La cimbalaria, la planta que sabe sembrar sola sus semillas
Conocida tambi¨¦n como hiedra de Kenilworth, su h¨¢bitat favorito son los muros. Es completamente imposible mirarla y no reconocer la delicadeza y belleza de sus hojas engalanadas con una multitud de peque?as flores
Una cimbalaria est¨¢ creciendo sobre un muro viejo. Y las piedras no pueden estar m¨¢s contentas de verse engalanadas con semejante regalo. Todo en esta planta herb¨¢cea es elegancia comedida, belleza sin alharacas. Es completamente imposible mirarla y no reconocer su delicadeza.
Sus or¨ªgenes son mediterr¨¢neos, concretamente de la zona central correspondiente a los Balcanes e Italia, aunque se ha expandido con gran ¨¦xito por varios ...
Una cimbalaria est¨¢ creciendo sobre un muro viejo. Y las piedras no pueden estar m¨¢s contentas de verse engalanadas con semejante regalo. Todo en esta planta herb¨¢cea es elegancia comedida, belleza sin alharacas. Es completamente imposible mirarla y no reconocer su delicadeza.
Sus or¨ªgenes son mediterr¨¢neos, concretamente de la zona central correspondiente a los Balcanes e Italia, aunque se ha expandido con gran ¨¦xito por varios continentes, para alcanzar incluso Australia, donde tambi¨¦n descuelga por sus paredes de ladrillo. Precisamente, hay una curiosa leyenda que relata c¨®mo coloniz¨® otra regi¨®n como el Reino Unido. Y en ello tiene que ver el comercio de arte: desde Oxford se importaron esculturas de m¨¢rmol provenientes de Italia, y en los resquicios de esas obras iban alojadas las semillas de la cimbalaria. Toda una polizona que conquistar¨ªa los corazones de los ingleses, en cuyos viveros hoy en d¨ªa no es dif¨ªcil encontrar macetas a la venta con variedades de esta especie. Hasta tal punto la han hecho suya que uno de sus nombres populares m¨¢s extendidos es el de hiedra de Kenilworth (Kenilworth ivy), como si la cimbalaria fuera de all¨ª de toda la vida.
De lo que no cabe duda es de su h¨¢bitat favorito, que lleva incluso grabado a fuego en su nombre cient¨ªfico: Cymbalaria muralis. Ese apellido hace referencia a su estratagema para escapar a los herb¨ªvoros, que no es ni m¨¢s ni menos que desarrollarse a sus anchas en muros, paredes, rocas¡ sin importarle en absoluto la verticalidad del medio; lugares a los que sus depredadores no llegan tan f¨¢cilmente. Adem¨¢s, as¨ª se apropian de un medio en el que no hay tanta competencia de otros vegetales que les har¨ªan sombra. A este grupo de plantas a las que les encanta estar colgadas se las denomina casmof¨ªticas, y entre ellas se encuentran otras insignes especies como la parietaria (Parietaria judaica), una herb¨¢cea tremendamente abundante en los muros urbanos.
Pero hay m¨¢s que comentar de la cimbalaria y de sus bellas formas. Destacan las hojas, de un verde muy atractivo, que se ven engalanadas con una multitud de peque?as flores que asoman entre ellas. Tienen colores viol¨¢ceos, blancos, amarillos y anaranjados dentro de la misma estructura. Los tonos amarillentos son una gu¨ªa de n¨¦ctar para indicar a los insectos polinizadores hacia d¨®nde han de dirigirse para recolectar ese jugo azucarado que les proporciona como recompensa. Por otra parte, hay que se?alar que la cimbalaria, cuanta m¨¢s luz reciba, tendr¨¢ una coloraci¨®n m¨¢s intensa. As¨ª, aquellas plantas que crecen en sombras m¨¢s profundas manifiestan unas flores p¨¢lidas, sin tanto contraste como las que gozan de m¨¢s luz. Pero aun as¨ª, su anatom¨ªa no deja de ser peculiar, por la que tambi¨¦n ha recibido el nombre de palomilla de muro, por su ligera semejanza con una de esas aves en vuelo. Toda la sinton¨ªa crom¨¢tica ya mencionada se acompa?a tambi¨¦n de unos tonos rosados en los tallos y en los m¨¢rgenes de las hojas, que de nuevo ser¨¢n m¨¢s patentes si la planta disfruta de m¨¢s intensidad lum¨ªnica.
Y es que la luz, como a cualquier planta, influye sobremanera en la cimbalaria. Y a ella ha ligado una estrategia excepcional que ha desarrollado para sembrar sus propias semillas. Tanto las hojas como las flores tienen querencia por la luz, y por ello se dirigen hacia donde cuenten con mayor luminosidad. Sin embargo, algo cambia para la flor una vez que la parte femenina se ha visto fecundada por el polen. Es entonces cuando el fruto empieza a engrosar, a la par que huye de la luz cual vampiro al amanecer. Cada d¨ªa que pasa, ese fruto busca con ah¨ªnco el resquicio m¨¢s oscuro. Ser¨¢ a continuaci¨®n cuando, una vez maduro, abra su c¨¢psula y libere unas cincuenta semillas en alguna grieta, que perpetuar¨¢n la gen¨¦tica de la planta madre. A esta apetencia por crecer hacia la luz se la denomina fototropismo positivo, y pasar¨¢ a ser fototropismo negativo cuando el fruto crezca hacia la penumbra.
Este tapiz tejido de hojas y flores de las plantas que viven en las paredes llam¨® la atenci¨®n a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez: ¡°En los muros intactos, la vegetaci¨®n se abre paso por entre las grietas, en una lucha implacable por sobrevivir al olvido, y uno se encuentra a cada paso, como la cosa m¨¢s natural del mundo, con el milagro de las piedras florecidas¡±. Esta sentencia bot¨¢nica de Gabo inspir¨® a Jos¨¦ Antonio D¨ªaz Peromingo el t¨ªtulo de su libro, La ciudad donde las piedras florecen, una gu¨ªa bot¨¢nica de los muros de Santiago de Compostela. Aunque D¨ªaz Peromingo es m¨¦dico internista, desarroll¨® desde joven la pasi¨®n por las plantas. Y tambi¨¦n la cimbalaria ocupa un lugar emocional en su bagaje. Incluso le ha rendido tributo en la misma portada de su gu¨ªa, al ser ella la ¨²nica protagonista. ¡°Para m¨ª, la cimbalaria es, sin duda, la reina de los muros de Santiago de Compostela¡±, recalca este m¨¦dico. ¡°Est¨¢ omnipresente durante todo el a?o en muros como el del pazo de San Lourenzo de Trasouto o en el del convento de San Francisco, donde sus matas alcanzan mayor esplendor¡±. Y no deja de alabar, como Garc¨ªa M¨¢rquez, esa alquimia ¨²nica de las plantas con los muros: ¡°En Compostela la piedra y la vida, en forma de planta, logran una simbiosis perfecta. La ciudad ofrece un aut¨¦ntico jard¨ªn entre las piedras que la conforman¡±. Habr¨¢ que visitar la plaza del Obradoiro, por supuesto, pero tambi¨¦n a estas otras joyas que proporcionan tanto j¨²bilo bot¨¢nico.