El festival Primavera Sound arranca su segundo fin de semana tras el ¨¦xito de su periplo por salas
Dry Cleaning, con su hier¨¢tica cantante, han sido los protagonistas de las primeras horas en el F¨®rum
Cambian los colores de las pulseras, en un pasillo de acceso a la Plataforma Marina ya no hay restauraci¨®n para que las colas no dificulten el tr¨¢nsito y Colau y Ayuso bes¨¢ndose son ahora Guardiola y Mourinho, un paso m¨¢s en lo que podr¨ªa considerarse una inmodestia de quien quiere presentarse como objeto de litigio entre Barcelona y Madrid. Si hubiese m¨¢s fines de semana del Primavera Sound ver¨ªamos a Copito de Nieve encaramado en el madro?o del oso. En lo musical, y a la espera de las estrellas de la noche, Dry Cleaning protagonizaron un excelente concierto.
El cuarteto ingl¨¦s, de sonido post-punk, tiene en sus cantante, Florence Shaw, una gema. Hier¨¢tica, lacia melena casi hasta la cintura, p¨¢lida como una noble decimon¨®nica, labios rojo pasi¨®n, ni canta ni declama, s¨®lo dice, habla con un gesto entre desde?oso, distante y desconfiado que acent¨²a en escena frunciendo los labios y mirando hacia los lados con una mirada ligeramente estr¨¢bica y azul. Podr¨ªa estar en Ascott criticando sombreros. Sonido terso de guitarra y bajo para piezas ligeramente oscuras cuyas letras parecen retazos, mensajes entrecortados propios de la escritura abreviada y digital.
Canciones como More Big Birds, la m¨¢s pop, o Scratchcard Lanyard, sencillo exitoso de su disco de debut, fueron dos claves de un concierto a¨²n bajo un sol que como la cantante de Dry Cleaning parec¨ªa decir que estaba all¨ª pudiendo estar en cualquier otro lado.
Pero lo que ha centrado la actualidad del festival durante la semana ha sido su extensi¨®n por casi una docena de salas de la ciudad hasta la noche del mi¨¦rcoles. Seg¨²n contaba Carmen Zapata, gerente de ASSAC, la asociaci¨®n que las agrupa, ¡°todas las salas est¨¢n entusiasmadas y repetir¨ªan sin dudarlo, los llenos han sido constantes y los conciertos han ido como un tiro¡±. Los locales, que se quedaban con el importe del 15% del aforo puesto a la venta -el resto se completaba por orden de llegada- y con la recaudaci¨®n de las barras, no cobraban alquiler al festival y pagaban parte de la producci¨®n, una producci¨®n que en el caso de Razzmatazz hubo de ampliarse para regular colas que se extend¨ªan por las manzanas de las inmediaciones, pues ya se formaban al mediod¨ªa.
A¨²n a pesar de este incremento de producci¨®n traducido en m¨¢s personal y vallado, Llu¨ªs Torrents, gerente de la sala, compart¨ªa el entusiasmo manifestado por Carmen Zapata: ¡°S¨ª, hemos tenido m¨¢s producci¨®n de la prevista y a¨²n no he hecho n¨²meros, pero estoy seguro de que ser¨¢n positivos, aunque lo m¨¢s importante es que salas y festival puedan colaborar en beneficio com¨²n. Ojal¨¢ se repita el a?o que viene¡±, manifest¨®. De esta manera, el Primavera a la Ciutat ha dado trabajo a las salas y al mismo tiempo ha fijado al p¨²blico en la ciudad entre los dos fines de semana del F¨®rum. De propina ha introducido elementos en el debate de si la relaci¨®n entre festival y salas es la misma que entre grandes ¨¢reas comerciales y tiendas de proximidad.
Otro logro de esta programaci¨®n ha sido permitir ver de lejos y de cerca a grandes estrellas que han actuado en locales con aforos en ocasiones inferiores a su popularidad. Las colas eran, pues, inevitables. As¨ª, el domingo pasado por la noche, Razzmatazz parec¨ªa un fuerte rodeado por indios, que en este caso hac¨ªan civilizada cola. S¨ª, es cierto, resulta molesto esperar sin saber si habr¨¢ finalmente lugar o no, pero no parece f¨¢cil encontrar otros medios de control que permitan regular el aforo de todo un Beck actuando ante un auditorio para ¨¦l tan reducido. M¨¢s o menos como programar a Manolo Garc¨ªa en un portal. No hay que ser muy imaginativo para suponer lo que ocurri¨®: la sala, llena por completo, enloqueci¨® con la actuaci¨®n del de Los ?ngeles, que estaba tan cerca que pod¨ªa verse que el bajo de sus pantalones, de campana, como los que luci¨® en el F¨®rum, estaban un poco manchados por el roce del suelo. Hizo un repertorio muy similar al de su anterior concierto, con apenas un par de variaciones y tanto como ¨¦l, con su vitalista concierto, triunfaron tambi¨¦n sudor y entusiasmo.
All¨ª mismo, la noche del mi¨¦rcoles la llen¨® Megan Tee Stallion, una rapera norteamericana de trayectoria ascendente que impuso su poder¨ªo ya desde el vestuario, un sucinto conjunto negro cruzado por tiras que le daban un aire de dominadora. La parte posterior, exigua como un mondadientes, dejaba descubierto lo que se deb¨ªa de ver estremecerse cada vez que hac¨ªa twerking, momento en el que las mujeres en la sala gritaban a¨²n m¨¢s que los hombres, viendo en este gesto un elemento de autoafirmaci¨®n femenina. La actuaci¨®n comenz¨® con un sonido muy bajo que fue tomando cuerpo en los 50 minutos que dur¨®. La primera parte, seca, con sucintas bases de graves densos, tuvo punto ¨¢lgido con Body. Ya en el final, breve interludio rhythm and blues, hizo vibrar las paredes con Sweetest Pie, sencillo que canta con Dua Lipa, una de las estrellas de ayer en el F¨®rum. Y en el mismo lugar, pegado al escenario, el mismo personaje en los dos conciertos, un ingl¨¦s bajito como Rompetechos, cosa rara, d¨¢ndolo todo, cosa habitual, que hizo tambi¨¦n twerking. M¨¢s que odiosa la comparaci¨®n ser¨ªa chistosa. Dado su entusiasmo debi¨® pasarse all¨ª la semana, clavado. Es probable que hubiese bailado hasta con Leonard Cohen.
Igual llenazo registr¨® una sala tan peque?a como Sidecar, donde Cassandra Jenkins hizo el lunes un delicado concierto no deslucido por la falta de instrumentaci¨®n, apenas un trio de guitarra, bajo y bater¨ªa. Como en Razzmatazz y como en casi todas las salas, abrumadora presencia de extranjeros; en Sidecar mayormente norteamericanos, como Cassandra. En un punto indeterminado entre el pop, el rock y el folk, cantante de voz ¨ªntima y canciones fr¨¢giles y vaporosas, cerr¨® su repaso al ¨²ltimo disco con una versi¨®n m¨¢s en¨¦rgica de Hard Drive, un corte en el que habla dulcemente mientras la canci¨®n va despegando alrededor de su voz. Y todo ello a distancia casi de susurro.
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