Un cliente insatisfecho amenaza con un hacha al dependiente: ¡°Me dijo que me iba a mandar de vuelta a mi pa¨ªs¡±
Berl¨ªn Kuekem consigui¨® echar al hombre de la tienda y llamar a emergencias desde el interior del establecimiento
Un d¨ªa de verano, entr¨® en la tienda de Berl¨ªn Kuekem un hombre con su ordenador estropeado. El disco duro no daba m¨¢s de s¨ª. ¡°Se descargaba pel¨ªculas raras¡±, apunta el dependiente sin entrar en innecesarios detalles. El empleado de la tienda se qued¨® con el aparato y lo envi¨® al t¨¦cnico que colabora con este modesto negocio del distrito de Arganzuela en Madrid. Consiguieron recuperarlo y pocos d¨ªas despu¨¦s se lo entregaron como nuevo al cliente. Comprob¨® que funcionaba, pag¨® y se fue a su casa a seguir dando uso al ordenador como mejor le pareciera. Pero esa no ser¨ªa la ¨²ltima vez que se ver¨ª...
Un d¨ªa de verano, entr¨® en la tienda de Berl¨ªn Kuekem un hombre con su ordenador estropeado. El disco duro no daba m¨¢s de s¨ª. ¡°Se descargaba pel¨ªculas raras¡±, apunta el dependiente sin entrar en innecesarios detalles. El empleado de la tienda se qued¨® con el aparato y lo envi¨® al t¨¦cnico que colabora con este modesto negocio del distrito de Arganzuela en Madrid. Consiguieron recuperarlo y pocos d¨ªas despu¨¦s se lo entregaron como nuevo al cliente. Comprob¨® que funcionaba, pag¨® y se fue a su casa a seguir dando uso al ordenador como mejor le pareciera. Pero esa no ser¨ªa la ¨²ltima vez que se ver¨ªan las caras.
Seguramente, el hombre descarg¨® de nuevo contenido perjudicial para el port¨¢til, porque el dispositivo volvi¨® a decir basta. Entonces, regres¨® al local de Kuekem, madrile?o nacido en Camer¨²n, pero esta vez con quejas airadas. Hab¨ªan pasado tres meses desde la primera reparaci¨®n. ¡°Yo le dije: ¡®Cuando te lo entregamos funcionaba, ?no? No nos puedes echar la culpa de que ha dejado de funcionar otra vez¡±. A pesar de los malos modos, el encargado acept¨® volver a revisar el aparato y no cobrarle esta segunda reparaci¨®n. ¡°Al final quieres ganar clientes, as¨ª que acept¨¦ no cobrarle para que viera la buena voluntad¡±, relata tras el mostrador. No obstante, el encargado del negocio le record¨® que si ten¨ªa alguna queja, ten¨ªa a su disposici¨®n las hojas de reclamaciones, cuenta Kuekem, a la vez que se?ala el cartel que as¨ª lo indica, situado entre una foto firmada del jugador del Real Madrid Casemiro y la foto de un Cristo yacente.
El negocio de Kuekem es uno de esos peque?os locales con un amplio surtido de productos y servicios: desde el env¨ªo de divisas, hasta las fotocopias, reparaci¨®n de dispositivos, venta de tarjetas prepago... Lleva detr¨¢s de su mostrador m¨¢s de una d¨¦cada, toma caf¨¦ por las ma?anas en el bar de al lado y nunca hab¨ªa tenido ning¨²n problema con sus clientes. Hasta que se top¨® con uno que nunca olvidar¨¢. Este luenes, sobre las seis de la tarde, volvi¨® a entrar en el establecimiento el hombre del ordenador. ¡°Yo pens¨¦ que ven¨ªa por fin a por ¨¦l, que llevaba ah¨ª en la trastienda m¨¢s de un mes, pero en lugar de eso me dijo: ¡®Ven, ven, que te quiero ense?ar una cosa¡±.
El cliente empez¨® a bajar la cremallera de su abrigo y mostr¨® a Berl¨ªn Kuekem un hacha algo oxidada. Mientras hac¨ªa esto, el cliente enfurecido hizo referencia a los or¨ªgenes africanos del dependiente y tambi¨¦n le dedic¨® una ristra de insultos y amenazas. ¡°Me dijo que me iba a mandar de vuelta a mi pa¨ªs, pero mi pa¨ªs es este, pago los impuestos como todo el mundo, no hay una fila especial en Hacienda para negros¡±, relata. Con ayuda de un amigo que se encontraba en ese momento en la tienda enviando dinero a su pa¨ªs, lograron hacer un intento de dialogar con ¨¦l, mientras lo iban dirigiendo hacia la salida. En un ¨²ltimo movimiento r¨¢pido, le echaron a la calle y cerraron la puerta. Entonces, Kuekem llam¨® al 112 y en apenas unos minutos lleg¨® al local una patrula de la polic¨ªa municipal.
Cuando vio a los agentes, el agresor corri¨® a esconder el hacha por los alrededores, pero a los polic¨ªas no les cost¨® encontrarla. El hombre qued¨® detenido, a pesar de que acusaba al encargado de haberlo querido enga?ar. Kuekem ense?a la denuncia que present¨® a continuaci¨®n en una comisar¨ªa de Polic¨ªa Nacional. La guarda en la misma estancia en la parte trasera de la tienda en la que permanece el port¨¢til del hombre, que nunca quiso recoger.
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