Messi vale 50 euros
El furor por los cromos del mundial de Qatar abarrota de gente los alrededores del Mercat de Sant Antoni de Barcelona
Era el peor caso de embotellamiento humano: el que no avanzaba. Como si fuera una tarde cualquiera en el Portal de l¡¯?ngel, los alrededores del Mercat de Sant Antoni de Barcelona estaban poblados de gente el pasado domingo por la ma?ana. De pie, anclados a su pedazo de suelo, cada uno buscaba la mejor y feliz oferta para cambiar figuritas. En definitiva, todos andaban tras los pasos de las que les faltaban. ¡°Nunca hab¨ªa visto un furor en Espa?a por los cromos como este a?o¡±, me explica Llu¨ªs...
Era el peor caso de embotellamiento humano: el que no avanzaba. Como si fuera una tarde cualquiera en el Portal de l¡¯?ngel, los alrededores del Mercat de Sant Antoni de Barcelona estaban poblados de gente el pasado domingo por la ma?ana. De pie, anclados a su pedazo de suelo, cada uno buscaba la mejor y feliz oferta para cambiar figuritas. En definitiva, todos andaban tras los pasos de las que les faltaban. ¡°Nunca hab¨ªa visto un furor en Espa?a por los cromos como este a?o¡±, me explica Llu¨ªs Torrent, director general de Panini en Espa?a. Regate¨¦ a personas con m¨¢s paciencia que nervio hasta que choqu¨¦ con un acento familiar.
-?Sos argentino?
-S¨ª.
-?De qu¨¦ cuadro (equipo) sos?
- De Racing.
No necesit¨¦ saber nada m¨¢s. Me met¨ª la mano en el bolsillo, cog¨ª el taco de repetidas (unas 50, entre las que se encontraban las codiciadas de Neymar y de Ansu Fati) y se lo entregu¨¦ a ese ni?o, del que desconozco su nombre y su edad. Solo sab¨ªa tres cosas. Dos muy importantes (nacionalidad y equipo); la tercera, meramente circunstancial, coincidimos en espacio y tiempo. Su cara, con el taco en la mano, pas¨® de la incredulidad a la alegr¨ªa. Y yo estaba contento, no solo porque acababa de completar mi ¨¢lbum, sino porque encontr¨¦ en la felicidad compartida una buena forma de celebrarlo. A veces, hay que aferrarse a los t¨®picos, sobre todo cuando tienes m¨¢s de 40 tacos y est¨¢s cambiando cromos.
Crec¨ª con mi madre repiti¨¦ndome: ¡°Te vas a arrepentir de querer ser grande¡±. La frase me generaba lo mismo que los 10 mandamientos de la Iglesia cat¨®lica (menos matar, evidentemente, el resto me los zamp¨¦ a todos). La ignoraba, pero con culpa. La peor de las culpas: la que ni siquiera terminas de entender. Nadie es consciente del valor de la ni?ez mientras la vive. La infancia nace pasado. Por eso, con un poco de suerte (como en general fue mi caso), la infancia es un bonito recuerdo. Yo no encontr¨¦, entonces, mejor gasolina para mi memoria que un viaje al patio del colegio durante tres domingos consecutivos en el Mercat de Sant Antoni.
El ¨¢lbum del mundial hab¨ªa llegado a mis manos de casualidad: aparecieron un par en mi mesa de la redacci¨®n. No lo entend¨ª como una se?al del destino porque ya hab¨ªa visto que por la Cadena Ser tambi¨¦n hab¨ªan pasado los muchachos de marketing de Panini para adelantar la Navidad. Me llev¨¦ a casa uno sin demasiada convicci¨®n, hasta que Martita (mi mujer), sin decirme nada, se present¨® una ma?ana con 10 paquetes de cromos. Un regalo vestido de Delorean que me mand¨® a 1990. Con el mundial de Italia como excusa y la ayuda de mis hermanos (soy el menor y, probablemente, de aqu¨ª nace esa tara en modo Tom Hanks en Big) complet¨¦ mi primer ¨¢lbum de figuritas. El de este a?o tiene 670 cromos. El sobre, que trae cinco, vale un euro. Pura matem¨¢tica: 20 c¨¦ntimos la pieza.
Mi problema de entrada, o al menos eso cre¨ªa, era que me faltar¨ªan mis compa?eritos de colegio. Mi primera llamada fue a mi amigo Thiago Arantes, fetichista en general, amante de los cromos en particular. ¡°Las figurinhas son una manera de retener la historia. Veo uno de Romario del 94 y conecto con mi yo del mundial de Estados Unidos¡±, me contaba mientras me ensa?aba una caja llena de cromos viejos de mundiales, eurocopas y ligas brasile?as. La segunda persona a la que contact¨¦ fue al inmenso Lu Mart¨ªn. Siempre es bueno llamarlo, ¨²til como pocos cuando es necesario recurrir a cuestiones de picard¨ªa, indispensable cuando preciso el olfato de la calle. Pocos conocen Barcelona como ¨¦l. ¡°Nin, t¨² hazme caso. Primero entra al Mercado. Ah¨ª est¨¢n los que venden los cromos. Qu¨¦date con los precios en la cabeza y despu¨¦s ve a cambiar a la calle. No cambies uno caro por uno barato¡±, me aconsej¨®.
Yo, mientras tanto, aprend¨ªa a gestionar el paso del tiempo. Como ya no pod¨ªa retener el nombre de todos los jugadores, me hice una planilla de Excel, con sus f¨®rmulas y colores. No estaba para Silicon Valley, pero era lo suficientemente llamativa para que mi amiga y colega de la secci¨®n de cultura Noelia Ram¨ªrez me pescara un s¨¢bado apuntando mis cromos. ¡°T¨ªo, ?qu¨¦ haces? Tienes que contar esto¡±. La ilusi¨®n del Excel, sin embargo, me la mat¨® mi sobrino. ¡°Sos un boomer, hay una aplicaci¨®n que se llama Figuritas¡±. Segu¨ªa los nuevos consejos como me aferraba a los viejos, compraba cromos siempre en diferentes Quiscos. ¡°Esos son mitos, leyendas. Imag¨ªnese el costo de log¨ªstica que puede tener repartir los cromos seg¨²n los barrios. Y tambi¨¦n se fabrican exactamente todos los cromos por igual. No hay menos de Messi¡±, me asegura Torrent.
El cromo de Messi, sin embargo, se me hizo desear. Ni siquiera lo encontraba en los puestos de venta de cromos. ¡°Los m¨¢s conocidos, como Cristiano, Neymar, o Lewandowski no los tenemos en las carpetas. Est¨¢n aparte. Todos valen cinco euros, menos Messi que vale 10. Pero ahora no lo tenemos¡±, explicaba un vendedor del Mercado. Otro comerciante (este m¨¢s aficionado, de los que se plantan en la calle) me explicaba los valores de las figuritas. ¡°Los cromos de los que ganaron el Bal¨®n de Oro valen m¨¢s, tambi¨¦n los que tienen un futuro prometedor como Pedri o Ansu Fati¡±, me dec¨ªa. ?Y Messi? ¡°Leo ya vale 50¡å, me solt¨®. No hab¨ªa ni cruzado la calle y el valor de Messi se hab¨ªa multiplicado por cinco. Suerte que ya anda en Par¨ªs, si no Laporta transformar¨ªa la figurita del argentino en otra palanca para palear las deudas del Bar?a.
A la espera de Messi, me tiraba horas cambiando figuritas, por momentos en el suelo, pocas veces con ni?os, casi siempre con adultos, pero todos con la misma ilusi¨®n. No era ninguna sorpresa, entonces, que se escuchara poco los famosos ¡°tengui¡± y ¡°falti¡± y mucho los ¡°FCW10¡å, ¡°ARG7¡å, ¡°ESP18¡å (nombres de los cromos). ¡°Mi marido, al menos, viene con nuestra hija. T¨² est¨¢s solo¡±, me desafi¨®, entre risas, una mujer que intentaba ser simp¨¢tica. Qu¨¦ la juzgue Dios. Pero lo cierto es que ten¨ªa raz¨®n: las calles del mercado se hab¨ªan convertido en el patio del colegio de los adultos. ?Un placebo al paso del tiempo? Seguramente. Son curiosos los tiempos modernos, parafraseando a mi amigo Ramiro Mart¨ªn, parece como si Disney hubiera colonizado a todas las edades.
Por cierto, me toc¨® Messi. Y, por las dudas, dej¨¦ que lo pegara mi hija Greta. No fue culpa, solo intentaba ser un buen padre.
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