El indiscreto diario de la esposa de un exdiputado agita las aguas del Partido Conservador brit¨¢nico
El libro de Sasha Swire se convierte en el fen¨®meno editorial del oto?o
La sensaci¨®n editorial, que no literaria, del oto?o brit¨¢nico re¨²ne la deliciosa altivez de Violet Crawley, la condesa viuda de Downton Abbey, la chabacaner¨ªa de la serie de humor Little Britain, y el morbo que desata cualquier ajuste de cuentas pol¨ªtico. Diary of an MP¡¯s Wife (Diario de la mujer de un diputado) ha sido la herramienta de Sasha Swire,...
La sensaci¨®n editorial, que no literaria, del oto?o brit¨¢nico re¨²ne la deliciosa altivez de Violet Crawley, la condesa viuda de Downton Abbey, la chabacaner¨ªa de la serie de humor Little Britain, y el morbo que desata cualquier ajuste de cuentas pol¨ªtico. Diary of an MP¡¯s Wife (Diario de la mujer de un diputado) ha sido la herramienta de Sasha Swire, esposa del ex secretario de Estado, Hugo Swire, para ventilar la frustraci¨®n por la carrera pol¨ªtica truncada de su c¨®nyuge. Y agenciarse de paso con una suma astron¨®mica que la editorial, Little, Brown, se ha negado a desvelar. Ella es hija de sir John Nott, educado en Cambridge, diputado conservador y ministro de Defensa con Margaret Thatcher (al frente de la Guerra de las Malvinas), y de la anglo-eslovena Miloska Nott. ?l fue alumno del elitista colegio de Eton, diputado conservador hasta finales del 2019 y secretario de Estado para Irlanda del Norte y m¨¢s tarde de Exteriores en los Gobiernos de su amigo, David Cameron.
Hugo y Sasha formaron parte, durante los dos mandatos del ex primer ministro conservador, del c¨ªrculo ¨ªntimo conocido como el Grupo de Notting Hill. David Cameron, George Osborne, Michael Gove, Hugo Swire, y a cierta distancia, Boris Johnson, combinaban la altaner¨ªa de la clase alta brit¨¢nica con ciertas pretensiones de reforma social y el aire de modernidad y juventud que simbolizaba el barrio londinense donde viv¨ªan. Fines de semana juntos, en parejas y con sus ni?os, mezclaban pol¨ªtica, cotilleos, alcohol y amagos de flirteos infieles. Sin saber que Sasha, met¨®dicamente, recopilaba cada noche en su diario (dos d¨¦cadas de anotaciones minuciosas) los detalles m¨¢s relevantes. Con el sabor a?adido de ser escritos por quien ha sido educada para juzgar a todos los que le rodean desde una superioridad de clase irritante pero inocente a la vez. Y formar parte de esa clase alta brit¨¢nica con derecho a opinar de todo y de todos para la que la vida en la campi?a es un estrato social superior.
¡°Vamos a dar un largo paseo con un mont¨®n de escoltas detr¨¢s de nosotros. En un momento concreto, por el camino de la costa, [David Cameron] me pide que no camine delante de ¨¦l. ?Por qu¨¦?, le pregunto. Y me dice: porque ese perfume que llevas est¨¢ afectando a mis feromonas. Me dan ganas de agarrarte, empujarte a eso arbustos y echarte un polvo¡±. Swire no se reprime a la hora de anotarlo todo en su diario, que entreg¨® a la editorial sin tocar una coma para que eligieran a su gusto. Aunque el siguiente p¨¢rrafo demuestra que sus palabras no son tanto una denuncia ¨ªntima como la descripci¨®n natural de un mundo en el que se desenvuelve como la seda. ¡°Esto no es un primer ministro flirteando. Es probablemente lascivia. Pero, qu¨¦ demonios, estoy tan necesitada de atenci¨®n masculina a mi edad que me hace sonre¨ªr. Todav¨ªa hay esperanza, al parecer¡±, escribe.
El diario The Times ha publicado ya tres cap¨ªtulos del libro, que saldr¨¢ a la venta el 24 de septiembre, y una entrevista con la autora, en la que se deja fotografiar en su cama, con una cabecera rococ¨®, gafas de lectura en la mano, el MacBook entreabierto, un ejemplar del diario sobre la colcha y en la mesilla, estrat¨¦gicamente colocado, el libro de los Diarios de Alan Clark, el miembro del Gobierno de Thatcher que escandaliz¨® y sedujo por igual con sus memorias a los pol¨ªticos de una generaci¨®n.
Swire no deja t¨ªtere con cabeza. Al ambicioso George Osborne, exministro de Econom¨ªa, le retrata como un arribista sin escr¨²pulos. Samantha, la esposa de Cameron, sue?a con ser dise?adora y no soporta la vida en Downing Street. ¡°David pronuncia su discurso de dimisi¨®n [despu¨¦s de perder el refer¨¦ndum del Brexit, en 2016]. Samantha es un mar de l¨¢grimas (despu¨¦s me contar¨ªa que no pens¨® que pod¨ªa salir a su lado si no se beb¨ªa antes un enorme negroni. Cuando regresaron caminando hacia la puerta, David se apart¨® de su aliento empapado en ginebra)¡±, describe. A la mujer de Michael Gove, el actual jefe de Gabinete de Boris Johnson y ministro de Educaci¨®n con Cameron, la presenta como una matrona desesperada por agradar a los Cameron, ¡°preparando de modo atropellado toda la comida mientras Samantha est¨¢ arriba, aprendiendo a cortar patrones (quiere montar un negocio de moda). ?Y luego pidi¨® que le peinaran! Cuando baj¨® a su propia fiesta se mostr¨® perfectamente relajada mientras Sarah Gove no dejaba de sacar platos de tarta de pescado¡±.
A¨²n llega a tiempo, en el recuento de sus diarios, para describir los primeros d¨ªas de Boris Johnson como primer ministro. ¡°Boris es un buen compa?ero de mesa. Descarado. Fr¨ªvolo. Entusiasta. Pomposo. Locuaz. En¨¦rgico. Nos re¨ªmos un buen rato¡±, describe Swire una cena en la que Johnson aparece solo, porque su pareja, Carry Symonds, se ha escapado a Grecia. ¡°Boris se lo est¨¢ pasando bien y no quiere regresar a su apartamento vac¨ªo, donde permanecer¨¢ despierto toda la noche porque sabe lo que tiene por delante (...) Con toda su vida interior, con esa joven y caliente v¨ªbora que se ha echado, con su agilidad mental... parece al final simplemente alguien desesperadamente solo e infeliz¡±.
Los fragmentos del diario han circulado como la p¨®lvora por Whitehall y Westminster, los corredores londinenses del poder. Para algunos conservadores que lo han le¨ªdo minuciosamente, son una larga nota de suicidio social. Para la prensa, un jard¨ªn de las delicias del que refugiarse del Brexit y la pandemia de cada d¨ªa. Para David Cameron, una sensaci¨®n de verg¨¹enza incomprensible. Asegura que no recuerda el episodio del perfume, el paseo, el arbusto y su lascivia incontrolada. Para Sasha Swire, la deliciosa oportunidad de regresar al candelero, vengar las escasas oportunidades de ascender en el escalaf¨®n pol¨ªtico que el ex primer ministro ofreci¨® a su brillante marido, y hacerse con una buena suma de dinero. Y con la conciencia tranquila que supone pertenecer a una clase en la que, hasta las cuchilladas, se digieren con una pizca de sal.