?ngel en el hotel desangelado
En el cuatro estrellas vac¨ªo que eligi¨® el PSOE para la noche electoral parec¨ªa que en cualquier momento iban a correr r¨ªos de sangre como en ¡®El resplandor¡¯
Para pasar la noche electoral, ?ngel Gabilondo prefiri¨® irse a un hotel. La ubicaci¨®n era perfecta, pero fue algo involuntario: est¨¢ en la entrada de un t¨²nel. No solo eso, todo alrededor de este hotel parec¨ªa elegido por un decorador cachondo de D¨ªaz Ayuso. Un cartel¨®n gigantesco dec¨ªa: ¡°?Por qu¨¦ no nos relajamos un poquito?¡±. Un anuncio de pipas. Y enfrente, otra pancarta enorme: ¡°No me hab¨¦is elegido vosotros, os he elegido yo¡±. Una iglesia. La calle que lleva a Ferraz, a 500 metros, una distancia prudencial, se llama del Buen Suceso. A las 21.30, en la sede del PSOE no hab¨ªa un alma, solo El Toro TV haciendo un directo para regodearse. Es que no estaban ni los chavales del piso de estudiantes de Vox que est¨¢ justo enfrente y suelen poner himnos de la legi¨®n a todo volumen. En torno al edificio del PSOE, calles solitarias, se?ores de mediana edad paseando en silencio al perro. A las ocho el atardecer en Madrid era precioso, pero la noche pintaba fatal.
Ya de c¨®mo lo iban a tener que celebrar, si eso, parec¨ªa que en la izquierda casi no se les hab¨ªa pasado por la cabeza. Los cuarteles generales parec¨ªan m¨¢s bien elegidos para encajar la derrota. No solo era el hotel del PSOE, escogido por cuestiones pr¨¢cticas en plena pandemia; tambi¨¦n M¨¢s Madrid estaba en una sede provisional. Las elecciones le pillaron en una mudanza y tuvo que alquilar una oficina que no le pega nada, un rascacielos de la Gran V¨ªa entre el Primark y Telef¨®nica, all¨¢ por el piso 13. Y Unidas Podemos est¨¢ ya muy a desmano, fuera del centro, en su nueva sede estrenada en verano. Estaban todos como descolocados. Si M¨®nica Garc¨ªa hubiera ganado, habr¨ªa tenido que salir a asomarse sobre la descomunal publicidad que cubr¨ªa su edificio de arriba abajo, con este lema: ¡°La igualdad de g¨¦nero no existe¡±. Era un anuncio de la serie El cuento de la criada, pero parec¨ªa pagado por Vox. En la puerta del hotel de Gabilondo hab¨ªa un Corte Ingl¨¦s, secci¨®n pinturas, herramienta y ferreter¨ªa, todo muy poco vistoso.
Avanzaba la noche con sus negros presagios y en el basti¨®n socialista se evitaban los comentarios expl¨ªcitos sobre la situaci¨®n: ¡°Los [bocadillos] de tortilla est¨¢n muy buenos¡±. Este era el tipo de an¨¢lisis que se hac¨ªan. La prensa casi ni preguntaba por no hacer sangre, que empez¨® a fluir a chorros, inundando los pasillos como en el hotel de El resplandor, cuando en las teles conectaban con G¨¦nova, que parec¨ªa una discoteca de Ibiza. ¡°Es que mira, ni distancia social¡±, murmuraba alg¨²n militante. Qu¨¦ m¨¢s iban a murmurar. A las 22.11, cuando Ayuso y Casado salieron a saludar tan pimpantes al balc¨®n del PP, uno se asomaba a la calle Princesa, donde estaba el hotel, y apenas pasaba un autob¨²s urbano vac¨ªo. Eran dos ciudades distintas, un Madrid partido en dos que se supon¨ªa que estaba a punto de partirse la cara si uno se cre¨ªa la campa?a, pero en el que la gente tomaba algo en las terrazas.
Ante el fiest¨®n del PP, en el PSOE estaban pidiendo la hora, contaban los minutos para el toque de queda y que se acabara aquello, no fuera que empezaran a pasar toda la noche pitando con los coches como si hubieran ganado el mundial. Aunque por otro lado el toque de queda desanimaba a los propios militantes a acercarse a las sedes de los perdedores. Total, para qu¨¦, si a las once hab¨ªa que estar en casa. En ninguna de las tres sedes de la izquierda apareci¨® nadie, y tampoco se les esperaba.
Las espaciosas salas del hotel de los socialistas, para bodas y convenios, se hac¨ªan desproporcionadas para albergar el vac¨ªo, la ausencia de celebraci¨®n. Solo hab¨ªa periodistas. En medio de esta melancol¨ªa de un cuatro estrellas sin gente, ?ngel Gabilondo era un fantasma en un hotel desangelado al que le costaba aparecerse. Se acercaban las once y ning¨²n l¨ªder de la izquierda se manifestaba, y eso que se supone que el fascismo estaba invadiendo la ciudad, ya era oficial. Pero la ret¨®rica ya se hab¨ªa situado en niveles normales, prehist¨¦ricos.
A las 22.49 por fin apareci¨® ?ngel Gabilondo en la sala de prensa. Los militantes socialistas que le esperaban se daban abrazos como p¨¦sames. ¡°?Nos ponemos detr¨¢s o no?¡±, preguntaba una de ellas mientras llegaban al estrado. Se pusieron. Las mascarillas ayudan mucho en estos momentos a sobrellevar el papel¨®n, tapan las expresiones. El ¨²nico sin m¨¢scara, el l¨ªder socialista, tambi¨¦n sin corbata, estaba un poco tocado. Pero asumi¨® la derrota con naturalidad, habl¨® con elegancia, abriendo los brazos como diciendo que la vida es as¨ª y hab¨ªa hecho lo que hab¨ªa podido. ¡°Con tristeza, analizaremos los resultados¡±. Salud¨® a sus compa?eros. Solo se abraz¨®, manteniendo el apret¨®n unos segundos, a Jos¨¦ Manuel Franco, secretario general del PSOE en Madrid. A las once se retir¨®, justo cuando el escrutinio empezaba a amenazar seriamente con un adelantamiento de M¨¢s Madrid. Los compa?eros que estaban en la sede de M¨¢s Madrid cuentan que a las 22.53 casi les da algo al o¨ªr un grito desgarrador de alegr¨ªa que llegaba del piso de abajo. Eran M¨®nica Garc¨ªa y los suyos celebrando el empate, y a las 23.05, que adelantaron al PSOE. Fueron los ¨²nicos de la izquierda en celebrar algo. Bueno, y algunos en Unidas Podemos.
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