El bache
No sirve aspirar a los Juegos Ol¨ªmpicos si no somos capaces de arreglar un agujero en una calle
En la confluencia de la calle de R¨ªo Nervi¨®n con la de Luis Ruiz, en el barrio de Bilbao, a un paso de San Blas, est¨¢ el bache. Es un hoyo profundo y traicionero, de casi un palmo, que adem¨¢s, gracias a un cambio de rasante, cuando uno va de bajada no se ve bien. La capa rota de asfalto deja ver otra de cantos rodados que hay por debajo, como en una de esas catas arqueol¨®gicas que se ven en los documentales de civilizaciones perdidas.
La primera vez que me enfrent¨¦ al bache iba a ver a mi padre, que vive por ah...
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En la confluencia de la calle de R¨ªo Nervi¨®n con la de Luis Ruiz, en el barrio de Bilbao, a un paso de San Blas, est¨¢ el bache. Es un hoyo profundo y traicionero, de casi un palmo, que adem¨¢s, gracias a un cambio de rasante, cuando uno va de bajada no se ve bien. La capa rota de asfalto deja ver otra de cantos rodados que hay por debajo, como en una de esas catas arqueol¨®gicas que se ven en los documentales de civilizaciones perdidas.
La primera vez que me enfrent¨¦ al bache iba a ver a mi padre, que vive por ah¨ª. Me peg¨® tal pu?etazo a los bajos del coche (el bache, no mi padre) que pens¨¦ que se hab¨ªa cargado la tapa del delco o el cig¨¹e?al o la direcci¨®n lo que quiera que haya en esa parte misteriosa del veh¨ªculo. Par¨¦, aparqu¨¦ al lado, me baj¨¦ y lo observ¨¦. Por entonces no med¨ªa ni 30 cent¨ªmetros de ancho, aunque ya era profundo y prometedor.
Me encog¨ª de hombros. Prosegu¨ª mi camino. A la semana siguiente, en otra visita a mi padre, el bache, al que yo hab¨ªa olvidado, me peg¨® otra patada. Volv¨ª a aparcar el coche y volv¨ª a mirarlo: hab¨ªa crecido un poco, hab¨ªa engordado o ensanchado, o lo que sea que haga un bache urbano y din¨¢mico cuando encuentra condiciones medioambientales para prosperar.
Eso ocurri¨® hace muchos meses. Tal vez el bache naci¨®, o surgi¨® o emergi¨®, a ra¨ªz de la tormenta Filomena, all¨¢ por enero, que tantas consecuencias geol¨®gicas acarre¨® para la ciudad. La verdad es que no lo s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es que, semana tras semana, visita tras visita, el bache segu¨ªa all¨ª. Con el tiempo, claro, comenc¨¦ a acordarme de ¨¦l cuando me aproximaba al cruce, y a partir de la semana cuarta o quinta aprend¨ª a esquivarlo, no sin antes dejar de admirar c¨®mo se desarrollaba, c¨®mo se iba haciendo con casi toda la calle.
Hace unas semanas, el alcalde Almeida y la vicealcaldesa Villac¨ªs se enzarzaron en una discusi¨®n algo absurda sobre a qui¨¦n corresponder¨ªa anunciar que Madrid se postulara para albergar unos Juegos Ol¨ªmpicos. La pol¨¦mica indica que lo volveremos a intentar. Para un alcalde (y para una vicealcaldesa), organizar los Juegos Ol¨ªmpicos de su ciudad debe de ser una de las formas de haber llegado, de alcanzar la cumbre. No se lo reprocho. Tal vez lleven raz¨®n. Pero me pregunto de qu¨¦ sirve aspirar a lo m¨¢s grande si no sabemos hacer lo m¨¢s peque?o, para qu¨¦ levantar un gran estadio si somos incapaces de reparar un agujero en una calle de bajada. Me da que en el bache del barrio de mi padre cabe la Villa Ol¨ªmpica, se?or alcalde. As¨ª que el d¨ªa el que anuncie que quiere de nuevo competir por los Juegos yo ir¨¦ a ver si el bache sigue ah¨ª. Ya le dir¨¦.
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