Gaza, Val¨¨ncia, Europa
Cuesta escribir sobre medio ambiente cuando uno comparte espacio en el peri¨®dico con un genocidio
Cuesta escribir sobre medio ambiente cuando uno comparte espacio en el peri¨®dico con un genocidio, con el que seguramente se habr¨¢n tropezado ustedes hace unas pocas p¨¢ginas. M¨¢s a¨²n si uno trata de concienciar o alertar sobre cuestiones cuyas fechas son dolorosamente lejanas: 2030, 2050, 2100. En los ordenadores que simulan el clima del futuro estas marcas del calendario est¨¢n a un clic, pero en la realidad est¨¢n a una distancia inimaginable. Sin embargo, aqu¨ª cerca, en Gaza, donde la vida se mide en lo que tardan las bombas en caer, a la manera de un grotesco metr¨®nomo, s¨®lo existe el ma?ana, o quiz¨¢ ni eso. El dolor recorre un presente que no es sino un grito desesperado, interrumpido ¨²nicamente por los cruel¨ªsimos y atronadores silencios que se escuchan a nuestro alrededor. ?C¨®mo hablar de emergencia clim¨¢tica en un mundo en el que el fuego de las bombas quema vivos a decenas de ni?os? Resulta casi imposible, pero debemos hacerlo.
Y lo primero que debemos subrayar es que lo que vemos es Gaza, con todo su horror y su inhumanidad, es tambi¨¦n una guerra por los recursos. Por la tierra, por el agua, por el verde, por el mar. Una invasi¨®n para usurpar un territorio entero, en un escenario de escasez creciente de aquello que nos permite la vida: suelo, riego, pesca. Cometer¨ªamos un grave error si pens¨¢ramos que no va con nosotros, que todo esto -pese a que nos horrorice- nos queda muy lejos. Miren ustedes las im¨¢genes de Gaza antes de la barbarie israel¨ª: podr¨ªan confundir esas calles con las de un pueblo valenciano. F¨ªjense en la comida, en el paisaje, en la luz, en los ¨¢rboles, en las olas. Es Mediterr¨¢neo puro, un territorio y unas gentes con las que tenemos mucho m¨¢s que ver que con alguno de nuestros vecinos europeos.
Resulta parad¨®jico, de hecho, que hayamos establecido todo tipo de alianzas y centenares de proyectos de innovaci¨®n con ciudades y regiones europeas, pero apenas miremos al sur y al este. Desde el territorio valenciano aprenderemos m¨¢s de las soluciones a la crisis clim¨¢tica mirando a Marruecos, Egipto o Palestina que fij¨¢ndonos en Copenhague, Hamburgo o Tallin. No podemos vivir de espaldas a una identidad que nos vertebra la historia y el futuro, por mucho que nos deslumbre una Europa que no siempre nos mira de igual a igual.
En este contexto, las elecciones europeas amenazan con ahondar a¨²n m¨¢s en el esp¨ªritu de la Europa-fortaleza. La insensible, la ego¨ªsta, la que s¨®lo sabe mirarse a s¨ª misma, excepto si es para devorar recursos ajenos -en una suerte de revival del colonialismo- con la excusa de la transici¨®n ecol¨®gica. Abrir Europa a otras miradas es la ¨²nica forma de vertebrarla de verdad, de hacer que la luz mediterr¨¢nea y tambi¨¦n la sangre palestina entre en Bruselas. En un mundo interconectado y sujeto a un cambio descomunal debido al calentamiento global -prep¨¢rense-, el aislamiento continental es la peor de las recetas para asegurar el progreso. Somos Europa y somos tambi¨¦n Gaza.
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