Embarazo y parto en un centro de menores: ¡°Cuando sali¨® positivo me dio igual, pero con cada ecograf¨ªa me emocionaba¡±
Irene cay¨® en una espiral de drogas que le llev¨® a una condena antes de los 18 en la que descubri¨® que esperaba un beb¨¦. Este ha sido su proceso hasta rehabilitarse y convertirse en madre
Una chica pasea con un carrito por una pista de baloncesto en la que pega el sol. Esa tarde va a visitar dos escuelas infantiles para decidirse por una en la que inscribir a su beb¨¦, una mu?eca pelona y morenita que duerme apaciblemente. La madre est¨¢ a punto de terminar su condena y empezar una nueva vida junto a su hija. A sus 16 a?os, cay¨® en el pozo de las drogas y acab¨® condenada por un juez a siete meses de internamiento. Hasta que no le hicieron las pruebas m¨¦dicas en el centro de menores no ten¨ªa ni idea de que ...
Una chica pasea con un carrito por una pista de baloncesto en la que pega el sol. Esa tarde va a visitar dos escuelas infantiles para decidirse por una en la que inscribir a su beb¨¦, una mu?eca pelona y morenita que duerme apaciblemente. La madre est¨¢ a punto de terminar su condena y empezar una nueva vida junto a su hija. A sus 16 a?os, cay¨® en el pozo de las drogas y acab¨® condenada por un juez a siete meses de internamiento. Hasta que no le hicieron las pruebas m¨¦dicas en el centro de menores no ten¨ªa ni idea de que estaba embarazada. Estaba tan afectada por el consumo y asustada por el encierro, que su futura maternidad no le import¨®. ¡°Cuando sali¨® positivo me dio igual, no reaccion¨¦¡±, relata. ¡°Pero ya en el hospital y con cada ecograf¨ªa me iba emocionando¡±.
Cuando lleg¨® al centro, hab¨ªa otras tres chicas con hijos, pero coincidi¨® muy poco con ellas. As¨ª se qued¨® sola como la ¨²nica chica embarazada en El Madro?o, unas instalaciones ubicadas en el distrito madrile?o de Carabanchel con un protocolo especializado en casos como el suyo. Ellas cuatro fueron las que en 2022 pudieron cumplir su pena con sus hijos con una edad inferior a los tres a?os, como recoge la ley tanto en el caso de las c¨¢rceles como el de los centros para menores. ¡°Lleg¨® siendo una ni?a, ha sido siempre la mimada de la familia, la peque?a, y se va a ir siendo madre. Al d¨ªa siguiente de parir ya se le hab¨ªa puesto cara de mam¨¢¡±, bromea Ra¨²l Casas, coordinador educativo. ¡°Hubo que combatir la rebeld¨ªa. Ella, por ejemplo, nos dec¨ªa: ¡®No par¨¢is de preocuparos por el beb¨¦, pero ?qui¨¦n se preocupa por m¨ª?¡±, secunda Miguel Mart¨ªn, director del centro. Irene es espa?ola, de madre de origen marroqu¨ª y padre espa?ol, vive en un pueblo de Madrid y es la peque?a de seis hermanos por parte de padre y otro por parte de madre.
El Madro?o es un centro rodeado de vegetaci¨®n en el que cuesta creer que a apenas unos kil¨®metros bulle el centro de una ciudad de siete millones de habitantes. El peque?o complejo cuenta con guarder¨ªa, una piscina en la que los ni?os aprenden a nadar, una cancha y el edificio en el que viven los menores. Parecer¨ªa un lugar de retiro si no fuera por la presencia constante y obligatoria de guardas de seguridad que acompa?an a los internos en cualquier desplazamiento. Es un centro con mayor¨ªa femenina, algo poco frecuente. ¡°La proporci¨®n en el c¨®mputo de todos los centros es de un 85% de chicos y el resto, chicas¡±, apunta Diego L¨®pez, director de la Agencia de la Comunidad de Madrid para la Reeducaci¨®n y Reinserci¨®n del Menor Infractor. De fondo se oyen las casta?uelas del conservatorio cercano. ¡°Algunos les cuentan a sus padres que aqu¨ª se est¨¢ bien, ?que hay hasta beb¨¦s!¡±, se?ala Casas. La ¨¦poca en la que han llegado a coincidir m¨¢s ni?os tuvieron ocho al mismo tiempo.
Irene pone una mueca extra?a cuando se le pregunta por su educaci¨®n sexual. ¡°Al principio no pensaba mucho en que iba a tener un beb¨¦, no me hac¨ªa a la idea. En la primera visita que me hizo mi madre al centro se lo solt¨¦: ¡®Estoy embarazada¡¯. Me sali¨® dec¨ªrselo en ¨¢rabe. Y tambi¨¦n le dije que se encargara de dec¨ªrselo a mi padre. Pero la verdad es que en seguida me dijeron los dos que bienvenido sea¡±, cuenta Irene sentada en la guarder¨ªa del centro, justo antes de que la ni?a vomite un poco del biber¨®n que le acaba de dar. Casas y Mart¨ªn destacan que en el caso de Irene la implicaci¨®n de la familia ha sido fundamental, de hecho, ser¨¢ su padre el que la acompa?e esa tarde a elegir escuela infantil. Un detalle especialmente relevante en su caso, ya que est¨¢ condenada por injurias, amenazas y lesiones en el ¨¢mbito familiar. Esta colaboraci¨®n no se da en todos los casos. ¡°Se trabaja con cada situaci¨®n. Hay chicas que incluso prefieren mandar a sus hijos con su familia a otro pa¨ªs porque consideran que van a estar mejor que aqu¨ª¡±, detalla Mart¨ªn.
El d¨ªa del parto, el 9 de febrero, la madre de Irene estuvo a su lado. ¡°Se re¨ªa de m¨ª, me dec¨ªa que no ten¨ªa fuerza¡±, se r¨ªe la joven. Despu¨¦s del alumbramiento, ella tuvo que irse a trabajar y le tom¨® el relevo el progenitor, polic¨ªa de profesi¨®n. Irene expresa sus emociones de forma sincera: ¡°Cuando me la pusieron encima... no s¨¦, estaba pegajosa. Ahora la miro y pienso que es preciosa y que es m¨ªa¡±. El padre de la ni?a ¡°est¨¢ presente¡±, a?ade, pero su relaci¨®n de pareja ha acabado.
Su historia se repite una y otra vez entre los muchos otros menores que acaban en estos centros, cuyo nexo en com¨²n es la adicci¨®n. ¡°Yo bajaba al parque y estaba todo el d¨ªa fumando porros. Me gustaba mucho la droga. Con mis padres me llevaba bien cuando no estaba drogada, pero era todo el d¨ªa, as¨ª que s¨ª que discut¨ªamos¡±, recuerda. En este tiempo, adem¨¢s de la l¨ªnea normal del resto de menores, que tienen talleres, formaci¨®n profesional y actividades al aire libre, ella tambi¨¦n ha tenido que aprender rutinas de alimentaci¨®n, de cuidados y seguir un programa de desintoxicaci¨®n. ¡°Cuando salga saludar¨¦ a los que eran mis amigos, pero yo seguir¨¦ paseando con ella, ya no me parar¨¦ a fumar¡±, asegura confiada.
¡ª?Qu¨¦ me dijiste que le dir¨ªas a tu hija si te viene embarazada con 16 a?os como t¨²? ¡ª le pregunta el educador del centro.
¡ª?Que la mato!¡ªse r¨ªe la adolescente.
Ahora, Irene cuenta los d¨ªas para salir del centro y empezar sus ocho meses de libertad vigilada, en los que debe cumplir con sus comparecencias regularmente y no volver a delinquir si no quiere volver a un r¨¦gimen semiabierto o incluso cerrado. Est¨¢ a punto de terminar su grado de peluquer¨ªa y va a hacer pr¨¢cticas en unos meses. Cuando acaba la conversaci¨®n y se va, el coordinador educativo desliza que ha vuelto a salir la ni?a que todav¨ªa existe detr¨¢s de la madre: ¡°Me ha dicho que le debemos un donut de chocolate¡±.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.