(Casi) Todo ten¨ªa su origen aqu¨ª
La colonia Parque Metropolitano acogi¨® en sus primeras d¨¦cadas de vida a una ¨¦lite empresarial, cultural y social
Hubo un tiempo en el que casi todo ten¨ªa su origen aqu¨ª. El Heno de Pravia, el Ceregumil -que viene de cereales, leguminosas y miel-, el Metro de Madrid, las estructuras de hormig¨®n del edificio Espa?a, del Palacio de la Prensa o del C¨ªrculo de Bellas Artes, la primera actriz espa?ola que triunf¨® en Hollywood, parte del ¨¦xito de los libros de Elena Fort¨²n o, incluso, un premio Nobel de Literatura.
En el a?o 1918 la familia Eizaguirre Machimbarrena decidi¨® parcelar, urbanizar y comercializar la Quinta del valle, un extenso terreno casi circular que ocupaba toda la avenida del Valle, desd...
Hubo un tiempo en el que casi todo ten¨ªa su origen aqu¨ª. El Heno de Pravia, el Ceregumil -que viene de cereales, leguminosas y miel-, el Metro de Madrid, las estructuras de hormig¨®n del edificio Espa?a, del Palacio de la Prensa o del C¨ªrculo de Bellas Artes, la primera actriz espa?ola que triunf¨® en Hollywood, parte del ¨¦xito de los libros de Elena Fort¨²n o, incluso, un premio Nobel de Literatura.
En el a?o 1918 la familia Eizaguirre Machimbarrena decidi¨® parcelar, urbanizar y comercializar la Quinta del valle, un extenso terreno casi circular que ocupaba toda la avenida del Valle, desde el final de Reina Victoria, bajando hasta lo que hoy es Juan XXIII y subiendo de nuevo por la avenida de Moncloa hasta regresar a Reina Victoria. Para ello, fundaron dos compa?¨ªas: la Urbanizadora Metropolitana y la Inmobiliaria Metropolitana. Los hermanos Otamendi Machimbarrena -dos arquitectos y dos ingenieros- ejercieron de promotores.
¡°Fueron unos visionarios¡±, explica Magdalena Olivera Serrano (57 a?os, Madrid), ¡°se dieron cuenta de que el extrarradio se estaba empezando a expandir, que la gente quer¨ªa vivir en las afueras y tener buenas conexiones. En 1918 se inaugur¨® la l¨ªnea 1, de Sol a Cuatro Caminos, que est¨¢ a 10 minutos de aqu¨ª¡±. El bisabuelo de Magdalena se hizo con un terreno en la colonia y levant¨® la casa en la que nacer¨ªa su madre. Fue precisamente su progenitora la que le puso sobre la pista de la peculiar historia del Parque Metropolitano. En la asignatura de Gesti¨®n de Museos, de la carrera de Historia del Arte, les pidieron que dise?aran una exposici¨®n sobre su barrio. ¡°Me sent¨¦ con mi madre y empez¨® a decir nombres y m¨¢s nombres de gente importante¡¡±. Aquella conversaci¨®n deriv¨® en el documental ¡°Parque Metropolitano, el Hollywood espa?ol¡±.
Con la compa?¨ªa de Magdalena, da comienzo un paseo al que se suma su hermano C¨¦sar (65 a?os, Madrid), investigador del CSIC en Historia Medieval y residente en la colonia.
¡°Esa casa de ladrillo era del torero Domingo Ortega¡±, dicen se?alando a una casa del arquitecto Secundino Zuazo. La dise?¨® hacia dentro, con un patio interior, con aires de finca de campo toledana, siguiendo las indicaciones del torero de que la casa refiriera a su tierra natal. Tambi¨¦n es obra de Zuazo la casa de estilo cubista, a base de formas muy sencillas, del escultor asturiano Sebasti¨¢n Miranda. ¡°Miranda viajaba por toda Espa?a y recog¨ªa rejas, puertas, celos¨ªas, fuentes o vigas de conventos antiguos e iba a?adiendo esos elementos a la decoraci¨®n. La trasera de su casa daba al estadio. Ten¨ªa una terraza y ve¨ªa los partidos desde ah¨ª¡±, explica C¨¦sar.
El estadio era el Metropolitano. Construido por la misma empresa que la colonia y el Metro. Aprovechando la orograf¨ªa del terreno, que era una vaguada, se levant¨® la hist¨®rica Gradona, que utilizaba la ladera para levantar un impresionante muro de almas rojiblancas. ¡°Aunque el estadio inicialmente no era propiedad del Atl¨¦tico. La sociedad lo alquilaba porque su intenci¨®n era hacer algo similar a Wembley¡±, a?ade C¨¦sar. La parada de metro -hoy Vicente Aleixandre, antes Metropolitano- cambi¨® de nombre recientemente ante la gran cantidad de personas despistadas que llegaban hasta all¨ª pensando que ir¨ªan a dar al nuevo estado del Atl¨¦tico de Madrid.
¡°Mira¡±, se?ala Magdalena, ¡°justo ah¨ª abajo viv¨ªa Catalina B¨¢rcena, la primera actriz espa?ola que fue a Hollywood. Rod¨® 7 pel¨ªculas. Y ah¨ª Edgar Neville. Subiendo un poquito m¨¢s, est¨¢ la que fue casa de La Goya (nombre art¨ªstico de Aurora Purificaci¨®n Ma?an¨®s Jauffret), la cupletista que eleva el cupl¨¦ a g¨¦nero fino, que cantaba lo de ¡®t¨¢pame, t¨¢pame, que tengo fr¨ªo¡¯ y que fue pionera en el merchandising -anunciaba abanicos, perfumes o coches-. Y tres hotelitos m¨¢s abajo viv¨ªa la actriz Carmen Ruiz de Moragas, madre de Leandro de Borb¨®n¡±.
Siguiendo con el paseo, aparece el palacete de Valent¨ªn Vallhonrat, cuyo estudio de ingenier¨ªa aport¨® las estructuras de hormig¨®n de varios de los principales edificios de la Gran V¨ªa. Despu¨¦s, el chalet regionalista con aires vascos de Francisco Canivell y Pasqual, que logr¨® que, ante cualquier problema leve de salud, a la gente le dieran Ceregumil, un reconstituyente que hab¨ªa patentado la familia de su mujer. Tambi¨¦n la casa que fue de Manuel P¨¦rez Bua, bibliotecario de la Biblioteca Nacional que ide¨® un sistema de librer¨ªas ambulantes y que llev¨® a su casa los libros de Elena Fort¨²n para hacer una cata familiar. O la de Robustiano Gal, due?o de la f¨¢brica Gal, de la que sal¨ªa el Heno de Pravia.
¡°Somos un poco Lo que el viento se llev¨®¡±, comenta C¨¦sar con sorna.
Magdalena explica que las primeras casas que se levantaron, las que correspond¨ªan a la gente m¨¢s famosa y pudiente, ocuparon el per¨ªmetro de la finca, con vistas a la sierra. ¡°Aunque no hab¨ªa una unidad arquitect¨®nica, s¨ª que se les obligaba a tener unos metros m¨ªnimos de jard¨ªn. De ah¨ª viene el nombre de Parque. Luego, como las parcelas interiores se les quedaron sin vender, en los a?os 30 hicieron una promoci¨®n de parcelas muy peque?itas. De hecho, hubo incluso un proyecto para hacer adosados. Se construyeron dos, y a¨²n siguen en pie¡±.
A una de aquellas parcelas lleg¨® el bisabuelo de la familia, que construy¨® la casa familiar pensando en las ventajas de la zona para una de sus hijas, que ten¨ªa tuberculosis. Despu¨¦s, estall¨® la Guerra Civil. Amparito, una de las tres hijas, recordaba que les dieron dos horas para evacuar la casa. Que ella y Ernestina, la empleada del hogar, extendieron un par de mantas en el suelo, echaron cosas encima, hicieron un hatillo y salieron pitando. Poco despu¨¦s, una bomba caer¨ªa en la casa.
¡°Esta zona es frente de guerra desde comienzos de noviembre de 1936 hasta el final de la contienda. El ej¨¦rcito de Franco intentaba entrar por Ciudad Universitaria y lleg¨® hasta lo que hoy es el Cl¨ªnico. Ese frente se estabiliza y aparece una guerra de trincheras, de minas. Al estar tres a?os, los soldados, cuando llegaba el invierno, arramblaban con todo. Tejados, puertas, escaleras, marcos¡ quemaban madera para no morirse de fr¨ªo. La familia Gonz¨¢lez Posada se encontr¨® con que su biblioteca hab¨ªa servido para forrar los laterales de una trinchera excavada a las puertas de su casa¡±, relata C¨¦sar. Aqu¨ª, en la calle de la Vi?a, recibi¨® Buenaventura Durruti el disparo que lo llev¨® al hospital, donde falleci¨®.
Meses despu¨¦s de que terminara la Guerra, Carmen Serrano, la madre de Magdalena y C¨¦sar, se adentr¨® en el chalet de la familia Canivell, destrozado por la contienda. Subi¨® y subi¨®. Cuando lleg¨® a lo m¨¢s alto y mir¨® para abajo, la altura era tal que fue incapaz de emprender el camino de regreso. Tuvieron que subir a rescatarla.
La vida regres¨® a la colonia. ¡°Esto era como un pueblecito cerrado. La puerta estaba siempre abierta. Mi madre y sus amigas se llamaban ¡°las parqueras¡±. La gente se visitaba. Hab¨ªa pandillas. Jugaban al escondite por todo el per¨ªmetro. Tambi¨¦n al pinacle, iban a merendar, se devolv¨ªan la visita¡¡±, dice Magdalena citando a su madre.
En los a?os 60, el panorama empez¨® a cambiar. Muchas de las familias dejaron la colonia y las casas fueron adquiridas por ¨®rdenes religiosas, centros m¨¦dicos -aqu¨ª se instal¨® la primera cl¨ªnica L¨®pez-Ibor- o universidades.
¡°Aunque la colonia ha perdido la esencia original, para nosotros no solo es un barrio, es la historia de la familia. Somos los ¨²ltimos de Filipinas¡¡±, explica C¨¦sar, que vive en una casa de 1947 con su mujer, nieta del bibliotecario que ayud¨® a Elena Fort¨²n, y una de sus dos hijas.
Continuando el paseo, los hermanos comparten recuerdos e identifican los a?adidos ¨C¡°mofletes¡±, los llaman ellos- que se han ido incorporando a las construcciones originales. Lamentan el abandono de la casa de Vicente Aleixandre, que fue punto de encuentro de la Generaci¨®n del 27 -por aqu¨ª pasaron Miguel Hern¨¢ndez, Federico Garc¨ªa Lorca, Manuel Altoaguirre o Carmen Conde- y en cuyo jard¨ªn contin¨²a firme el cedro liban¨¦s que plant¨® el escritor como s¨ªmbolo del renacer despu¨¦s de la guerra.
Los pasos llevan por la calle del Bosque, de las Amapolas, de la Brisa¡ avanzan sobre una tapa de alcantarilla que reza ¡°Canales de Lozoya. La Moderna Puertollano. 1934¡å. ¡°Porque aqu¨ª el agua llegaba desde el Lozoya, no como al resto de la ciudad¡±, indica C¨¦sar con cierto orgullo de barrio.
Desde lo alto de la calle de los Olivos, si se orienta la mirada al norte, se puede vislumbrar lo que era la vista original desde la colonia. Al fondo, se ve la sierra.
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