contrario
La conciencia solo puede existir si uno tiene conciencia de que existe. Siguiendo la l¨®gica de Sartre, algunos pol¨ªticos pueden disimular en p¨²blico mostr¨¢ndose ajenos a tenerla. Cuando as¨ª act¨²an, uno no sabe qu¨¦ es peor: que se muestren tan poco recatados y en exceso inmorales o que opten por considerar que aceptar el error es signo de debilidad. En cualquiera de los casos, sin embargo, lo que es seguro es que la procesi¨®n ir¨¢ por dentro. Y es all¨ª donde nadie puede escudri?ar m¨¢s que el directamente afectado, donde ¡°esa voz del alma¡± que es la conciencia, en definici¨®n de Shakespeare, declara contra uno mismo a falta de testigos. Pongamos un ejemplo.
Si ¨¦l no lo cuenta, nunca sabremos cu¨¢ntas veces Carles Puigdemont debe haberse enfrentado a su propio espejo para preguntarse si se equivoc¨® al no convocar elecciones cuando estuvo a punto de hacerlo aquel aciago octubre de 2017. En cambio, opt¨® por la declaraci¨®n unilateral de la independencia que tampoco fue. Y huy¨® para reconstruir su relato, de tan feliz aceptaci¨®n entre sus seguidores, seg¨²n el cual la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 estaba igualmente garantizada a pesar de la potencial cita oficial con las urnas que ¨¦l hubiera podido firmar. Pero tampoco nadie lo sabe con certeza. Aunque todo indicar¨ªa que tal posibilidad hubiera podido condicionar a un Rajoy temeroso de quedar a¨²n peor ante el mundo, porque ?c¨®mo se juzgar¨ªa a un Gobierno que se proclama democr¨¢tico interviniendo una autonom¨ªa que acaba de iniciar un periodo electoral de manera democr¨¢tica? No obstante, al no suceder entonces ni lo uno ni lo otro, a ojos de hoy todo se reduce a mera ucron¨ªa.
Tampoco fue que 10.000 soldados rusos vinieran a apuntalar la posible rep¨²blica catalana. Ni siquiera que el r¨¦gimen de Putin pudiera estar interesado en nada, ironizaban los susceptibles cuando los rumores hablaban de tama?a cooperaci¨®n. Y denunciaban conjuros y propagandas mientras se negaba con la misma contundencia de la que ahora se esconden quienes han sabido que s¨ª. Que los supuestos enviados del Kremlin vinieron, fueron recibidos y propusieron. Y de aquellas indignidades propagand¨ªsticas se ha pasado a disimular la aceptaci¨®n judicial por parte del enlace de V¨ªctor Tarradellas de que Carles Puigdemont se reuni¨® en la Casa dels Canonges con quien ayer quiso y pudo ser aliado y hoy aparece apestado. Por el resultado propio, pero especialmente por el cambio de escenario ajeno que expone maldad all¨ª donde vend¨ªa compromiso. Y el propio expresident ha tenido que reconocerlo aun advirtiendo que ni las propuestas le parecieron viables ni las condiciones aceptables. Pero sucedi¨®.
No es este un detalle menor que a ojos europeos puede venir a socavar la gran ayuda que supuso el Catalangate para la causa independentista. Porque si el mismo Parlamento de Estrasburgo ya conden¨® la intromisi¨®n del Kremlin en diversas elecciones continentales mucho antes de la invasi¨®n de Ucrania, lo que ahora trasciende puede merecer el mismo inter¨¦s que las investigadas infecciones de Pegasus. Solo que en sentido contrario.
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