Instrucciones para privatizar una calle en el Madrid de los Austrias
El pasadizo del Panecillo se vall¨® en 1829 por motivos de seguridad y hoy solo da servicio al aparcamiento que comparten unos apartamentos tur¨ªsticos de lujo con la Bas¨ªlica de San Miguel
Solo el tiempo hace del h¨¢bito costumbre. Madrid da buena muestra de ello en el pasadizo del Panecillo, al que se prohibi¨® el paso en 1829 por razones de seguridad, tal y como relata Pedro de R¨¦pide en su volumen sobre la toponimia de la capital. La angostura de esta escuadra ¡ªformada por la Bas¨ªlica de San Miguel, la casa de los condes de Miranda y el Palacio Arzobispal¡ª propiciaba asaltos y emboscadas hasta la instalaci¨®n de unas rejas de entrada y salida que todav¨ªa hoy permanecen. Tuvieron que t...
Solo el tiempo hace del h¨¢bito costumbre. Madrid da buena muestra de ello en el pasadizo del Panecillo, al que se prohibi¨® el paso en 1829 por razones de seguridad, tal y como relata Pedro de R¨¦pide en su volumen sobre la toponimia de la capital. La angostura de esta escuadra ¡ªformada por la Bas¨ªlica de San Miguel, la casa de los condes de Miranda y el Palacio Arzobispal¡ª propiciaba asaltos y emboscadas hasta la instalaci¨®n de unas rejas de entrada y salida que todav¨ªa hoy permanecen. Tuvieron que transcurrir 185 a?os para que tal cerramiento de una v¨ªa p¨²blica contara con la autorizaci¨®n legal del vado permanente. Solicitado por los gerentes de la antigua residencia nobiliaria, que desde entonces alberga una veintena de apartamentos tur¨ªsticos de lujo, el permiso da acceso al aparcamiento compartido con San Miguel, templo confiado al Opus Dei.
El callej¨®n fue objeto, entremedias, de una privatizaci¨®n legitimada por los a?os, pero sin esa base legal clara que m¨¢s tarde proporcionar¨ªa un vado. El mismo secretario de la bas¨ªlica admite que se trata de una ¡°v¨ªa p¨²blica, pero cerrada al tr¨¢nsito¡±. Desde las rejas, el paseante solo puede atisbarla de forma parcial, pues en su centro destaca una fuente de piedra y crecen altivos dos cipreses que, eso s¨ª, han servido como decorado a la serie Amar es para siempre (Atresmedia), ambientada en la posguerra. Llama la atenci¨®n, sin embargo, que las llaves de la valla se guarden en la bas¨ªlica, pero que la Junta del Distrito o las cuadrillas de limpieza carezcan de una copia. Es el conserje del complejo tur¨ªstico quien mantiene este rinc¨®n escondido en el Madrid de los Austrias que desde hace casi dos siglos se ha entregado al disfrute privado.
El pasadizo del Panecillo ya formaba parte del primer plano de la ciudad, aquel que dibuj¨® Pedro Teixeira en 1656, aunque figuraba sin nombre y con unas proporciones mayores. El ancho de la callejuela merm¨® cuando la actual bas¨ªlica sustituy¨®, en 1739, a la desaparecida parroquia rom¨¢nica de los m¨¢rtires Justo y Pastor. El nuevo templo ocup¨® por entero una plaza que preced¨ªa al Palacio Arzobispal, cuya portada barroca qued¨® oprimida por el lateral convexo de San Miguel, estrechando as¨ª el pasadizo. El acceso a las viejas dependencias del prelado se aprecia solo al sesgo desde la calle de San Justo, donde una escalinata en forma de abanico conduce hasta la verja. De all¨ª cuelga un candado, siempre echado, que solo puede abrirse desde el interior.
En el flanco opuesto no son pocos los curiosos que aprovechan la salida de un veh¨ªculo para colarse en el callej¨®n. La puerta autom¨¢tica se cierra tras ellos y quedan atrapados en este lugar secreto, del que solo a voces logran escapar. Recalan aqu¨ª atra¨ªdos por el nombre del pasadizo, que ya figura en muchas gu¨ªas tur¨ªsticas y se debe a la costumbre que hubo anta?o de repartir pan a los pobres, auspiciada por el infante y cardenal de Toledo Luis Antonio de Borb¨®n y Farnesio, fundador del Palacio Arzobispal. Este tambi¨¦n implant¨® la limosna de uvas pasas, costumbre que se encuentra en el origen de otra calle contigua: la calle de La Pasa. El donativo, que se llevaba a cabo a trav¨¦s de una ventana, debi¨® de suprimirse por los ¡°continuos esc¨¢ndalos que ocasionaba¡±, como explica De R¨¦pide en su libro. Desde entonces reina el silencio en el callej¨®n del Panecillo.
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