Nadie supera los 231 goles de Dylan en el f¨²tbol de Madrid
Dylan P¨¢ez es el m¨¢ximo goleador del f¨²tbol aficionado de Madrid. Acompa?ado de su familia recorre durante el fin de semana los campos olvidados del sur de la Comunidad donde compite con cinco clubes (Mil¨¢n, Juventus, Pomasqui, San Luis, Am¨¦rica y Fundaci¨®n Rayo Vallecano), en ligas formadas por emigrantes latinoamericanos
Esta vez Luis Fernando Romero no conseguir¨¢ lo que desea y tantas veces ha obtenido. El defensa central del Mil¨¢n FC y l¨ªder del equipo aprovecha que est¨¢ solo y sin peligro a la vista en el centro del ¨¢rea para dirigirse a alguien en la banda con el brazo donde porta lo m¨¢s importante de un capit¨¢n: su brazalete. Lo hace con gestos visibles, mientras grita.
¡ªLlamad a Dylan, ?ngel. ?Llamad a Dylan! ¡ª vocifera Fernando tras un despeje llev¨¢ndose la mano a la oreja.
Pegado al yeso que delimita la banda derecha de la cancha ¡ªun trozo de tierra en las afueras de Alcorc¨®n que a d¨ªas se utiliza como aparcamiento, a ratos como lugar para eventos de motocross, y casi todos los domingos como campo de f¨²tbol de la Liga Ecuatoriana Casa de Campo¡ª se encuentra ?ngel Tasiguano, directivo del club, de 58 a?os, visiblemente confuso, recibiendo y acatando la orden del jefe.
Pero Dylan P¨¢ez, el pichichi del Mil¨¢n y tambi¨¦n de la liga, de 19 a?os, no contestar¨¢ ese d¨ªa al tel¨¦fono. Tampoco su padre, Jose P¨¢ez, 42 a?os, futbol¨ªsticamente conocido como Pepe, que ejerce de jugador, pero tambi¨¦n de representante de su hijo. Ambos est¨¢n en otro barrizal de Madrid, disputando otro partido importante en otra de las ligas latinas por las que se mueven casi por encargo a base de goles. El muchacho lleva 231 contabilizados esta temporada entre los seis equipos donde juega de manera regular (Mil¨¢n FC, 61 goles; Juventus, 55 goles; Pomasqui, 55 goles; Am¨¦rica, 35 goles; San Luis, 13 goles; y Fundaci¨®n Rayo Vallecano, 12 goles).
Luis Fernando ha pedido que llamen a Dylan porque sabe que nadie golea como el muchacho en el f¨²tbol de tierra y, tal y como est¨¢ el equipo, ¨¦l es exactamente lo que le hace necesita para no perder el encuentro. Si Dylan P¨¢ez no llega, es probable que cuando sus veteranos jugadores se desfonden en la segunda parte, el Mil¨¢n termine claudicando contra el Palmeiras por mucho que hasta ahora ganen 2-0.
Y as¨ª fue, en efecto. El Mil¨¢n empat¨® el partido. Y Dylan aumentaba su cuenta goleadora all¨¢ donde estuviera jugando, en la Liga Ecuatoriana Casa de Campo (Alcorc¨®n), en la Liga Llano Grande (Campamento), en la Liga Uni¨®n de Amigos (Aluche), en la Liga Mundo Deportivo (Aluche) o en la Liga Hispano ecuatoriana (Carabanchel). Ah¨ª est¨¢ su nicho de mercado con una media de entre dos y tres goles por partido.
La f¨®rmula de los P¨¢ez es sencilla: darle a los dem¨¢s lo que necesitan. Y en el f¨²tbol, se juegue sobre hierba, sobre tierra, en grandes estadios o en un barrizal, lo m¨¢s necesario son los goles. Temporada tras temporada, el chico se ha convertido en una especie de goleador a domicilio.
Pepe P¨¢ez, conserje en una finca de Tres Cantos, ejerce los s¨¢bados y domingos de representante del chico, el mediano de sus tres hijos. El boca a boca ha convertido a Dylan y Pepe ¡ªque le acompa?a en el campo desde la posici¨®n de media punta¡ª en una suerte de referentes en el f¨²tbol m¨¢s modesto de Madrid. Los rivales se acercan al final de los partidos para intentar seducirles. Algunos les ofrecen refrescos, botas para jugar o tal vez pagarles la gasolina a cambio de que se vayan con ellos. Los P¨¢ez, sin embargo, dicen que juegan por afinidad y sobre todo all¨ª donde Dylan pueda sacar partido a su potencial. A final de temporada, el m¨¢ximo goleador suele recibir como recompensa un premio de entre 100 y 150 euros seg¨²n el campeonato, de modo que el equipo que les reclame debe tener opciones de ganar el torneo. ¡°No sabemos casi lo que es perder¡±, apunta Dylan despu¨¦s de clasificar al Pomasqui para la final de la Liga San Isidro.
Entre el jueves y el viernes por la tarde el padre recibe por WhatsApp los horarios de los equipos con los que tienen un compromiso habitual y algunos otros que solicitan al muchacho para partidos concretos. A partir de ah¨ª, Pepe organiza la jugada. El encuentro con el sub-23 de la Asociaci¨®n del Rayo Vallecano es inamovible, ah¨ª est¨¢ federado en Tercera Regional y entrena cuatro d¨ªas a la semana. Si cuadra, podr¨¢n acudir a uno o dos partidos el s¨¢bado y tal vez un par m¨¢s el domingo. Hace poco le lleg¨® una oferta sencilla. ¡°Solo semifinales y final¡±, le dijeron. Era f¨²tbol 7, con la Juventus, tambi¨¦n en Aluche, y estuvo cerca de hacerse con el trofeo de m¨¢ximo goleador pese a la desventaja de encuentros jugados. ¡°Yo voy donde me dice mi padre, donde sea. Simplemente voy y hago mi trabajo¡±, afirma P¨¢ez.
Las ligas barriales se juegan en canchas de f¨²tbol secundarias que no forman parte de un polideportivo concreto. Son antiguos campos de arena en medio de los parques cuyos inquilinos habituales son inmigrantes de Latinoam¨¦rica. Seg¨²n datos del INE, cuya ¨²ltima actualizaci¨®n data de 2022, se calcula que en la Comunidad residen unos 824.000 iberoamericanos. ¡°Estas ligas se pensaron a principios de los 2000 como punto de encuentro o bolsa de empleo para los sudamericanos que llegaban a Madrid sin conocer nada ni a nadie¡±, explica Luis Chaves, 67 a?os, presidente de la Liga Asociaci¨®n Mundo Deportivo de Aluche donde Dylan juega con el Pomasqui, un equipo que lleva el nombre del pueblo de Pepe, al norte de Ecuador, y cuyos jugadores proceden en su mayor¨ªa de ah¨ª. ¡°No exigimos papeles ni la nacionalidad. Muchos vienen a jugar con el pasaporte. Son ligas abiertas para el inmigrante, aunque s¨ª necesitamos que el equipo abone su cuota semanal de unos 40 euros por partido para pagar el campo y al ¨¢rbitro¡±, apunta Chaves. A final de temporada, el conjunto ganador obtendr¨¢ un premio de 1.000 euros, 700 el segundo y 400 el tercero adem¨¢s del que se le otorga m¨¢ximo goleador. Unas cifras muy similares a las que se manejan en el resto de las ligas, como la de Casa de Campo, cuyo presidente C¨¦sar Llugluna, 60 a?os, desmiente que a ellos les guste jugar en tierra. ¡°Es lo m¨¢s accesible, pero querr¨ªamos llevar la liga a otro nivel y disputarla enteramente en c¨¦sped artificial¡±, asegura.
Dice su padre que Dylan debut¨® junto a ¨¦l en la categor¨ªa senior (para mayores de edad) de la liga APEM a los 12 a?os. ¡°Tres antes que el Pelusa¡± comenta con iron¨ªa refiri¨¦ndose al debut profesional de Diego Armando Maradona con Argentinos Junior a la edad de 15 a?os y 355 d¨ªas. ¡°Tuvimos que firmar una autorizaci¨®n para asegurar que nos hac¨ªamos cargo si sufr¨ªa alg¨²n da?o¡±, apunta la madre, Doris Pillajo, de 46 a?os, sentada en el sal¨®n de su casa en el distrito de Villaverde Alto. ¡°Se me saltaron las l¨¢grimas ese d¨ªa. Sali¨® y le dio una asistencia a Pepe. Guardar¨¦ ese v¨ªdeo para siempre¡±, a?ade. ¡°Al a?o siguiente ya qued¨® pichichi. Puede que sean ligas que no se conocen, pero en nuestra comunidad s¨ª son muy importantes. Que Dylan sea destacado en ellas me emociona. Todo es f¨²tbol en esta casa¡±, finaliza.
Doris, la madre de Dylan, es limpiadora de trenes de alta velocidad. Lleg¨® a Madrid junto a un t¨ªo suyo a los 18 a?os tras acabar el bachillerato. Empez¨® en una residencia de monjitas de lunes a domingo en Colmenar Viejo. Pasados los a?os traer¨ªa sus padres y sus cuatro hermanos. Fue una noche de fiesta en una discoteca del propio Colmenar donde se cruz¨® con Pepe. ?l, que por entonces ten¨ªa 21 a?os, hab¨ªa pasado sus primeros meses en Espa?a recogiendo n¨ªsperos y naranjas en Benidorm. Aquel trabajo le desanim¨® y se march¨® a la capital para despedirse de su primo, hacer la maleta y regresar a Ecuador. Un trabajo temporal en una f¨¢brica de muebles le mantuvo un tiempo m¨¢s, pero Pepe, m¨¢s dado a susurrar que a hablar de m¨¢s, deja entrever en sus leves palabras de hombre enamorado que fue por Doris por quien se qued¨® en Espa?a. M¨¢s tarde llegar¨ªan Kendra, la hija mayor de 21 a?os, Dylan y el peque?o Neizan, de cinco. Despu¨¦s de varios vaivenes, y algunos a?os de estrecheces donde a veces solo hab¨ªa Cola Cao para cenar, por fin han logrado la estabilidad en un peque?o piso de Villaverde Alto.
Los martes son el ¨²nico d¨ªa de descanso para el goleador de los P¨¢ez. El resto de la semana Dylan tiene entrenamientos reglamentados con el sub-23 de la Asociaci¨®n del Rayo Vallecano. El martes, en su day off, se levanta a eso de las seis de la tarde del escritorio donde prepara el examen de mecanizado b¨¢sico para su grado medio de chapa y pintura. Comienza a realizar en la habitaci¨®n unos ejercicios de fuerza con dos mancuernas que compr¨® en el Decathlon hace cinco a?os. Despu¨¦s se calza las deportivas y sale correr.
Cuando la puerta de la casa se abre, el ritual siempre es el mismo. Antes de pasar al rellano y llamar al ascensor, Dylan se despide en voz baja. ¡°Ya vengo¡±, anuncia. Desde el sal¨®n de la casa, la habitaci¨®n, la cocina o donde quiera que est¨¦, Doris contesta:
¡ªQue Dios te bendiga.
¡°Es mi forma de sentirme seguro. Si ella no est¨¢ aqu¨ª le pongo un wasap antes de bajar a la calle para que me d¨¦ la bendici¨®n¡±, confiesa el joven al empezar a correr por el barrio de San Andr¨¦s, en Villaverde Alto. Durante los partidos se encomendar¨¢ al arc¨¢ngel Miguel, ¡°protector de la familia P¨¢ez¡± como lo define la abuela Gloria, madre de Doris. Una imagen suya cubre la desgastada espinillera de su pierna izquierda, donde se concentran la mayor¨ªa de las patadas que recibe.
La trayectoria de Dylan est¨¢ marcada, seg¨²n su familia, por una mala ca¨ªda. En el d¨ªa m¨¢s importante, en el partido m¨¢s trascendental hasta la fecha, la entrada por detr¨¢s de un defensa cuando el joven se quedaba solo ante el portero provoc¨® que se rompiera la clav¨ªcula y tuviera que abandonar. Entonces disputaba un torneo con el equipo cadete de la Asociaci¨®n del Rayo Vallecano. La familia al un¨ªsono recuerda la presi¨®n que sintieron al enterarse de que en aquel encuentro habr¨ªa ojeadores del Atleti, del Real Madrid y sobre todo de la cantera del Rayo, que ten¨ªan inter¨¦s en ver al chaval. Cuando el ¨¢rbitro pit¨® el final, Dylan dice que se encontraba postrado en el banquillo. Hasta all¨ª se acerc¨® un hombre que hoy en d¨ªa no sabe muy bien qui¨¦n era. ¡°Nos gustabas mucho, pero lesionado no sirves¡±, cuenta que le dijo.
Estuvo una semana en la cama mirando al techo y durante bastante tiempo perdi¨® las ganas de jugar. La posibilidad de ir a una cantera importante, el gran sue?o de la familia P¨¢ez, se esfum¨® de un plumazo en aquella infructuosa carrera.
Tras un tiempo de reflexi¨®n Dylan le pidi¨® a Pepe que le buscara equipo de nuevo. Pasar¨¢ por el Humanes, el Casarrubuelos, el Velilla o el Puerta Bonita antes de regresar a la Asociaci¨®n del Rayo. ¡°Nuestra ilusi¨®n siempre ha sido llegar a una liga mayor, aunque en el momento decisivo no hemos tenido esa suerte. Yo le digo que hasta el ¨²ltimo momento hay que alzar la cabeza¡±, reconoce Pepe cuando se le pide recordar aquel suceso mientras observa a su hijo jugar con el San Luis, en la liga Hispano ecuatoriana de Carabanchel. ¡°Dylan es un jugador muy inteligente, de los que piensan antes de hacer, con la cabeza levantada siempre. El que no juega con la cabeza arriba no vale para esto¡±, a?ade.
Los P¨¢ez han encontrado en el f¨²tbol barrial su pedacito de gloria. All¨ª se redimen de las decepciones y encuentran reconocimiento. Son respetados, queridos, deseados. No existe en la temporada 2023/24 goleador como Dylan con sus m¨¢s de 200 goles. Solamente Marcos L¨®pez, del equipo La Tola en la liga Llano Grande se le acerca con 81 tantos.
Llega el partido m¨¢s importante de la temporada. El Mil¨¢n ha ido l¨ªder casi todo el campeonato, lo que llev¨® a alguno de sus jugadores a dejar de asistir a los partidos porque la fase final estaba casi asegurada. En el caso de Dylan, que cuenta con 61 goles, el motivo de su ausencia era tratar de hacerse con el pichichi en aquellos otros campeonatos que llevaba menos encuentros. Pero el Bellavista, otro de los cl¨¢sicos, ha aprovechado las cuatro derrotas seguidas del Mil¨¢n para auparse al primer puesto. Padre e hijo son zurdos, juegan con el mismo modelo de botas Puma y ambos llevan las medias bajas como hicieron en su d¨ªa Gordillo, Mario Kempes o en la actualidad Marcos Llorente. ¡°Los golpes en este f¨²tbol suelen ir ah¨ª, de nada te sirve llevarlas arriba¡±, argumenta Pepe.
Bajo una temperatura de unos 35?C a la sombra, el bal¨®n empieza rodar. A los dos minutos Pepe roba un bal¨®n, levanta la cabeza y se lo manda a Dylan por encima de los defensas. Su hijo anota y se lo anulan por fuera de juego. Nadie se lamenta, saben que hoy los goles est¨¢n de su parte.
En el minuto ocho, Marcelo Titua?a, alias El ?nico, de 58 a?os, le da una orden a Dylan que este no podr¨¢ esquivar. ¡°Corre hacia el arco, cabr¨®n, que eres mejor que Maradona¡±, le implora. Un minuto despu¨¦s ¡°el moreno¡± pega un balonazo desde la banda izquierda para que Dylan, en el punto de penalti, remate de cabeza y marque con una vaselina al guardameta Luis D¨ªaz, que al levantarse del suelo mostrar¨¢ su resignaci¨®n al banquillo por la que se le viene encima.
Antes de alcanzar el 20 de la primera parte, tras una jugada en la que deja en el suelo a cuatro defensas con varios quiebros, P¨¢ez anota el tercero y sentencia el partido. ¡°?Les ten¨¦is miedo o qu¨¦? Son un equipo cualquiera¡±, se escucha en el descanso en el corrillo del Bellavista. Algo m¨¢s calmado se muestra Jose Luis Quisilema, de 55 a?os. Sentado en el maletero de una furgoneta, el hombre, gran pelotero del Ana¨ª, explica la clave del encuentro a sus compa?eros. ¡°Dylan es mejor que su padre. Pero Dylan sin Pepe no ser¨ªa el mismo. Los goles del chico est¨¢n en la dulzura de los pies del padre¡±, comenta para asombro del resto.
La segunda parte ser¨¢ otra exhibici¨®n de los P¨¢ez. Tras el quinto tanto del hijo, un hombre ajeno a cualquiera de los dos equipos se queja al resto de aficionados: ¡°?Nadie graba esto? Tiene magia en los pies. El partido es suyo. ?El f¨²tbol es suyo!¡±, exclama. El portero Luis D¨ªaz se levanta del suelo, se sacude el polvo y observa como Dylan yace en el campo acalambrado.
Al acabar el encuentro Pepe se acerca a su hijo para decirle que ¡°no estuvo mal¡±. Hay algo que al padre le preocupa m¨¢s que el resultado final de 5-0. ¡°?Tienes la ¨®ptica esta tarde en el centro comercial?¡±, pregunta. ¡°No, pap¨¢. Ser¨¢ la semana que viene¡±, responde Dylan. El muchacho es miope, tiene 2 y 2,5 dioptr¨ªas y juega sin gafas ni lentillas. ¡°La verdad es que solo veo el bal¨®n cuando lo tengo a menos de dos metros. Yo creo que por eso luego no me acuerdo de los goles¡±, confiesa.
La tarde se ha quedado libre para los P¨¢ez, que marchar¨¢n a otro campo a continuar con su partido infinito. Una pelota, un arco y el ciclo eterno de Dylan P¨¢ez: marcar, olvidar y volver a marcar.
Cr¨¦ditos
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