Izal, viaje sideral en reconversi¨®n postpand¨¦mica
El quinteto madrile?o entusiasma a 4.000 personas en el estadio del Levante con la readaptaci¨®n de su show ¡®El final del viaje¡¯

Ya pueden caer pandemias o chuzos de punta, que la f¨®rmula Izal sigue gozando de la misma salud de hierro que antes de ese marzo de 2020 en que nuestras vidas cambiaron. Por aquel entonces tan solo hab¨ªan tenido tiempo de estrenar su espect¨¢culo El final del viaje en tres ciudades: Zaragoza, Granada y Barcelona. Ahora han tenido que reconvertir sus dimensiones y readaptarlo a los rigores sanitarios, pero El peque?o gran final del viaje (que es como lo han rebautizado) sigue contando sus bolos por sold outs. Anoche, otro m¨¢s en el Estadi Ciutat de Val¨¨ncia, con las 4.000 entradas de aforo agotadas desde hace semanas. El p¨²blico atestando la tribuna central frente al escenario, dispuesto en lateral y separado de la grada por una suerte de zona VIP (sobre el c¨¦sped) con sus mesas y su servicio de catering, luciendo aspecto de boda, tal y como el propio Mikel Izal la defini¨®.
IZAL
Estadi Ciutat de Val¨¨ncia
En cualquier caso, la frialdad que pod¨ªa haber procurado esa distancia entre m¨²sicos y audiencia no fue tal: los estribillos enf¨¢ticos, autosuficientes y que apuntan a cierta ¨¦pica autorreferencial, muy del palo de ese nuevo indie profil¨¢ctico que se toma muy en serio a s¨ª mismo (para bien y para mal) y ha tocado el cielo en la ¨²ltima d¨¦cada, las letras sobre tormentos interiores que delegan en las met¨¢foras del hiperespacio ¨C un recurso m¨¢s que sobreexplotado ¨C y ese inventario de ritmos que trata de escapar a la gustosa tiran¨ªa del bombo a negras son se?as de identidad que prenden de forma instant¨¢nea entre su parroquia. La receta es inapelable, y de efecto inmediato. Nadie podr¨ªa negarlo.
Argumentalmente, el concierto cont¨® con un elenco de invitados especiales de los que no se ven a diario: Rozal¨¦n (Peque?a gran revoluci¨®n), M?bu (El temblor), Sidonie (Temas amables), Zahara (La incre¨ªble historia del hombre que pod¨ªa volar pero no sab¨ªa c¨®mo) y hasta Miguel R¨ªos (El pozo) interpretando sus colaboraciones enlatadas desde la pantalla, obrando el milagro (gracias a la tecnolog¨ªa) de sus duetos virtuales con la banda, en un espect¨¢culo con escenograf¨ªa de ciencia ficci¨®n, con el backline convertido en la sala de mandos de una nave espacial, y frecuentes cameos ¨C a modo de interludio ¨C de artistas como Raphael, actores como Santi Mill¨¢n, Alexandra Jim¨¦nez o Kira Mir¨® y baloncestistas como Amaya Valdemoro, Carlos Garbajosa y V¨ªctor Claver, contribuyendo a esa trama seg¨²n la cual la banda regresa al planeta tierra tras un viaje por lejanas galaxias, con parada en el planeta Ockham. Tal cual. Nadie podr¨ªa negarles a Izal la virtud de la empat¨ªa profesional para ganarse el gui?o c¨®mplice de un buen pu?ado de amigos del sector, en lo que Mikel Izal describi¨® como su ¡°show sideral, gal¨¢ctico y extra?o¡±. Y en el que no falt¨® el tributo a los profesionales sanitarios y a las dos peque?as salas valencianas de la zona de El Cedro en las que el quinteto madrile?o tanto se curti¨® cuando a¨²n era un grupo de minor¨ªas, antes de explotar popularmente y convertirse en objeto de deseo de cualquier gran festival: Matisse y Wah Wah. Es de bien nacidos ser agradecidos.
Que Enrique Bunbury, con Pausa, tuviese el honor de ser la ¨²ltima estrella invitada de la noche, quiz¨¢ sea m¨¢s causal que casual como remate del apabullante set de una banda que se ha ido desligando del molesto sambenito de ep¨ªgonos de Vetusta Morla para madurar una alquimia que a ratos parece un cruce entre La Musga?a ¨C sus momentos m¨¢s ac¨²sticos, como la inicial Meiuq¨¨r ¨C y los H¨¦roes del Silencio..
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