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La pizca de manzanas es una de las principales actividades econ¨®micas de los rar¨¢muris desplazados.
Aurora de origen Tarahumara dej¨® su hogar en la Sierra debido a la falta de oportunidades y la inseguridad.
Algunas de las prestaciones de los jornaleros son el transporte.
Un grupo de mujeres Tarahumaras llega al albergue donde la empresa les ofrece comida y vivienda durante la temporada de la pizca.
Los camiones en algunas ocasiones son insuficientes y los jornaleros son transladados en veh¨ªculos de carga.
Cientos de trabajadores del campo llegan al albergue que se encuentra a su m¨¢xima capacidad.
Los hombres son revisados antes de entrar al albergue.
Todos son identificados con una credencial para su estancia temporal.
Al llegar de trabajar son recibidos con alimentos.
Hombres y mujeres se conglomeran en el patio mientras algunas mujeres laban sus ropas.
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En estos dormitorios pasan la noche las mujeres y hombres jornaleros.
Chihuahua
En la oscuridad de la noche, Dolores Batista escuch¨® cinco disparos y el estruendo de unas camionetas que derrapaban por un camino terregoso detr¨¢s de su casa. La mujer no quiso ni asomarse por la ventana. Apret¨® los ojos e intent¨® conciliar el sue?o en lo m¨¢s profundo de su soledad. No era la primera vez que se aterraba por los balazos. Esas escenas comenzaron en 2007, pero se volvieron cada vez m¨¢s frecuentes. Un d¨ªa les pidi¨® a sus hijos que se fueron del pueblo, ubicado en Bocoyna, en la sierra Tarahumara, por miedo a que les tocara una bala perdida.
Sus dos hijos bajaron de la sierra y se fueron a Cuauht¨¦moc (168.482 habitantes), localizada a 150 kil¨®metros del pueblo donde viv¨ªan. Ella no quiso abandonar su tierra y sus animalitos, pero tiempo despu¨¦s la falta de trabajo la oblig¨® a migrar en busca de empleo. Desde el 2011 cada temporada de pizca llega a trabajar en la empresa La Norte?ita. All¨¢ en su pueblo no tiene que comer porque la plaga o la sequ¨ªa arruinan los cultivos de ma¨ªz o frijol.
No es la ¨²nica rar¨¢muri -como se llaman los tarahumaras entre ellos- que ha tenido que salir de su territorio. La sierra Tarahumara, que se compone de profundas barrancas y boscosas monta?as en la sierra madre occidental de Chihuahua, atraviesa una fuerte situaci¨®n de violencia a causa de las disputas del crimen organizado que ha desplazado a cientos de ind¨ªgenas.?
En esa regi¨®n serrana vive el 90% de los tarahumaras distribuidos en peque?as localidades dispersas en 23 municipios en condiciones de alta marginaci¨®n y pobreza. Esta situaci¨®n de inseguridad y miseria ha?obligado a que cientos de ellos tengan que moverse a las partes m¨¢s altas de la sierra o deban migrar a las ciudades cercanas como Cuauht¨¦moc o hasta la capital del Estado, explica Delma Mart¨ªnez, defensora de derechos humanos.
"Ellos se han ido cada vez m¨¢s a la cumbre de la sierra, tienen que comer lagartijas, ardillas, porque no hay para sembrar", cuenta la activista que ha trabajado durante a?os con las mujeres desplazadas que llegan a Cuauht¨¦moc.
Por temporadas bajan a la ciudad en busca de oportunidades. "Cuando no est¨¢n en las pizcas, el desahije o el empaque, las mujeres trabajan en la limpieza de casas y los hombres de ayudantes de alba?iles, y si no, lo m¨¢s triste es que los vemos en las esquinas, pidiendo (dinero), con los ni?os en la calle", menciona.
El choque cultural es tremendo, destaca Delma, porque parte de su vida es el contacto con la naturaleza. "Ellas me platican que no quisieran estar aqu¨ª, que a?oran estar en la sierra, con los ¨¢rboles, el r¨ªo, las piedras, todo¡ y aqu¨ª entran a un mundo que no es suyo y lo extra?an, pero all¨¢ est¨¢ el narcotr¨¢fico y nosotros les vamos quitando las tierras".
La Norte?ita, la mayor reclutadora de tarahumaras
La mayor parte de los tarahumaras que llegan a Cuauht¨¦moc, el tercer municipio m¨¢s poblado de Chihuahua, se emplean en la agropecuaria La Norte?ita, la empresa m¨¢s importante de la regi¨®n y la que recluta la mayor cantidad de tarahumaras en sus huertos de manzana (el 80% de su plantilla laboral).
La compa?¨ªa, que se fund¨® hace m¨¢s de 40 a?os, es la principal productora y comercializadora de manzana en M¨¦xico. Actualmente cuenta con 3.000 hect¨¢reas de plantaci¨®n y tres millones de ¨¢rboles que producen 80.000 toneladas de manzana al a?o. Su planta laboral es de 3.500 empleos permanentes y hasta 9.000 temporales durante cuatro meses del a?o. En siete a?os recibi¨® cerca de 4 millones de pesos (219.000 d¨®lares) en subsidios gubernamentales de Proagro para mejorar su productividad.
Gran parte de los tarahumaras que llegan a trabajar durante los meses m¨¢s activos de producci¨®n se hospedan en el albergue de la compa?¨ªa. El albergue aloja hasta 2.000 personas en temporada alta. Adem¨¢s s¨®lo acepta parejas sin hijos porque no tiene guarder¨ªas para los jornaleros temporales, s¨®lo para los empleados de planta.
La empresa es una de las principales fuentes de empleo en la localidad, pero l¨ªderes sociales y pol¨ªticos entrevistados por este medio cuestionan que la empresa no brinde condiciones dignas a los rar¨¢muris que se hospedan en el albergue, pese a que son parte importante de las jugosas ganancias que obtiene la productora de manzanas. ¡°Las instalaciones del albergue a m¨ª no me parecen humanas para nadie, tendr¨ªan que estar m¨¢s adaptados los ba?os, los dormitorios, pero son tantos que rebasa la capacidad del lugar¡±, dice Delma Mart¨ªnez, activista local.
La Norte?ita es una empresa que durante muchos a?os no fue bien aceptada por la comunidad de Cuauht¨¦moc por el trato que brindaba a los jornaleros rar¨¢muris. Su fundador Salvador Corral era visto como un tirano y un cacique, pero tras su muerte se concret¨® un proceso de transformaci¨®n de la compa?¨ªa para convertirse en socialmente responsable, cuenta Humberto Ramos Molina, expresidente municipal de Cuauht¨¦moc. ¡°La actitud de los hijos cambi¨® radicalmente, por eso ubicamos un antes y un despu¨¦s, un emporio no bien aceptado, y ahora una empresa que est¨¢ en todas las acciones de beneficio social de la ciudad¡±, dice.
Delma coincide en que los hijos tienen una mayor disposici¨®n que don Salvador a apoyar con acciones altruistas.
¡°Yo siento que el hijo (quien administra la compa?¨ªa) es m¨¢s accesible. Con el padre no se pod¨ªa hablar, yo fui directora de una guarder¨ªa y me recomendaban que no recibiera ni?os de la Norte?ita porque aunque estuvieran muy graves no iban a dejar salir a las mam¨¢s¡±, recuerda la activista.
La agropecuaria ha generado que Cuauht¨¦moc sea vista como ¡°el sue?o americano¡± de los jornaleros, a donde acuden porque saben que por lo menos tendr¨¢n un salario seguro, comida y hospedaje, destaca Humberto Ramos.
¡°Si generan tanto empleo y tanto dinero, es para que tuvieran albergues dignos y mejoraran las condiciones de vida de los trabajadores¡±, agrega.
Luis Pineda, ejecutivo adjunto de la direcci¨®n general de La Norte?ita, defiende que el albergue funciona, a pesar de la alta cantidad de gente concentrada. ¡°Hace poco hicieron un simulacro de incendios y funcion¨®¡±, afirma.
Un d¨ªa en el albergue
Los pies de Juan, envueltos en unos huaraches de baqueta, est¨¢n mojados por el agua de la lluvia que acaba de inundar el centro de la ciudad. Con pasos lentos se para en la puerta del albergue y levanta las manos para permitir que un guardia le revise los bolsillos. Unos metros m¨¢s adelante, toma en sus manos un poco de jab¨®n que le da un empleado del albergue y se talla las manos sin fuerza bajo un chorro de agua. Entra al comedor y se forma para recoger sus alimentos: un guiso de carnes fr¨ªas, frijoles, tortillas y una gelatina. Se sienta en una mesa y no habla con nadie. Tras cenar, se dirige a un cuarto inmenso de piso de cemento, donde compartir¨¢ un peque?o espacio a base de tarimas con otro compa?ero. Afuera, decenas de trabajadores siguen llegando a repetir la misma rutina de Juan.
El albergue de La Norte?ita y las instalaciones de la empresa nunca han sido inspeccionadas por las autoridades de la Secretar¨ªa del Trabajo de Chihuahua, respondi¨® la dependencia en respuesta a una solicitud de informaci¨®n. La Secretar¨ªa del Trabajo federal ha hecho 11 visitas entre 2007 y finales de 2016 para verificar las condiciones laborales y han encontrado unas 167 irregularidades. En tres de los expedientes han solicitado sancionar a la agropecuaria con multas cercanas al medio mill¨®n de pesos (27.700 d¨®lares), pero la empresa no ha pagado ninguna porque ha interpuesto recursos legales ante el Tribunal de Justicia Administrativa, quien ha anulado las sanciones.
1. No pudo acreditar que brinda vacaciones a sus trabajadores
2. No cuenta con recibos de pago de finiquito o prima vacacional
3. No proporciona capacitaci¨®n a sus trabajadores
4. No tiene programas de adiestramiento
5. No cuenta con constancias de habilidades laborales expedidas a los empleados
6. No cuenta con un plan de atenci¨®n de emergencia por incendio
7. Carece de diagn¨®stico de seguridad en el trabajo
8. No cuenta con un programa completo de salud en el trabajo
9. Ha recibido se?alamientos por no tener a todos sus trabajadores dados de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y no brindarles un contrato formal de trabajo.
Iliany Guti¨¦rrez, la coordinadora del albergue m¨¢s grande de La Norte?ita, explica que los rar¨¢muris no cuentan con contrato porque se les paga por d¨ªa trabajado. ¡°Para nosotros es muy complicado manejarles un contrato de planta o semanal por la misma cultura que ellos tienen: de mucho desapego familiar, mucha inestabilidad en cuanto a su vida. Ellos viven al d¨ªa y a ver qu¨¦ viene ma?ana. Te trabajan tres d¨ªas y luego se van a descansar o de fiesta y ya no vienen a trabajar¡±, explica la joven.
Guti¨¦rrez dice que s¨®lo tienen dados de alta en el IMSS a un 15% de la plantilla laboral y son los empleados m¨¢s constantes. ¡°Los dem¨¢s, por atenci¨®n m¨¦dica no van a batallar porque aqu¨ª hay consultorio (de la empresa) y si hay una emergencia que no podamos tratar lo canalizamos al IMSS, y lo damos de alta (temporalmente) en el seguro¡±, expone.
Uno de los problemas de salud m¨¢s recurrentes que combaten a trav¨¦s de pl¨¢ticas son las adicciones, menciona la encargada del albergue.
¡°Es muy dif¨ªcil porque parte de su cultura y su crianza es eso: el alcohol. Es parte de lo que ellos traen de su casa, y eso trae como consecuencia que ellos sean tan inestables y que nosotros no podamos manejar una forma distinta de trabajo con ellos¡±, justicia.
El directivo Luis Pineda tambi¨¦n destaca que han tenido que desarrollar un sistema alterno para trabajar con ellos debido a su forma de ser. ¡°Ellos tiene tres reglas: usan la palabra lo necesario, no viven en comunidad, y no tienen apegos y esa es la parte que menos comprendemos¡±.
En la empresa han llevado programas del registro civil para darles una identidad, pero en unos d¨ªas extrav¨ªan o tiran las actas. Por ello la empresa emprendi¨® una credencializaci¨®n propia para regir la relaci¨®n patronal. Aunque han intentado brindarles contratos, esto no ha funcionado porque el trabajo no es fijo, es temporal. ¡°Hay gente que viene unos d¨ªas y luego se va. Entonces tener contratos laborales llega a ser obsoleto porque a los d¨ªas ya no puede ser v¨¢lido¡±, insiste.
El r¨¦gimen del IMSS (el mayor sistema de seguridad social en M¨¦xico), donde est¨¢n contemplados los jornaleros del campo, no es el m¨¢s adecuado para ellos, considera. ¡°La capacidad de ese sistema te truena con tanta gente, si t¨² quieres hacer altas y bajas diarias es imposible¡±, argumenta.
Al no contar con IMSS se les niega a los trabajadores el derecho a una pensi¨®n, pero Pineda insiste en que el problema no est¨¢ en la empresa. ¡°Si hoy dicen llamarse Pedro y ma?ana cambiarse a Juan es dif¨ªcil (poder inscribirlos a un r¨¦gimen)¡±, agrega.
Hay un choque entre el sistema de derechos civiles contra su ideolog¨ªa, dice. El ejemplo m¨¢s claro, explica, es que no podr¨¢n ser acreedores a un cr¨¦dito de vivienda aunque la empresa haga las aportaciones porque las reglas de operaci¨®n del programa pide que se construya en un predio urbanizado, con pavimento y otros servicios, y eso no se podr¨ªa ejecutar en la sierra tarahumara.
Los tarahumaras son vistos como mano de obra barata, ya que resisten fuertes cargas de trabajo, dice Josefina Olivas, fundadora de la colonia Tarahumara, un asentamiento donde se han establecido los rar¨¢muris que llegan a la ciudad. ¡°Nosotros resistimos y no nos quejamos ni del calor ni del fr¨ªo, adem¨¢s de que muchos ni siquiera hablan el espa?ol¡±, dice.
Aurora (se omite su apellido a petici¨®n de ella) trabaja en La Norte?ita. A las 5.00 de la ma?ana camina varias cuadras desde su casa para trasladarse a una avenida donde la recoge el cami¨®n que la lleva a su trabajo. Lleva 18 a?os viviendo en la colonia Tarahumara con su esposo y sus dos hijos y se baj¨® de la sierra por la violencia. ¡±All¨¢ si uno no trabaja, se muerte de hambre, y el problema es que ya no hay trabajo¡±, dice en voz baja mientras corta cuidadosamente las manzanas en los huertos de la empresa.
Los grandes proyectos como un gasoducto, un aeropuerto y las barrancas del cobre ¨Cdonde se han acondicionado diversos proyectos tur¨ªsticos en torno a las majestuosas monta?as que son el hogar de los Tarahumaras- los han ido despojando de su territorio sagrado y s¨®lo han beneficiado a los grandes empresarios, acusa. ¡°Uno de d¨®nde va a sacar para poner un restaurante, si acaso hacemos un traje, una olla, pero no es mucho lo que se gana. Entonces los turistas y los gobernadores deben de ver eso porque es triste la realidad: la gente sigue en la misma situaci¨®n y por eso nos tenemos que ir de ah¨ª¡±, expresa.
Aurora extra?a la vida en la sierra, pero all¨¢ el panorama es desolador. ¡°Ya casi no hay ¨¢rboles y casi no se da ni ma¨ªz y menos quelite. Ya casi no llueve y las cosas est¨¢n feas (por la violencia)¡±. La jornalera pide no decir en qu¨¦ comunidad viv¨ªa porque teme que parte de su familia que a¨²n reside all¨¢ pueda ser afectada. No quiere contar detalles de la inseguridad en esa regi¨®n de Chihuahua y se limita a decir que hay muchos muertos todos los d¨ªas, con un gesto de infinita resignaci¨®n.