The Strokes se conformaron con entretener en el Primavera Sound pudiendo arrasar
Lorde tampoco cuaj¨® un concierto remarcable en el festival y Brittany Howard impuso el peso de la tradici¨®n
Hay una ley no escrita que casi proh¨ªbe decepcionarse ante la visita de los artistas que a cada persona le parecen relevantes. A menos que sus conciertos sean desastrosos, pautados por la desidia o directamente una tomadura de pelo, el resultado final siempre tiende a celebrarse. La voluntad del p¨²blico se multiplica cuando ¨¦ste se integra en la masa, motor ocasional de agobios pero tambi¨¦n de pertenencia a un compacto colectivo que olvida una hipot¨¦tica suma de objeciones para imponer una voluntad general que tiene por destino la diversi¨®n. En estos casos es el p¨²blico quien triunfa por encim...
Hay una ley no escrita que casi proh¨ªbe decepcionarse ante la visita de los artistas que a cada persona le parecen relevantes. A menos que sus conciertos sean desastrosos, pautados por la desidia o directamente una tomadura de pelo, el resultado final siempre tiende a celebrarse. La voluntad del p¨²blico se multiplica cuando ¨¦ste se integra en la masa, motor ocasional de agobios pero tambi¨¦n de pertenencia a un compacto colectivo que olvida una hipot¨¦tica suma de objeciones para imponer una voluntad general que tiene por destino la diversi¨®n. En estos casos es el p¨²blico quien triunfa por encima del artista, que haga lo que haga se ver¨¢ arrastrado por el empuje hedonista de la multitud. Sirva esto para explicar los ¨¦xitos de Lorde y de The Strokes en el Primavera Sound, artistas que pese a no redondear actuaciones singulares, rese?ables o inolvidables se alzaron con sendas coronas en la jornada del viernes. Con menos masa ante su escenario, Brittany Howard, una artista de Alabama que form¨® parte de Alabama Shakes, y que se ha movido cent¨ªmetro y medio de la tradici¨®n musical de su tierra, ofreci¨® a¨²n bajo el sol un concierto con mucha sustancia.
Todav¨ªa perduraba en el recuerdo el concierto que la neozelandesa Lorde hab¨ªa ofrecido en el mismo festival hace unos a?os, un concierto de joven emocionalmente azorada. La noche del viernes nos la mostr¨® m¨¢s resuelta en su pose, que ya se iniciaba con un mono ajustado negro que desvelaba por medio de aberturas los laterales de su figura. Sin embargo, musicalmente Lorde estuvo mucho m¨¢s meliflua, y las canciones de su nuevo disco y un arranque tibio del repertorio no acabaron de convencer m¨¢s que a su m¨¢s entregado p¨²blico. S¨®lo en su parte final tom¨® nervio la actuaci¨®n con el empuje de la electr¨®nica, pero pese a que hubo m¨¢s temas del exitoso Melodrama que de su ¨²ltimo trabajo, el concierto s¨®lo vol¨® al final. Rematado por un sol que podr¨ªa representa los desvelos ecologistas que inspiran Solar Power, del que s¨®lo interpret¨® tres temas, algo hizo que el concierto no fluyera con la tensi¨®n y drama mostrado en ese mismo festival hace cuatro a?os. Lorde se esforz¨®, nada que objetar, cant¨® desde el suelo, quiso apasionarse y son¨® su grupo compacto y ajustado y los arreglos, esta vez no afectados por el bajo volumen de la v¨ªspera, llegaron n¨ªtidos al p¨²blico, que al final fue quien empuj¨® la actuaci¨®n al ¨¦xito. Por cierto, cay¨® hasta una versi¨®n de Bananarama debidamente filtrada por el estilo elegante de Lorde.
Ya con la Plataforma Marina atestada de p¨²blico, lleg¨® el momento de The Strokes. Se podr¨ªa decir que sus guitarras nerviosas dinamizaron su concierto, que el ritmo result¨® imparable, que Julian Casablancas hizo comentarios chistosos, demasiados, de todo tipo, incluyendo la presencia de p¨²blico internacional en tierra de catalanes, que el p¨²blico grit¨®, que se corearon sus canciones y que la diversi¨®n rein¨®. Sin ser falso todo lo antedicho, tambi¨¦n pareci¨® que The Strokes s¨®lo satisficieron sin ambages cuando abordaron sus grandes ¨¦xitos. Ya en Hard To Explain, segundo tema, emergi¨® de la masa una muleta, m¨¢xima expresi¨®n de alegr¨ªa en un concierto, Someday convirti¨® a la multitud en corista, que olvid¨® esta tarea para abandonarse con New York City Cops y botar como criaturas en una cama el¨¢stica cuando son¨® Reptilia, pero la tensi¨®n no se manten¨ªa, el concierto era una sucesi¨®n de instantes inconexos y la bola de nieve no descend¨ªa sin freno por la ladera. Puede que fuesen de sobrados, puede que se sintiesen capaces de triunfar hasta cambiando guitarras por ukeleles y puede, que pudo, que hasta se permitiesen dejar Last Nite dentro de la chistera para sacar en los bises la final Threat Of Joy, excelente idea para que nadie pidiese bises de puro planchado que se qued¨® el personal. La cuesti¨®n es que lo ten¨ªan todo para arrasar y s¨®lo divirtieron.
A esas horas de la noche el wifi ya hab¨ªa hecho trastadas, iba y ven¨ªa caprichosamente mientras la seguridad encauzaba la masa. Por cierto, hasta el personal de aspecto m¨¢s racialmente nacional ya dice ¡°viaip¨ª¡± en lugar de vip, una concesi¨®n a Shakespeare de lo m¨¢s servicial. El castellano y el catal¨¢n siguen tan ausentes como la tortilla de patata en las zonas de restauraci¨®n, donde s¨®lo se echa en falta cocina in¨²til. En este contexto global, actuaciones como la de Brittany Howard hablaron de un mundo inalterable, el de la m¨²sica negra de siempre, el soul y el funk. Si muchos artistas incluyen versiones como gui?os, la ex vocalista de Alabama Shakes las usa como estructura a la que mostrar respeto por su car¨¢cter seminal. Hizo tres, Funkadelic, Jackie Wilson y Nina Simone, la primera para abrir y la ¨²ltima para cerrar un repertorio de 10 piezas. Nada de gui?os, honor a un pasado del que venimos y que es presente. El resto fue material de su ¨²ltimo disco con una incursi¨®n, maravillosa, en su propio pasado con Stay High. Su figura maravillosamente oronda, s¨®lo superada por un organista f¨ªsicamente inabarcable, se cubri¨® con una suerte de kimono de vivos colores que junto a su voz, guitarra, entrega y ritmo cautivaron. En la ant¨ªtesis del modelo de mujer que impone la publicidad, Brittany, exultante y racial, demostr¨® que el tiempo no todo lo atropella.
Las colas y el gregarismo
Somos gregarios, no se olvide al valorar el funcionamiento de un acontecimiento de masas. Por muchos lavabos que se instalen, por mucho que por fin se haya roto la segmentaci¨®n por sexos y convivan varones orinando en postes con mujeres que hacen cola frente a cabinas que todo el mundo pueda usar, se entiende que en el caso de los varones s¨®lo para aguas mayores, si todo el mundo decide ir al lavabo m¨¢s cercano a la vez, cuando acaba un concierto, podr¨ªa haber cabinas entre el F¨®rum y la Barceloneta y no se dar¨ªa abasto. M¨¢s o menos ocurre lo mismo con las barras. S¨ª, es cierto que hay personal que parece no tener m¨¢s relaci¨®n con la hosteler¨ªa que la de consumidor, pero aunque las atendiese el Tom Cruise de Cocktail no podr¨ªan dar buen servicio si todo el mundo quiere beber a la vez en el mismo lugar. Desplazarse a un escenario cercano con barras vac¨ªas requiere en ocasiones la misma inversi¨®n de tiempo, pero seg¨²n parece nos gusta la compa?¨ªa. No se trata de disculpar a la organizaci¨®n, que bien puede disponer m¨¢s personal y m¨¢s profesional, que ha de vigilar con los medios disponibles para que la red no caiga, cosa que puede pasar y pasa en grandes aglomeraciones, pero hay que ponerse tambi¨¦n en su lugar y entender que el comportamiento gregario es un h¨¢ndicap. En este sentido, lo que s¨ª deber¨ªa de ser una obligaci¨®n inexcusable es ofrecer muchos m¨¢s puestos de agua gratuita, un bien preciado que en la noche del viernes generaba colas, estas s¨ª inexcusables, en la zona de restauraci¨®n.
Y lo que queda por encima de todo es el buen comportamiento general del p¨²blico, que hace colas sin alterarse m¨¢s de la cuenta. Y por cierto, la cantidad de peleas e incidentes violentos se queda en cifras habituales y tolerables. Seg¨²n la organizaci¨®n, hay tres o cuatro peleas diarias, una cantidad que parece aceptable entre tantos miles de personas.
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