El volc¨¢n y mi calle de Madrid
Hay una manera simple de ayudar a la isla de la Palma: comprar sus pl¨¢tanos, que crecen en tierra volc¨¢nica
En la isla de la Palma aterriz¨® hace unos d¨ªas un tipo de Navarra con la ¨²nica intenci¨®n de ponerse a ayudar en lo que fuera a fin de paliar en lo que pudiese el infortunio que ha tra¨ªdo consigo el volc¨¢n de la Cumbre Vieja. Un responsable municipal de la localidad de Los Llanos, una de las m¨¢s afectadas, se asombr¨® al ver llegar a este hombre desde tan lejos para echarles una mano, lo acept¨® algo emocionado, y dio instrucciones para que le alojaran en un polideportivo del Ayuntamiento. Desde entonces el tipo de Navarra colabora con los dem¨¢s voluntarios ¨Cla mayor¨ªa, de la isla- en ordenar y agrupar los objetos donados para las personas m¨¢s necesitadas, las que han perdido de un d¨ªa para otro su casa o su finca.
La marea solidaria con La Palma es inaudita. Cuentan all¨ª que no saben muy bien qu¨¦ hacer con tanta cosa y que a veces constituye un verdadero problema saber distribuir a tiempo la cantidad ingente de alimentos que han recibido y a¨²n reciben. Hay cuentas bancarias abiertas, vecinos que acogen a otros vecinos en sus propias casas o que abren las puertas de sus garajes o sus s¨®tanos para que otros con peor suerte y cuya vivienda ha sido pulverizada por la marea de lava guarden ah¨ª por el tiempo que necesiten lo que han podido salvar a la carrera. Yo me pregunto qu¨¦ puedo hacer en mi casa o en mi calle de Madrid adem¨¢s de mirar obsesivamente el volc¨¢n enfurecerse en mi televisi¨®n en cada telediario.
Recuerdo que un d¨ªa contaron que una zona de la isla se llen¨® de un humo denso, negro y t¨®xico, producto de la combusti¨®n de los pl¨¢sticos de los invernaderos. Era la se?al de que la lava estaba carbonizando en su camino hacia el mar las plataneras que constituyen la mitad de la econom¨ªa de La Palma.
Cuando el volc¨¢n se duerma y las piedras se enfr¨ªen, cuando los periodistas nos hayamos ido a inventariar otro espanto en cualquier otro sitio, los palmeros, ya solos, reparar¨¢n lo que se pueda reparar y volver¨¢n a cultivar la arena volc¨¢nica como solo ellos saben hacerlo, conscientes de que el volc¨¢n les da y el volc¨¢n les roba, en un juego que conocen porque llevan jug¨¢ndolo toda la vida.
Y yo, cada vez que vaya al Ahorram¨¢s o al Mercadona, al supermercado de mi barrio de Madrid o a la tienda de frutas de mi calle, sabr¨¦ qu¨¦ hacer, me acordar¨¦ del tipo de Navarra que se fue tan lejos a ayudar y tambi¨¦n de los agricultores de la Palma y pedir¨¦ al dependiente que me venda solo pl¨¢tanos tra¨ªdos de Canarias, los que crecen gracias a unos hombres y unas mujeres m¨¢s grandes que el volc¨¢n que a todos nos hechiza.
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