La culpa es del fr¨ªo de Montju?c
Aunque las excusas han sido m¨²ltiples, la del fr¨ªo es posiblemente una de las m¨¢s convenientes para explicar el a?o en blanco del Bar?a
El fr¨ªo cala hasta los huesos en Montju?c desde que se apag¨® el pebetero que encendi¨® Barcelona-92. No prende la llama con los rayos del sol y el estadio no se contagia de la magia de la monta?a ol¨ªmpica ni de la fuerza del Palau Sant Jordi. El campo parece insensible a la m¨²sica y al deporte cuando juega el Bar?a....
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El fr¨ªo cala hasta los huesos en Montju?c desde que se apag¨® el pebetero que encendi¨® Barcelona-92. No prende la llama con los rayos del sol y el estadio no se contagia de la magia de la monta?a ol¨ªmpica ni de la fuerza del Palau Sant Jordi. El campo parece insensible a la m¨²sica y al deporte cuando juega el Bar?a. El ruido que suena por megafon¨ªa y los gritos de la grada nada tienen que ver con el f¨²tbol de un equipo destemplado desde que empezaron las obras del Camp Nou. No hay abrigo que valga para combatir una sensaci¨®n de fr¨ªo superior a la temperatura oficial del Estadio Llu¨ªs Companys. Aunque la vejez es un proceso de enfriamiento -palabra de Josep Pla-, Montju?c es g¨¦lido en invierno y en verano, para ni?os y mayores, por m¨¢s radiante que resulte Barcelona.
No hay pitos ni broncas sino que se dan situaciones in¨¦ditas si se comparan con las vivencias del Camp Nou. Los radicales barcelonistas se animaron tanto para entrar en calor que confundieron el bus del Bar?a con el del Par¨ªs Saint Germain. Queda tambi¨¦n constancia del asombro que caus¨® la ola vista en la grada el d¨ªa de la visita del Valencia cuando el marcador reflejaba un 2-2. Hay muchos aficionados que no sienten el f¨²tbol ni el fr¨ªo y consumen los partidos de la misma manera que pasean con el bus tur¨ªstico por el paseo de Gr¨¤cia. Apenas hay momentos de juego y menos de espect¨¢culo en una cancha extra?a por otra parte a los habituales cascarrabias seguidores del Barcelona. Muy dif¨ªcilmente el aficionado cul¨¦ presume de ir a Montju?c.
Acaso contar¨¢ el esfuerzo y el sentido de la militancia que supone subir hasta el estadio por la cuesta, por las escaleras, por el mal humor y por el fr¨ªo sin saber en qu¨¦ sitio estar¨¢ en el campo, acostumbrado al coche o al transporte p¨²blico con el que se presentaba en el Camp Nou. ?nicamente unos 17.064 socios retiraron su abono de la temporada que ahora acaba mientras que m¨¢s de 60.000 se acogieron a la excedencia propuesta desde el Barcelona. Las previsiones no han funcionado porque el campo dif¨ªcilmente se ha llenado por la falta de seguidores azulgrana y de unos turistas a los que el cartel barcelonista les parece extra?o desde que parti¨® Messi. La Masia necesita una explicaci¨®n mientras que el 10 se expresaba simplemente con la pelota en el Camp Nou.
El desapego es tal que a veces parece incluso que muchos barcelonistas hacen ver como si el equipo que juega en Montju?c no fuera el suyo o no lo reconocer¨¢n hasta que regresen a su localidad del Camp Nou. El argumento es que si no cotizas te callas porque seguramente el sentido de propiedad solo se adquiere cuando se tiene un asiento fijo y nominal -y m¨¢s cuando ha sido heredado- y se est¨¢ al corriente de pago -o se ha contribuido con una derrama o aportaci¨®n econ¨®mica para combatir la deuda-, cosa que no pasa ahora con Montju?c.
El p¨²blico ronda por las gradas de un estadio fr¨ªo, caro, distante de la ciudad y de los espectadores y en el que muchos no saben d¨®nde est¨¢ el palco en el que de vez en cuando vuela alguna bandeja de canap¨¦s por la ira de Laporta. No ubicar al presidente tiene sus ventajas porque los hinchas m¨¢s enfadados dif¨ªcilmente se giran hacia los directivos para montar en c¨®lera despu¨¦s de derrotas tan dolorosas como han sido las sufridas ante el Madrid, Girona, PSG o el Villarreal. Hasta el equipo femenino ha perdido un partido en Montju?c -el de la semifinal con el Chelsea¡ª Montju?c est¨¢ siendo la monta?a del calvario para el Bar?a.
Los rivales no se sienten intimidados sino m¨¢s valientes y los azulgrana se saben menos fuertes y vulnerables, un escenario opuesto al del Camp Nou. A falta de presi¨®n ambiental, se impone la indiferencia y la frialdad porque y se sabe que el f¨²tbol y el olimpismo -y muy especialmente el atletismo y su pista-, no mezclan bien, y menos en un pa¨ªs en que la raz¨®n social de un club se remite a tener un campo propio, como bien sabe el Espanyol, que durante doce a?os disput¨® sus partidos en Montju?c. Tampoco era un estadio ajeno precisamente al Barcelona. Ronaldo debut¨® como azulgrana goleador en el estadio Llu¨ªs Companys en la Supercopa de 1996 ganada al Atl¨¦tico. Lo Pelat culmin¨® la goleada despu¨¦s de la sorprendente el¨¢stica que se marc¨® el Fen¨®meno, t¨ªtulo con el que se conoc¨ªa a Ronaldo.
Los focos de un equipo que camina solo y sin chispa est¨¢n puestos hoy en dos juveniles de nombre Lamine Yamal y Pau Cubars¨ª mientras que el micr¨®fono est¨¢ pendiente de Xavi. El t¨¦cnico anunci¨® en enero, precisamente en Montju?c, que no continuar¨ªa en el club a partir del pr¨®ximo 30 de junio, decisi¨®n que corrigi¨® en abril cuando desde la ciudad deportiva comunic¨® que cumplir¨ªa su contrato que vence en 2025. Ahora no se sabe ni si llegar¨¢ a final de temporada. La normalidad y la racionalidad, y por supuesto el sentido com¨²n, han sido muy poco habituales en un estadio ol¨ªmpico que ha acabado por acoger los partidos contra el Valencia y la Real en una fecha tan poco futbolera como son los lunes, se?al de la rendici¨®n del Bar?a.
La jornada contra el Valencia ser¨¢ recordada porque muchos periodistas tuvieron que presenciar el encuentro desde una sala de prensa habilitada por los generosos empleados del club despu¨¦s que una cortina de lluvia inundara la tribuna dispuesta para los medios de comunicaci¨®n acreditados para el partido de Liga. El estadio no tiene visera ni impermeable, siempre se llev¨® mal con el agua, que obliga a seguir el encuentro con el ordenador en las rodillas, y por contra es agradecido con el viento, que hace correr el fr¨ªo de punta a punta, un desaf¨ªo para todos los presentes salvo para los que disfrutan de los palcos, que tambi¨¦n los hay en Montju?c.
Ha sido una temporada fr¨ªa para el barcelonismo, un club en que todo el mundo hace ver que est¨¢ muy enfadado, tambi¨¦n la junta porque las p¨¦rdidas econ¨®micas del traslado de campo superar¨¢n en mucho las previstas, que eran del orden de 50 millones. La vuelta al que ser¨¢ nuevo Camp Nou, construido sobre el viejo estadio en el que la ¨²ltima media de espectadores fue superior a los 80.000 ¨C27.000 turistas- va para largo y el desencuentro con Montju?c todav¨ªa se alargar¨¢ hasta diciembre -la capacidad no supera los 50.000 espectadores-. Mucho tiempo para una afici¨®n cansada y desmotivada, reducida a unos 17.064 h¨¦roes que nunca han faltado a pesar de que el juego no ha acompa?ado. Aunque las excusas han sido m¨²ltiples, la del fr¨ªo en Montju?c es posiblemente una de las m¨¢s convenientes para explicar el a?o en blanco del Bar?a.
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