La paradoja vasca: el territorio m¨¢s rico acumula casi la mitad de huelgas de Espa?a
La conflictividad laboral se ha convertido en una de las se?as de identidad de Euskadi, con una fuerte tradici¨®n sindical
De las 679 huelgas que hubo en Espa?a en 2022, seg¨²n los ¨²ltimos datos del Ministerio de Trabajo, 320 fueron en Euskadi. Es decir, el 4,5% de la poblaci¨®n del pa¨ªs concentra casi el 50% de la conflictividad laboral total. En Andaluc¨ªa, donde viven 6,4 millones de personas m¨¢s, hubo 295 menos. El a?o pasado, de acuerdo al Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi, 58.307 trabajadores participaron en 325 huelgas. No es un fen¨®meno nuevo o reciente ¨Daunque el n¨²mero oscila bastante: 298 en 2010; 164 en 2016; 308 en 2...
De las 679 huelgas que hubo en Espa?a en 2022, seg¨²n los ¨²ltimos datos del Ministerio de Trabajo, 320 fueron en Euskadi. Es decir, el 4,5% de la poblaci¨®n del pa¨ªs concentra casi el 50% de la conflictividad laboral total. En Andaluc¨ªa, donde viven 6,4 millones de personas m¨¢s, hubo 295 menos. El a?o pasado, de acuerdo al Consejo de Relaciones Laborales de Euskadi, 58.307 trabajadores participaron en 325 huelgas. No es un fen¨®meno nuevo o reciente ¨Daunque el n¨²mero oscila bastante: 298 en 2010; 164 en 2016; 308 en 2019¨D y no puede explicarse solo con cifras porque la comunidad con m¨¢s conflictos laborales es tambi¨¦n la que dispone del salario medio m¨¢s alto de Espa?a (2.545,83 euros), la tasa de paro (6,6%) m¨¢s baja del pa¨ªs (con una media del 11,76%) y la mayor renta disponible por habitante en los hogares (un 26,6% superior a la media nacional). El arraigo sindical y reivindicativo forma parte de la identidad vasca. Sus trabajadores protestan m¨¢s porque llevan toda la vida haci¨¦ndolo.
Las organizaciones presentes en el territorio explican que esa mejor coyuntura laboral obedece, precisamente, a la lucha en la calle. ¡°Tenemos las condiciones de trabajo que nos hemos ganado¡±, afirma Pello Igeregi, responsable de negociaci¨®n colectiva de ELA, el sindicato mayoritario en el Pa¨ªs Vasco. Loli Garc¨ªa, secretaria general de CC OO en Euskadi, comparte que la situaci¨®n es mejor que en el resto del Estado, pero a?ade: ¡°Tambi¨¦n la vida es m¨¢s cara aqu¨ª, especialmente la vivienda, y en los ¨²ltimos a?os hemos asistido a un retroceso en los servicios, sobre todo en la joya de la corona, la Sanidad. Peleamos para que no se deteriore m¨¢s y para que los beneficios de las empresas redunden en los trabajadores¡±.
El PNV, que desde 1980 ha presidido Euskadi todas las legislaturas menos una (2009-2012), es decir, durante cuatro d¨¦cadas, acusa a los sindicatos de dibujar un panorama ¡°catastrofista¡± y perseguir fines ¡°electoralistas¡± con sus ¨²ltimas jornadas de protesta. El portal de transparencia del partido no actualiza el dato de su cifra de afiliados desde diciembre de 2021, cuando dec¨ªa contar con 21.782. ELA afirma tener 103.000, y CC OO, 47.147. La afiliaci¨®n sindical vasca es superior a la media del resto del pa¨ªs. Javier G¨®mez, de 56 a?os, encargado de Industria de CC OO en la comunidad, asegura que ¡°el motor de las movilizaciones y el origen de la fuerza sindical en Euskadi viene del sector del metal, que agrupa a unos 125.000 trabajadores, y fue el que empuj¨® a los dem¨¢s¡±. Recuerda que sus padres ya le llevaban a las protestas para reivindicar derechos laborales. Alicia Gra?a, del mismo sindicato, donde dirige el ¨¢rea del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) para personas dependientes, cuenta que en su colectivo, muy feminizado (el 96% son mujeres) llevan a sus hijos a las manifestaciones: ¡°Lo hemos mamado y ellos tambi¨¦n, y luchar por sus derechos les parece lo normal. Para m¨ª, y para muchos aqu¨ª, afiliarse a un sindicato es como asegurar el coche: no me planteo no hacerlo, lo necesito para defenderme¡±. Jon de las Heras, profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Pa¨ªs Vasco (donde tambi¨¦n ha habido varias jornadas de huelga) y miembro del Instituto de Derecho Cooperativo y Econom¨ªa Social Gezki, afirma: ¡°Aqu¨ª pasas por delante de las diputaciones y todos los d¨ªas hay alguna manifestaci¨®n. Y si lo ves, lo normalizas. Hay una historia de reivindicaci¨®n, de empoderamiento de los trabajadores, una estrategia distinta a la m¨¢s pactista del resto. El movimiento de pensionistas m¨¢s fuerte de Espa?a, por ejemplo, es el de Bilbao¡±. Para Garc¨ªa, sin embargo, el arraigo sindical vasco tiene que ver ¡°con la cultura de la cuadrilla¡±: ¡°Es una sociedad muy participativa donde est¨¢s acostumbrado a ponerte de acuerdo, a hacer un bote... al fin y al cabo, a negociar¡±.
En 2022, la conflictividad en Euskadi se concentr¨® en la Industria (79,7% de las jornadas no trabajadas), fundamentalmente, por la negociaci¨®n del convenio de la Industria Siderometal¨²rgica de Bizkaia, seg¨²n el Consejo de Relaciones Laborales. El a?o pasado, sin embargo, el 65,5% de los paros correspondieron al sector de servicios. Ambulancias, Bilbobus, Ayuda a Domicilio, Construcci¨®n, educaci¨®n concertada... son algunos de los colectivos que han ido a la huelga en los ¨²ltimos a?os.
La huelga m¨¢s larga de Europa
ELA y LAB no participan en el di¨¢logo social con patronal y Gobierno vasco, como s¨ª hacen CC OO y UGT. Igeregi cuenta que la ¨²ltima vez que ELA se sent¨® a esa mesa fue en 1999. ¡°Pretend¨ªan dar apariencia de negociaci¨®n a lo que era imposici¨®n pura y dura y decidimos reforzar nuestras herramientas de movilizaci¨®n, sobre todo, la caja de resistencia, que es lo que nos ha permitido tener tantas huelgas en tantos sectores diferentes. El 25% de las cuotas se destina a eso, para que a partir del tercer d¨ªa de huelga podamos dar una cantidad al trabajador: 1.389 euros al mes, con un tope, que es el de su salario habitual¡±. La caja de resistencia permiti¨® a los trabajadores de Novaltia, distribuidora de medicamentos, aguantar ¡°la huelga m¨¢s larga de Europa¡±, seg¨²n ELA: tres a?os y ocho meses. Finalmente, lograron un incremento salarial medio del 27%, pero, tras el conflicto, CC OO se impuso en las elecciones sindicales de la empresa. De las Heras destaca que otros sindicatos auton¨®micos, como la CIG en Galicia y OSTA en Arag¨®n emulan el m¨¦todo de ELA: ¡°Siguen una estrategia de m¨¢s confrontaci¨®n en la que la conflictividad laboral es el m¨¦todo de negociaci¨®n¡±.
El pasado enero, el gobierno auton¨®mico y cerca de un centenar de organizaciones de la patronal y sindicatos, salvo los mayoritarios (ELA y LAB) suscribieron un pacto para desarrollar la ley vasca de Empleo. Garc¨ªa, secretaria general de CC OO en Euskadi, reivindica ese di¨¢logo social: ¡°La ley recoge el derecho subjetivo de todos los ciudadanos, independientemente de su situaci¨®n laboral, a las pol¨ªticas activas de empleo, y nos ayuda a prepararnos para cambios que van a producirse a mucha velocidad, en la transici¨®n energ¨¦tica, la digital... para que haya recursos p¨²blicos que garanticen la formaci¨®n y la reorientaci¨®n profesional. Para nosotros tambi¨¦n ha sido muy importante el acuerdo de la reforma laboral, que ha mejorado la calidad del empleo que se crea y ha dado poder a los trabajadores en la negociaci¨®n colectiva¡±.
Acoso sexual e igualdad
Tras la intensa conflictividad laboral de los ¨²ltimos a?os, seg¨²n los datos del Consejo de Relaciones Laborales, el 55,3% de los trabajadores disfrutan hoy de convenios vigentes; otro 40% (258.000 empleados) lo tiene prorrogado y sigue negociando y han deca¨ªdo los que afectan a 30.000 personas. ¡°El nivel de cobertura de los convenios colectivos¡±, afirma Igeregi, ¡°es el m¨¢s alto de las ¨²ltimas dos d¨¦cadas¡± en Euskadi. Alicia Gra?a, responsable del Servicio de Ayuda a Domicilio de CC OO, explica que desde el primero, en 1996, hasta el ¨²ltimo, que abarca hasta 2027, han tenido que ¡°pelearlos en la calle¡±. El colectivo protagoniz¨® 25 jornadas de huelga en menos de un a?o hasta lograr ¡°las mejores condiciones laborales del sector en toda Espa?a¡± y el compromiso para elaborar un protocolo espec¨ªfico contra el acoso sexual, que muchas de sus trabajadoras han sufrido durante a?os en silencio. En un pleno del Ayuntamiento de Bilbao se levantaron la camiseta para mostrar las demandas laborales que se hab¨ªan escrito sobre el pecho. ¡°Como somos fundamentalmente mujeres y trabajamos dentro de las casas¡±, explica, ¡°estamos muy invisibilizadas, as¨ª que necesitamos llamar la atenci¨®n para que se nos vea¡±. Y a?ade: ¡°Cuando empec¨¦ en esto, hace 34 a?os, este sector funcionaba b¨¢sicamente en la econom¨ªa sumergida. Eran los Ayuntamientos y las instituciones religiosas las que hac¨ªan de contacto entre las trabajadoras y los usuarios. Hoy los pol¨ªticos hablan mucho de ¡®llevar los cuidados al centro¡¯, pero muchos todav¨ªa no han entendido bien lo que hacemos, el desgaste f¨ªsico y psicol¨®gico que supone. Mis compa?eras tienen las espaldas destrozadas. Encadenan un duelo con otro, porque cuando trabajas muchos a?os para alguien, le coges cari?o; trabajan con personas que sufren enfermedades mentales, alguna ha tenido que escapar por una ventana; se ocupan de tejer redes, cuando alguien necesita una trabajadora social, por ejemplo, porque no le llega la pensi¨®n, o directamente llevan comida hecha de su casa porque la persona a la que atienden no le queda dinero. Y s¨ª, sufrimos acoso. He atendido a hombres que me tocaban el culo, que me le¨ªan los anuncios de prostitutas del peri¨®dico, y he visto abusos sobre mujeres encamadas, enfermas de Alzh¨¦imer, por parte de sus maridos. Es muy duro¡±.
Gra?a, de 59 a?os, cuenta que su vinculaci¨®n al sindicato, en el que entr¨® a los 25, sigue intacta, pero se ha desencantado de la pol¨ªtica. ¡°Hace cuatro a?os ten¨ªa muy claro a qui¨¦n votar. Hoy no. Los pol¨ªticos solo llaman en campa?a electoral. A los ayuntamientos, que son los que gestionan nuestros servicios, solo les interesa ahorrar y a las empresas, hacer caja. Cuando, casi siempre una mujer, acude a solicitar asistencia para un familiar dependiente, le dan tres opciones: centro de d¨ªa o residencia; prestaci¨®n de 400 euros o ayuda a domicilio. La poblaci¨®n envejece y cada vez necesita m¨¢s cuidados, pero el n¨²mero de trabajadoras baja porque en los ayuntamientos animan a las familias a solicitar la prestaci¨®n, m¨¢s barata para ellos, y que los familiares se hagan cargo¡±. Eso contribuye, apunta Loli Garc¨ªa, a que se mantenga la brecha de g¨¦nero, porque son sobre todo mujeres las que asumen esos cuidados, y tambi¨¦n a favorecer, seg¨²n Gra?a, ¡°la econom¨ªa sumergida para que recurran a compa?eras, generalmente inmigrantes, pag¨¢ndoles en negro¡±. ¡°Nuestro siguiente¡±, a?ade, ¡°son los coeficientes reductores, es decir, que podamos jubilarnos antes, como ocurre en la miner¨ªa. Sectores muy masculinizados tienen ese derecho, nosotras a¨²n no. Hemos conseguido muchas cosas, pero queda mucho por hacer¡±.