Contra el reparo a mostrar la realidad de la pandemia
A lo largo de las semanas el muro de la censura fue cayendo poco a poco, pero era demasiado tarde. Las im¨¢genes de las situaciones m¨¢s duras de la pandemia no pudieron mostrarse
Los primeros d¨ªas de la pandemia en Madrid me resultan lejanos, parece como si hubiesen pasado a?os, pero s¨®lo han sido unos pocos meses. Recuerdo las primeras fotos que hice relacionadas con este tema. Fue a finales de enero en el barrio de Usera. La comunidad china, muy numerosa en esa zona de Madrid, hab¨ªa empezado a llevar mascarillas por la calle y algunos comercios comenzaban a cerrar.
En ese momento, a pesar de saber lo que hab¨ªa pasado en Wuhan y lo que estaba aconteciendo en Italia, no fui capaz de imaginarme que lo mismo podr¨ªa suceder en nuestra ciudad. Creo que fue una sensa...
Los primeros d¨ªas de la pandemia en Madrid me resultan lejanos, parece como si hubiesen pasado a?os, pero s¨®lo han sido unos pocos meses. Recuerdo las primeras fotos que hice relacionadas con este tema. Fue a finales de enero en el barrio de Usera. La comunidad china, muy numerosa en esa zona de Madrid, hab¨ªa empezado a llevar mascarillas por la calle y algunos comercios comenzaban a cerrar.
En ese momento, a pesar de saber lo que hab¨ªa pasado en Wuhan y lo que estaba aconteciendo en Italia, no fui capaz de imaginarme que lo mismo podr¨ªa suceder en nuestra ciudad. Creo que fue una sensaci¨®n generalizada. A partir de aquellas primeras im¨¢genes de Usera, comenc¨¦ a hacer m¨¢s fotos relacionadas con la covid-19. Dos meses despu¨¦s, era lo ¨²nico que fotografiaba.
Durante todo este tiempo he tenido dos l¨ªneas de trabajo muy diferenciadas. Por un lado, he estado documentado el embarazo de mi pareja, Fabiola Barranco, a lo largo de todo el confinamiento y, por el otro, he hecho multitud de trabajos de manera independiente y por encargo, para diferentes medios de comunicaci¨®n y ONG.
La segunda semana de marzo recib¨ª una llamada de Manu Brabo, fot¨®grafo y amigo. Hab¨ªa tenido una idea, cubrir la pandemia de manera colectiva desde varias ciudades del Estado. Yo habl¨¦ con Fabiola sobre este proyecto y decidimos entre los dos hacer un reportaje sobre su embarazo, con mis fotos y sus textos. As¨ª comenz¨® Esperando a Iria, quiz¨¢ el trabajo m¨¢s importante que he hecho hasta ahora: documentar los meses previos y el nacimiento de nuestra hija.
En otros pa¨ªses s¨ª vimos en fotograf¨ªas la crudeza que iba dejando la covid-19. En hospitales y residencias ten¨ªan miedo a lo que se pudiese publicar
Pocos d¨ªas despu¨¦s, Covid Photo Diaries fue una realidad. El 17 de marzo, Manu Brabo, Judith Prat, Jos¨¦ Colon, Anna Surinyach, Javi Fergo, Susana Gir¨®n, Isabel Permuy y yo, comenzamos a publicar una foto al d¨ªa en la cuenta de Instagram del grupo. Al principio fue sencillo, pero con el paso de las semanas cada vez requer¨ªa mayor esfuerzo. Muchos d¨ªas trabajaba fuera y al volver a casa continuaba haciendo fotos, estaba vez de nuestra intimidad. Nunca hab¨ªa hecho un reportaje as¨ª, en el que mi vida era la protagonista. Ha sido un reto, tanto profesional como personal.
Paralelamente, desde el primer momento, estuve en la calle intentando documentar todo lo que estaba sucediendo. A lo largo de febrero y principios de marzo a¨²n no trabajaba con mascarilla, y no era consciente del riesgo al que estaba expuesto. Cuando tom¨¦ conciencia de ello empec¨¦ a aplicar un protocolo muy estricto de trabajo cuando hac¨ªa fotos y de desinfecci¨®n cuando regresaba a casa. Mi salud, la de Fabiola, embarazada de ocho meses, y la de todas las personas que me pudiese cruzar realizando reportajes estaba en juego.
Los primeros encargos fueron sencillos; gente con mascarillas por las calles, el vaciamiento de la ciudad por el estado de alarma o los aplausos en apoyo de los trabajadores sanitarios que comenzaron a escucharse en todos los barrios.
Barrera a fotoperiodistas
Pero a medida que se extend¨ªa la covid-19, todo se complicaba. El miedo invadi¨® a los jefes de prensa de hospitales, servicios de ambulancias, tanatorios, ayuntamientos, comunidades aut¨®nomas y ministerios. Pero no era miedo al virus, sino a lo que se pudiese publicar. Mientras en otros pa¨ªses ve¨ªamos la crudeza de las im¨¢genes que iba dejando la pandemia, en Espa?a todo eran calles vac¨ªas y aplausos a las puertas de hospitales. No se pod¨ªan fotografiar ancianos enfermos en las residencias, hospitales abarrotados de pacientes o dep¨®sitos llenos de cad¨¢veres. La excusa era el temor a los contagios o la privacidad, la realidad el p¨¢nico que ten¨ªan a que se viese algo que les pudiese perjudicar.
A lo largo de las semanas el muro de la censura fue cayendo poco a poco, pero era demasiado tarde. Las im¨¢genes de las situaciones m¨¢s duras de la pandemia no pudieron mostrarse.
Adem¨¢s el acceso era muy limitado y, casi siempre, por v¨ªas informales. La mayor¨ªa de los compa?eros con los que he hablado tuvieron muchas dificultades para poder trabajar y, en la mayor parte de los casos, lo hicieron gracias a contactos personales propios o de los medios con los que colaboran. Los canales oficiales para solicitar permisos estaban pr¨¢cticamente bloqueados. Tambi¨¦n se increment¨® la competencia. El neoliberalismo m¨¢s desenfrenado se desat¨® en nuestra profesi¨®n. Pese a todo y con mucho esfuerzo yo pude trabajar. Quiz¨¢ no como hubiese querido, pero trabaj¨¦ y lo sigo haciendo.
El 27 de mayo naci¨® nuestra hija. Con esa foto termin¨¦ el reportaje Esperando a Iria y comenc¨¦ un tema de largo recorrido, para toda la vida.
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