La paradoja del socialismo catal¨¢n

Dos palancas suelen mover las cosas en Catalu?a en su relaci¨®n con el resto de Espa?a. Una es la m¨¢xima acumulaci¨®n de fuerzas en torno al objetivo catal¨¢n privilegiado en cada momento, identificable con las pol¨ªticas de unidad. La otra es la aportaci¨®n a la gobernabilidad espa?ola mediante acuerdos con la fuerza de gobierno en Madrid. Josep Tarradellas supo activar la primera, gracias al consenso unitario que permiti¨® recuperar la instituci...

Dos palancas suelen mover las cosas en Catalu?a en su relaci¨®n con el resto de Espa?a. Una es la m¨¢xima acumulaci¨®n de fuerzas en torno al objetivo catal¨¢n privilegiado en cada momento, identificable con las pol¨ªticas de unidad. La otra es la aportaci¨®n a la gobernabilidad espa?ola mediante acuerdos con la fuerza de gobierno en Madrid. Josep Tarradellas supo activar la primera, gracias al consenso unitario que permiti¨® recuperar la instituci¨®n de autogobierno republicana que es la Generalitat. Jordi Pujol alcanz¨® cotas impensables de poder gracias a la segunda en todas las fases de la democracia recuperada, y Artur Mas le sigui¨® todav¨ªa un trecho hasta 2012. Converg¨¨ncia i Uni¨® obtuvo as¨ª notables contrapartidas de todos: primero de UCD, luego del PSOE felipista y del PP aznarista y otra vez y ¨²ltima del PP rajoyista, hasta el ultim¨¢tum sobre el pacto fiscal en plena crisis monetaria y bancaria europea. La ecuaci¨®n funcion¨® incluso con Zapatero, cuando Mas pact¨® a espaldas de Maragall el recorte del Estatut.

Aquella ecuaci¨®n, acompa?ada del liderazgo econ¨®mico de Catalu?a y con la gobernabilidad como funci¨®n fija, era garant¨ªa de estabilidad y de resoluci¨®n de conflictos, que nunca faltaron, dentro de los cauces constitucionales. Nadie como Pujol ha extra¨ªdo tanto poder de la f¨®rmula, incluso personal y familiar, puesto que junto a los pactos expl¨ªcitos hubo siempre los inevitables acuerdos en las zonas de penumbra. De otra forma no se entender¨ªa su primera victoria ni sus 23 a?os de gobierno, en los que mantuvo unos excelentes canales de comunicaci¨®n con las instituciones del Estado. Por inc¨®moda que resultase la ret¨®rica nacionalista, la confianza estaba asegurada. Se pod¨ªa tensar la cuerda, pero a nadie conven¨ªa la ruptura. Los malos humores se volcaban ritualmente sobre el guerrismo y sus ep¨ªgonos, pero especialmente contra el socialismo catal¨¢n, atrapado en un sigiloso y maquiav¨¦lico consenso entre Gonz¨¢lez y Pujol: t¨² me ayudas a mandar en Madrid y yo corto las alas a los camaradas catalanes.

Carles Puigdemont quisiera recuperar la representaci¨®n de la derecha econ¨®mica, pero siete diputados no constituyen una estrategia, ni pueden devolver a Catalu?a el liderazgo que se perdi¨® bajo su presidencia, y mucho menos trat¨¢ndose de alguien que no valora la estabilidad pol¨ªtica ni la seguridad jur¨ªdica. Como a Alberto N¨²?ez Feijo¨®, le convendr¨ªa un PSC sumiso a La Moncloa y un Pedro S¨¢nchez dominador del socialismo catal¨¢n como anta?o lo fue Gonz¨¢lez. Es una notable paradoja que aquel PSC m¨¢s catalanista tuviera entonces menos m¨¢rgenes pol¨ªticos que el actual, mientras que el PSC tachado ahora de espa?olista marca el paso al PSOE y cuenta con m¨¢s poder institucional en Catalu?a y en el conjunto de Espa?a. Oriol Junqueras y Puigdemont compiten entre s¨ª por alguna palanca de poder, pero es Salvador Illa quien est¨¢ m¨¢s cerca de hacerse a la vez con los resortes del tarradellismo y del pujolismo que hicieron avanzar a Catalu?a durante el siglo XX hasta el retroceso del XXI.