La presa de Juan de Villanueva se reinaugura 240 a?os despu¨¦s
Patrimonio Nacional vac¨ªa el embalse de El Romeral para acondicionarlo y utiliza una barrera en desuso que levant¨® el maestro mayor de Carlos IV
El monte Abantos destaca orgulloso sobre un sinf¨ªn de tejados azabache. Chal¨¦s coronados con pizarra que este mismo territorio proporciona desde tiempos inmemoriales. Una urbanizaci¨®n que se precipita ladera abajo hasta llegar al n¨²cleo urbano de San Lorenzo de El Escorial (Madrid, 18.400 habitantes) y a la que no le falta de nada. Pinos centenarios, profusi¨®n de setos, lujosas piscinas y empinadas cuestas que frecuentan los aficionados al patinaje en tabla. Aunque una inquietante presencia toma forma a escas...
El monte Abantos destaca orgulloso sobre un sinf¨ªn de tejados azabache. Chal¨¦s coronados con pizarra que este mismo territorio proporciona desde tiempos inmemoriales. Una urbanizaci¨®n que se precipita ladera abajo hasta llegar al n¨²cleo urbano de San Lorenzo de El Escorial (Madrid, 18.400 habitantes) y a la que no le falta de nada. Pinos centenarios, profusi¨®n de setos, lujosas piscinas y empinadas cuestas que frecuentan los aficionados al patinaje en tabla. Aunque una inquietante presencia toma forma a escasos metros de las viviendas. Se trata del embalse de El Romeral, catalogado con la m¨¢xima categor¨ªa a efectos de riesgo potencial por su cercan¨ªa con las personas. Naci¨® para abastecer el monasterio y fue despu¨¦s adecu¨¢ndose a su funci¨®n actual: recoger avenidas destinadas al sistema antiincendios. En sus tareas de acondicionamiento, Patrimonio Nacional ha vaciado la presa de los a?os veinte y utiliza una barrera en desuso que levant¨® Juan de Villanueva en el siglo XVIII.
La infraestructura de 15 metros de altura y grandes sillares ha demostrado cumplir con creces su funci¨®n. La est¨¢ testando Luis P¨¦rez de Prada, jefe del departamento de Arquitectura y Jardines de Patrimonio Nacional. ¡°Es sorprendente, pero no presenta p¨¦rdidas, funciona a la perfecci¨®n¡±, enuncia en un lecho seco donde se superponen tres presas de ¨¦poca distinta. La primera de ellas data de 1563, cuando el arquitecto Juan de Herrera asumi¨® la tarea hist¨®rica de convertir en piedra los deseos de Felipe II, y su mamposter¨ªa qued¨® reducida a escombros tras alg¨²n tipo de afecci¨®n estructural. Por ese problema se dispuso aguas arriba hacia 1768 un nuevo muro que se atribuye a Villanueva, maestro mayor de Carlos IV. Al hombre que despu¨¦s construir¨ªa tanto el Museo del Prado como el Observatorio Astron¨®mico se le distingui¨® en ese a?o como arquitecto de la orden jer¨®nima y fue en El Escorial donde amas¨® sus primeros encargos.
La tercera muralla de contenci¨®n es m¨¢s reciente y ¨²nica operativa en condiciones normales. Su creaci¨®n en los a?os veinte del siglo pasado increment¨® la capacidad de almacenaje en un 90%, hasta los 250.000 metros c¨²bicos de agua. El buen estado de conservaci¨®n en que se encuentra la pared de Villanueva ha permitido derivar all¨ª las aguas recogidas durante los trabajos de adecuaci¨®n a normativa. Costar¨¢n mill¨®n y medio de euros y durar¨¢n un a?o. Comenzaron con la limpieza del lecho, repleto de vida submarina. Es ahora el turno de dos desag¨¹es y otros tantos drenajes, importantes en el caso de las presas de gravedad. Estas basan su resistencia en el pesado rozamiento con el terreno sobre el que se apoyan. Si entre superficie y estructura se generasen p¨¦rdidas de agua, estas podr¨ªan dar lugar a una fuerza ascendente que da?ar¨ªa el conjunto. Riesgos de jugar con la f¨ªsica.
Ah¨ª reside la importancia de los drenajes ¡ª¡±como sucede con cualquier herida¡±, relata P¨¦rez de Prada¡ª y de unas inyecciones de cemento que rellenan oquedades en la cimentaci¨®n. La intervenci¨®n se ha aprovechado tambi¨¦n para restaurar la presa de Villanueva, lienzo con tres compuertas que se asemeja a los muros defensivos del Remamiento con sillares de granito. Una imposta divide en dos el conjunto all¨ª donde la parte superior se retranquea. Las dovelas del arco principal bien podr¨ªan alcanzar el metro y medio de largo. La entrada parece amedrentada por el colosalismo de una infraestructura en la que se aprovecharon otras construcciones procedentes. ¡°Es posible que mucha de esta siller¨ªa venga de la presa de ¨¦poca herreriana. Entonces ya se practicaba el reciclaje¡±, bromea el arquitecto de Patrimonio Nacional, poco antes de recorrer la galer¨ªa interior.
Esta se traz¨® por razones de observancia t¨¦cnica, pero parece dise?ada para disfrute del p¨²blico, ese que tampoco ahora puede visitar sus recovecos. Cuando la presa de los a?os veinte funciona, el muro a su cola tiene dif¨ªcil acceso. Raz¨®n por la cual esta obra de Villanueva, que no dej¨® rastro documental conocido en el Archivo General de Palacio, permanece fuera del recorrido tur¨ªstico. ¡°Cuidado, los suelos resbalan mucho¡±, advierte P¨¦rez de Prada cuando desciende hasta los arcanos de la arquitectura civil. El ruido del agua envuelve unos pasillos que cruzan el muro de forma longitudinal. En el encuentro con el eje transversal, se abren b¨®vedas gobernadas por claves de una sola pieza con forma de cruz. Se rebajaron adem¨¢s las esquinas con el objetivo de ahorrar golpes, igual que las posiciones de giro fueron marcadas con leves nichos.
Solo para el personal t¨¦cnico
Detalles que durante dos siglos solo ha podido disfrutar el personal t¨¦cnico que cada tanto acced¨ªa al interior. Ahora ya ni eso. Las compuertas de esta presa permanecen siempre abiertas, mientras la otra, a quien mira frente a frente, cumple su cometido. El muro de Villanueva sigue en pie solo porque da un servicio ocasional. Fue a principios de este siglo cuando la presa en funcionamiento se vaci¨® por ¨²ltima vez para ser revisada. Entonces, tambi¨¦n result¨® necesario utilizar la obra del neocl¨¢sico espa?ol m¨¢s universal, coautor de la plaza Mayor de Madrid y responsable de la Real Academia de la Historia, un inmueble de uso oficial que se erigi¨® sin un solo list¨®n de madera. Todo fue granito y ladrillo en la que iba a ser nueva biblioteca de los Jer¨®nimos. All¨ª depositar¨ªan imprentas y libros de rezos, tras unas obras en el Real Gabinete de Historia Natural que exigieron amputar parte de su iglesia.
El embalse de San Lorenzo fue cabecera de aguas, primer punto en una basta red de canalizaciones, represillas y surtidores. La finura de sus acabados trasciende la obra hidr¨¢ulica y apunta a una mente arquitect¨®nica. Por eso, Pedro Mole¨®n, autor de La arquitectura de Juan de Villanueva. El proceso del Proyecto (Akal) atribuye esta construcci¨®n a Villanueva sin que exista documentaci¨®n que respalde tal suposici¨®n. ¡°No pudo ser otra persona, ni por la ¨¦poca, ni por el estilo, pero faltan los legajos que lo confirmen y por ahora no se han encontrado. Era t¨ªpico detallar las condiciones del encargo, los costos semanales y el plazo de entrega. Alg¨²n d¨ªa se hallar¨¢ todo eso¡±, arguye el acad¨¦mico de San Fernando. Sucedi¨® con otro embalse bien certificado, aunque de menor envergadura, destinado al riego de la residencia de Gabriel de Borb¨®n, hijo de Carlos III.
En La Ginebrosa (Teruel), sin embargo, Villanueva fracas¨® estrepitosamente. All¨ª proyect¨® la mayor iniciativa hidr¨¢ulica del siglo XVIII, solo dos a?os despu¨¦s de intervenir la arquitectura herreriana de El Escorial con una nueva escalera y tras despuntar tambi¨¦n con la lonja de la misma localidad. Su actuaci¨®n en la confluencia de los r¨ªos Bergantes y Guadalope iba a poner en marcha un ambicioso programa de regad¨ªos destinados a la villa de Calanda. Pero el curso fluvial se desbord¨® en octubre de 1788 y arras¨® con una d¨¦cada de trabajos que a¨²n segu¨ªan en proceso. El infante Antonio Pascual no pudo afrontar las p¨¦rdidas y abandon¨® su plan, reclamando por la v¨ªa legal a esta localidad turolense la liquidaci¨®n de su parte. Los vestigios de aquella empresa quedaron sumergidos en un embalse contempor¨¢neo, aunque emergen de vez en cuando si el nivel se halla muy bajo.
De modo que el de El Romeral constituye el mayor embalse que Villanueva logr¨® elevar. El maestro encontr¨® en El Escorial una cierta escuela donde ensayar los oficios de arquitecto, ingeniero y urbanista. Residencias nobles y palacios reales que solo en el interior revelan su verdadera grandeza. Abord¨® con 28 a?os su ¨®pera prima, la Casa de los Infantes y la Reina, que no deb¨ªa competir con una fachada principal del monasterio que se encuentra justo de frente. Solo en su cara posterior el proyectista se permite mayores licencias sin miedo a eclipsar la que fuera residencia de Felipe II. La visitan en una calurosa tarde de viernes dos parejas de extreme?os con sus hijos. ¡°Nunca hab¨ªamos venido, pero todo este ambiente sobrecoge¡±, dice ella. Y ¨¦l agrega: ¡°No me pega nada que el autor se dedicara tambi¨¦n a hacer presas¡±.
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