Cuerpos
Hoy la libertad es una extra?a forma de nombrar, disfrazada, la opresi¨®n
El enterrador. Lo llamaban el T¨ªo Mudo, y eso que era el pregonero del pueblo. Vest¨ªa de riguroso luto, porque tambi¨¦n era el enterrador. Y a¨²n ten¨ªa otro oficio: capaba animales. Un d¨ªa, alguien difundi¨® el bulo de que el T¨ªo Mudo hab¨ªa aprendido a capar experimentando con los muertos antes de enterrarlos. El misterio envolv¨ªa su negra silueta. Los ni?os lo tem¨ªan, al T¨ªo Mudo. Y se contaban unos a otros, para calmarse, que cuando uno est¨¢ muerto ya todo da igual, y que solo servimos para criar malvas.
La historia la cuenta Carmelina S¨¢nchez-Cutillas, esa voz rebelde de la literatura en valenciano que convert¨ªa el silencio en poes¨ªa, el ayer en siempre, el paisaje en valor moral. Una alquimista que trocaba en arte la vida peque?a. Una fl?neuse de la memoria. Esa voz queda y secreta de nuestras letras llega, por fin, al castellano. La editorial Renacimiento publicar¨¢ en breve la joya de su silvestre corona: Materia de Breta?a. Un libro que resucita un mundo perdido y a una autora demasiado ignorada. Y uno se pregunta, tantas veces, por qu¨¦ es tan dif¨ªcil ver traducidos al castellano a nuestros grandes autores. Ni rastro apenas de Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s en pleno centenario. Apenas nada traducido y en circulaci¨®n de Joan Fuster, pensador europeo a pesar de lo que opinen algunos analfabetos. Inencontrables, muchas veces, nuestros cl¨¢sicos. Somos un pa¨ªs mudo m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras. O mejor: un pa¨ªs engullido por otro pa¨ªs sordo. Pregonero, pero castrador. A veces enterrador.
Sin enterrar. Es la historia de la semana: la banda que vend¨ªa cad¨¢veres por 1.200 euros a las universidades valencianas para que futuros m¨¦dicos los diseccionasen y desmembraran, como hac¨ªa el T¨ªo Mudo con los animales. Preferiblemente buscaban muertos que fuesen pobres de solemnidad, ruina constante m¨¢s all¨¢ de la muerte. Mejor si eran extranjeros, con vidas tan precarias que nadie fuera a reclamar el cad¨¢ver.
Extranjeros. Vuelven los extranjeros al debate. En Catalu?a hasta parece cool reflexionar c¨®mo los emigrantes desnaturalizan la Catalunya eterna. Es la teor¨ªa de la sustituci¨®n, el gran reemplazo: m¨¢s Mohameds que Jordis. Peligro. Es el zarpazo del populismo de siempre. El que no habla de los residentes, ni de los visitantes, ni de los turistas. En plata: el que no habla nunca de los 85.000 brit¨¢nicos asentados en la Comunitat Valenciana, tan difusos que su rastro apenas se huele, sino de los 93.000 marroqu¨ªs. Y son casi los mismos. Pero no son lo mismo. Un rico de fuera es un residente. Un pobre de fuera, un inmigrante. Y si es pobre de solemnidad, igual hasta su cuerpo sirve para la rapi?a. Total, qu¨¦ m¨¢s da. Turistas que hagan imposible alquilar piso, welcome. Extranjeras que laven el culo de nuestros padres, las necesarias. Ni una m¨¢s. El racismo es nuestra forma de nombrar el clasismo. Al final: el ego¨ªsmo.
Enterradas. Entro a una librer¨ªa de viejo. Compro el libro Gente del Rinc¨®n, de Mar¨ªa ?ngeles Arazo: otra forma de ver nuestro interior desde los inicios de la fractura rural, cuando los cuerpos se marchaban del pueblo a la ciudad y las mentes se quedaban dislocadas entre aqu¨ª y all¨¢. En la librer¨ªa me llama la atenci¨®n una revista. Se llama Vindicaci¨®n feminista. Feminismo rompedor, y con conciencia de clase, en el a?o 78. Una gran revista con Lidia Falc¨®n, Ana Moix, Maruja Torres y Montserrat Roig medio siglo antes de que alguien impulsara con dinero p¨²blico una oficina antiabortista en Alicante. En sus p¨¢ginas leo un reportaje sobre un hogar de emergencia social donde malviv¨ªan las mujeres m¨¢s miserables. Mujeres que hab¨ªan sido prostitutas en su juventud y cuyos cuerpos sirvieron hasta que ya no serv¨ªan m¨¢s. Cuerpos viejos que parec¨ªan pingajos humanos. Cuerpos mudos para el machismo. Ayer, hoy. La libertad es una extra?a forma de nombrar, disfrazada, la opresi¨®n. Al final: el ego¨ªsmo.
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