Luis Bellido, la ciudad como soluci¨®n
El Centro Cultural Conde Duque homenajea al que fuera arquitecto del Ayuntamiento de Madrid entre 1905 y 1939. Autor del Matadero y el mercado de Tirso de Molina, dot¨® a los barrios de nuevos servicios que mejoraron la salubridad
La primera hoja de servicios de su expediente, salvaguardado en el Archivo de la Villa, est¨¢ fechada a primero de enero de 1905. Fue entonces cuando Luis Bellido, que ya hab¨ªa ejercido como arquitecto municipal en Lugo y Oviedo, logr¨® una plaza en el cuerpo funcionarial del Ayuntamiento de Madrid, donde desarroll¨® su fulgurante carrera hasta que la capital cay¨® bajo dominio de Franco, en marzo de 1939, y se jubil¨®. El riojano no solo asisti¨® a la transformaci¨®n de una ciudad en metr¨®poli, sino que protagoniz¨® esa misma eclosi¨®n en nombre de la funci¨®n p¨²blica. Tal vocaci¨®n lo llev¨® a implicarse, sobre todo, en proyetos de uso colectivo, como mercados y abastos, tambi¨¦n centros asistenciales o educativos. Preocupado por el car¨¢cter social de su obra, dej¨® atr¨¢s la monumentalidad decimon¨®nica, tal y como ilustra una muestra que lleva su nombre en la Sala Sur del Centro Conde Duque de Madrid.
Recostado junto al Manzanares, el Matadero Municipal supuso su opus magnum. El encargo por el que en vida fue reverenciado y por el que, ya en el presente, sigue siendo citado. El riesgo para su conservaci¨®n patrimonial, al caer en desuso a finales de 1996, desapareci¨® con la decisi¨®n de instalar en sus dependencias un gran centro cultural de gesti¨®n municipal que lo dot¨® de nuevos usos. Bellido hab¨ªa trabajado en esta ciudad industrial de inspiraci¨®n germana desde 1907 y a lo largo de un cuarto de siglo. Sus otros proyectos se iban culminando o mor¨ªan en un caj¨®n al tiempo que, con el paso de los a?os, tomaba forma el casi medio centenar de edificios que compondr¨ªan Matadero. Plazas, v¨ªas de ferrocarril, talleres, salas de m¨¢quinas, dep¨®sitos de agua y accesos monumentales que proporcionaron al maestro ¡°un verdadero banco de pruebas para su anhelada busca de una regeneraci¨®n de la arquitectura¡±, en palabras del comisario de la exposici¨®n, el catedr¨¢tico de arquitectura Javier Mosteiro.
Esta intenci¨®n qued¨® patente tambi¨¦n durante su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el mismo a?o en que concluyera Matadero, cuando defendi¨® ¡°el empleo racional de los materiales¡± y una adecuaci¨®n del oficio a las condiciones clim¨¢ticas. Despu¨¦s tom¨® prestadas del cr¨ªtico de arte Charles Blanc sus ¨²ltimas palabras a los acad¨¦micos, diciendo: ¡°La arquitectura tiene de admirable que las leyes del gusto no son en ella contrariadas por las conveniencias de la construcci¨®n¡±. Tal fue su convicci¨®n que hizo de la necesidad t¨¦cnica virtud al introducir en Espa?a una modalidad propia de hormig¨®n armado, como se?ala Mosteiro, que facilit¨® el montaje del cerramiento de la f¨¢brica, un sistema de ladrillo visto con cajones de mamposter¨ªa careada. Y es que el proyectista rescat¨® de la tradici¨®n castellana aquellos elementos que consideraba expresivos, ejemplo de la misma ¡°verdad arquitect¨®nica¡± que defendi¨® con obstinaci¨®n de activista.
Mosteiro niega que se tratara de una posici¨®n historicista: ¡°El lenguaje neomud¨¦jar era, en bastantes ocasiones, consecuencia de la propia mec¨¢nica operativa del ladrillo¡±. Muchos son los profesionales que, del siglo XVI a esta parte, han desempe?ado el cargo de arquitecto municipal, al principio compartido con el de maestro mayor de Obras Reales, hecho que reflejaba la doble condici¨®n madrile?a de villa y corte. Desde Herrera Barnuevo hasta Ventura Rodr¨ªguez, todos supervisaban la construcci¨®n de nuevos edificios y el dise?o de trazados urbanos. Con los primeros compases del siglo pasado, Madrid qued¨® definida por tres ¨¢reas b¨¢sicas que articulaban su funci¨®n: interior, ensanche y extrarradio. Los archivos municipales conservan m¨¢s de medio centenar de legajos firmados por Bellido que se adecuan a esta delimitaci¨®n: mercados de nueva planta como el de Tirso de Molina, la rehabilitaci¨®n de la plaza de la Villa, el ¨²ltimo pabell¨®n central del Retiro o la Escuela de Cer¨¢mica sirven como ejemplo.
La guerra estall¨® y Bellido fue llamado a ingresar en el Comit¨¦ de Reforma, Reconstrucci¨®n y Saneamiento, a las ¨®rdenes del socialista Juli¨¢n Besteiro, que ya apuntaba la necesidad de que la capital se anexionase los municipios lim¨ªtrofes. Esta oficina se encarg¨®, primero, de retirar escombros tras los bombardedos, para acometer despu¨¦s el mantenimiento del suministro el¨¦ctrico y las aguas potables. Cre¨® una estad¨ªstica de fincas siniestradas, preciado material historiogr¨¢fico, y lanz¨® varias campa?as sanitarias que tuvieron por objetivo reducir el riesgo epid¨¦mico, sobre todo con la reforma de unas maltrechas casas de ba?o municipales, donde adem¨¢s se reparti¨® jab¨®n gratis, como puede leerse en la primera memoria del organismo. En esas mismas p¨¢ginas figura tambi¨¦n otra labor: el resguardo de ciertos monumentos, como la fuente de Apolo, frente al Museo del Prado, o la figura ecuestre de Felipe IV que campea sobre la plaza de Oriente. Una intensa etapa para Bellido que, sin embargo, en el Conde Duque se muestra solo de soslayo.
Luis Bellido: arquitecto municipal de Madrid (1905-1939) puede verse gratis hasta el 9 de marzo en la Sala Sur del Centro Conde Duque.
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