Las bandas juveniles por dentro: ¡°Te ense?an a apu?alar sin miedo a las consecuencias¡±
Dos menores hablan desde el centro en el que est¨¢n ingresados sobre c¨®mo fueron sus inicios en grupos violentos, qu¨¦ misiones les exigen y a qu¨¦ se debe el aumento de su agresividad
Los dos adolescentes protagonistas de esta historia cuentan los d¨ªas para recuperar su libertad. Ambos est¨¢n en un centro de menores de la Agencia para la Reeducaci¨®n y Reinserci¨®n del Menor Infractor de Madrid por robos con violencia. Uno con condena firme, el otro, en situaci¨®n provisional. Tienen 17 a?os, pero conocen los calabozos del Grupo de Menores de la Polic¨ªa (Grume) desde los 13. A uno le faltan 48 d¨ªas para salir, los tendr¨¢ que pasar en r¨¦gimen cerrado despu¨¦s de haberse escapado en una de sus ¨²ltimas salidas. Al otro le queda un poco m¨¢s. Los dos conocen bien la realidad de las ...
Los dos adolescentes protagonistas de esta historia cuentan los d¨ªas para recuperar su libertad. Ambos est¨¢n en un centro de menores de la Agencia para la Reeducaci¨®n y Reinserci¨®n del Menor Infractor de Madrid por robos con violencia. Uno con condena firme, el otro, en situaci¨®n provisional. Tienen 17 a?os, pero conocen los calabozos del Grupo de Menores de la Polic¨ªa (Grume) desde los 13. A uno le faltan 48 d¨ªas para salir, los tendr¨¢ que pasar en r¨¦gimen cerrado despu¨¦s de haberse escapado en una de sus ¨²ltimas salidas. Al otro le queda un poco m¨¢s. Los dos conocen bien la realidad de las bandas juveniles.
Uno da el nombre de Ramiro, pero no es el verdadero. Ambos han aceptado hablar, pero con el compromiso de que no aparezcan su nombre y apellidos, ya que las bandas tienen un c¨®digo de honor que les proh¨ªbe hablar de ellas. Adem¨¢s, como son menores no debe revelarse su identidad. Ramiro reconoce abiertamente su pertenencia a una de las dos bandas juveniles mayoritarias en Madrid (Dominican Don¡¯t Play y Trinitarios). El otro, que da el nombre de Manuel, sostiene que simpatizaba con integrantes de una de las minoritarias (Blood y Forty Two). Este a?o, las disputas de estos grupos enfrentados han dejado en Madrid cuatro muertos y m¨¢s de un centenar de heridos.
Pocas veces existe la oportunidad de escuchar a los protagonistas de este juego macabro en el que cada vez intervienen agresores m¨¢s y m¨¢s j¨®venes. Esta vez, ellos pueden explicar qu¨¦ es lo que les lleva a formar parte de un grupo que los maltrata cuando no cumplen sus exigencias y en el que pueden llegar a perder la vida sin haber cumplido los 18. Lo explican por separado, pero sus relatos se entrelazan. Los dos son del sur de Madrid. Estos son todos los datos personales que se pueden revelar de ellos para proteger su seguridad y favorecer su reinserci¨®n.
El inicio
A los 14 a?os, ambos hab¨ªan dejado atr¨¢s el colegio y el instituto. Pasaban el d¨ªa en la calle o en casas de otros amigos. ¡°Mi madre se iba a trabajar temprano, me levantaba, pero yo le dec¨ªa que pasaba de ir al instituto. Ya hab¨ªa visto a mi hermano dejar de ir y yo quer¨ªa hacer lo mismo. Ella no pod¨ªa obligarme¡±, cuenta Ramiro. Ahora reflexiona en voz alta sobre algo que en ese momento ni se planteaba: ¡°Me sent¨ªa solo, pero no porque mis padres no estuvieran, sino porque me sent¨ªa as¨ª y ya est¨¢¡±. Se pasaba el d¨ªa en casa fumando porros. Sus padres tambi¨¦n eran consumidores.
La historia de Manuel es id¨¦ntica: ¡°Dej¨¦ de ir a clase muy pronto, sent¨ª que tampoco le importaba mucho a nadie que dejara de ir. Te vas perdiendo¡±. En ese momento, ¨¦l jugaba a f¨²tbol y fue en las canchas donde conoci¨® a los miembros de la banda dominante en la zona en la que ¨¦l ha crecido. ¡°Me dijeron que si me quer¨ªa unir. Dos o tres veces. Yo siempre dije que no, que iba con ellos, pero no iba a hacer ninguna de las pruebas que me ped¨ªan. No s¨¦ en qu¨¦ consist¨ªan, pero no ser¨ªan nada bueno¡±, dice con una voz casi susurrante.
Ramiro ingres¨® en esa ¨¦poca en un centro p¨²blico especializado en trastornos de conducta. Para entonces ya consum¨ªa LSD, ¨¦xtasis y tranquilizantes. En ese momento conoci¨® a su ¡°mayor¡±. Un miembro de la banda a la que luego se uni¨®. ¡°Mi mayor es el que me fue ense?ando. ?l no me dijo que me metiera a la banda, pero yo le dije que quer¨ªa porque all¨ª me sent¨ªa querido, ten¨ªa todo lo que me daba la gana y quer¨ªa ganarme mi respeto¡±, cuenta.
Ambos chicos han conocido los calabozos desde muy peque?os. Manuel cuenta que lo habr¨¢n detenido una docena de veces antes de su primera condena por robo con violencia. Rememora la primera. Fue en un centro comercial en el que una semana antes ¨¦l y sus amigos hab¨ªan atracado a otro chico. Unos d¨ªas despu¨¦s volvieron porque era el Black Friday y la v¨ªctima los reconoci¨® y llam¨® a la Polic¨ªa. ¡°Al principio sientes mucha adrenalina, pero despu¨¦s de unas cuantas veces cada vez sientes menos nervios cuando robas¡±, apunta.
Ramiro, m¨¢s de lo mismo: ¡°Mi madre ha sufrido mucho porque no pod¨ªa hacer nada. Ha venido hasta mi abuela a buscarme al calabozo. Yo solo les dec¨ªa que no me dieran la chapa¡±.
Fernando es el director del centro de menores en el que est¨¢n ambos y reflexiona: ¡°Un chico de 12 o 13 a?os no anticipa las consecuencias¡±. Desde su experiencia, asegura que los motivos por los que entran son siempre los mismos: necesidad de protecci¨®n, b¨²squeda de una identidad y la pertenencia a un grupo. ¡°Te pongo un ejemplo: un perfil muy com¨²n de estos chicos es el t¨ªpico que de peque?o era gordito y se met¨ªan con ¨¦l¡±, explica. ¡°De repente aparece la banda y se dan cuenta de que adelgazan, los protegen y encima es ¨¦l quien se pone a hacer lo mismo que le hac¨ªan a ¨¦l¡±.
El aprendizaje
¡°?Quieres que te cuente la historia de los Trinitarios y los DDP?¡±, pregunta Ramiro. A continuaci¨®n, hace una breve exposici¨®n te¨®rica del inicio de ambas bandas y el porqu¨¦ de su enfrentamiento hist¨®rico. Al principio ¡ªno especifica de qu¨¦ momento habla¡ª eran todos Trinitarios, explica, pero algunos miembros se rebelaron y fundaron los DDP. No da muchos detalles del porqu¨¦ de esta escisi¨®n, pero s¨ª sostiene que la reconciliaci¨®n entre ambos grupos es imposible. A medida que avanza su discurso aumenta el acento y expresiones latinas. ¡°En verdad casi todas las normas son las mismas¡±, reconoce. As¨ª, con una especie de leyenda fundacional, es como sientan las bases del odio irracional entre contrarios.
Este adolescente pronto aprendi¨® que no cumplir las normas tra¨ªa consecuencias. Cada semana deb¨ªa darle a su mayor siete euros. Si no los consegu¨ªa de sus padres, los obten¨ªa con hurtos. Y cuando no llegaba a tiempo, el castigo eran golpes en las costillas con una tabla. ¡°A m¨ª me lo ense?aron as¨ª: si haces algo mal tu familia te pega, ?no?¡±, explica toc¨¢ndose la zona en la que le ca¨ªan los golpes.
En este tiempo ha visto a amigos suyos perder extremidades por un golpe de machete o de catana, otro que perdi¨® movilidad en la mano por un corte en los tendones¡
¡ª?Y no te planteabas parar y alejarte de todo eso?
¡ªNo, lo que pensaba es que ten¨ªa que ser m¨¢s duro, el m¨¢s tigre de la calle, ser due?o de todo Madrid. Si tuviera miedo no hubiese sido lo que soy.
Aunque Manuel, el otro chico, insiste en que nunca entr¨® oficialmente en la banda, s¨ª cuenta que se ha visto involucrado en muchas peleas por una supuesta lealtad a los que ¨¦l consideraba amigos. Adem¨¢s, por su pelo y su vestimenta lo han parado pandilleros para increparlo y hasta que no han revisado sus redes para ver que no sale con sus rivales en ellas no lo han dejado marchar.
Fernando, el director del centro, asegura que siempre est¨¢ aprendiendo y form¨¢ndose sobre el funcionamiento de las bandas. ¡°Aunque siempre vamos por detr¨¢s de los chicos¡±, reconoce. Despu¨¦s de una d¨¦cada al frente del centro de menores en el que trabajan 60 personas, ha vivido la evoluci¨®n de estos grupos violentos. ¡°Ahora han aprendido, ya no llevan la vestimenta y los collares identificativos de antes¡±, aclara.
El rango
El rango se gana con misiones. Algunas de ellas pueden ser ir al ¡°bloque¡± de los contrarios armado o conseguir dinero para pagar abogados para un compa?ero. El bloque es todo aquel punto de encuentro de un coro: un parque, un local, una cancha¡ ¡°Si te retiras sin haber obtenido un rango, se van a re¨ªr de ti. Pero yo ya me he ganado todo lo que me ten¨ªa que ganar¡±, apunta Ramiro. Las misiones se deciden en reuniones peri¨®dicas que mantienen en sus bloques y en las que marcan una especie de hoja de ruta semanal o mensual.
¡°Me ense?aron que yo sal¨ªa a la calle y ten¨ªa que dar cates al contrario o apu?alar sin miedo a las consecuencias. Aunque eso nunca lo hice. Ahora ya no pienso as¨ª, no quiero dejar a ninguna madre sin su hijo¡±, reflexiona. Explica que ahora ya las nacionalidades no importan a la hora de aceptar nuevos miembros. ?l es espa?ol. ¡°Ahora quieren lo que sea para ser m¨¢s grandes y que haya m¨¢s acci¨®n, m¨¢s gangueros¡±, resume. Fernando, el director del centro, lo confirma: ¡°El componente identitario ha perdido mucho peso: antes era imposible ver un latin king que no fuera ecuatoriano, eso ahora da igual¡±.
Para Manuel, cualquier chico de 13 o 14 a?os sabe todo sobre bandas. Sus miembros, sus c¨®digos y sus canciones est¨¢n al alcance de cualquiera de estos adolescentes con un simple clic: ¡°Lo ves todo por Instagram. Est¨¢ de moda¡±. ?l se preocupaba de no aparecer con sus amigos en las publicaciones en redes para que no lo tomaran por miembro oficial y pudieran ir a por ¨¦l si lo ve¨ªan solo. ¡°Ahora se est¨¢n creciendo m¨¢s porque salen en la tele, porque ganan seguidores y por las canciones que graban. Se est¨¢n creyendo famosos¡±, sostiene sin dudar.
Pero luchar por el rango no siempre es f¨¢cil. Manuel cuenta que muchos de sus amigos que s¨ª pertenec¨ªan a la banda le contaron que se sent¨ªan ¡°extorsionados¡±. ¡°Los ve¨ªa mal, me dec¨ªan que si se quer¨ªan salir ten¨ªan que dar mucho dinero¡±, relata.
La salida
Para salir de la banda, hay que solicitarlo formalmente. Con una carta o una reuni¨®n en la que le pidas a tu mayor ¡°dejar de correr¡±. ¡°Seguramente te piden una ¨²ltima misi¨®n, la gorda¡±, especifica Ramiro. Este chico asegura que ya quiere otra vida, ganar dinero trabajando en la construcci¨®n y que se ir¨¢ de Madrid si hace falta. Le ha pesado que ninguno de sus compa?eros se haya puesto en contacto con ¨¦l desde su detenci¨®n. ¡°Aqu¨ª no me ha llegado ninguna carta, ni se han acercado a mi madre a preguntarle si est¨¢ bien¡±, se queja. Manuel, por su parte, asegura que quiere estudiar. ¡°Hacer un m¨®dulo de electr¨®nica¡±, se?ala.
¡°En el pasado hemos llegado hasta los ¨²ltimos pasos para sacarlos. Recuerdo una vez que yo medi¨¦ directamente con el jefe de los Latin King en Madrid para que dejaran que un chico se fuera. Estaban muy fuertemente jerarquizados. Con las bandas actuales eso es imposible, no sabes a qui¨¦n dirigirte, o no es tan f¨¢cil encontrar esa figura de autoridad¡±, detalla Fernando.
El director del centro recuerda un caso de ¨¦xito de entre muchos otros. Cuenta que uno de los refuerzos positivos que buscaron para el menor fue un equipo deportivo. Durante nueve meses acudi¨® a los entrenamientos y los partidos oficiales. Cuando vieron que la cosa funcionaba, negociaron con el due?o del equipo, que es empresario, un puesto de trabajo para el joven. Este le pag¨® al menor el curso del carn¨¦ de conducir y se comprometi¨® a contratarlo en cuanto se lo sacase. ¡°Pueden ser muchas otras cosas: contacto con asociaciones juveniles, con los servicios sociales de su Ayuntamiento, equipos de f¨²tbol o de baloncesto, los centros de atenci¨®n a las adicciones de los barrios¡ Todo lo que les ayude a resistir la presi¨®n y les refuerce una vez que nosotros desaparecemos¡±, detalla.
Es imposible saber si su paso por el centro lograr¨¢ la desvinculaci¨®n definitiva de estos dos adolescentes con las bandas. ¡°Tenemos mucho ¨¦xito en la reinserci¨®n, pero no siempre es posible¡±, admite Fernando.
Ramiro sigue descontando los d¨ªas en el calendario para volver con su familia y Manuel saborea la reciente victoria en la Champions de su equipo mientras llega su juicio. Lo que pase fuera depende de ellos.
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