El m¨ªtico Club 21 de Nueva York echa el cierre y se lleva los secretos de los famosos
Hemingway, Marilyn Monroe, Jacqueline Onassis, Frank Sinatra y casi todos los presidentes de Estados Unidos han pasado por los salones del ic¨®nico bar que abri¨® sus puertas en 1930
El ic¨®nico restaurante Club 21 de Nueva York cierra sus puertas, seg¨²n inform¨® hace un par de semanas uno de sus representantes. De momento, sus 148 empleados est¨¢n avisados de que sus trabajos acabar¨¢n a principios del pr¨®ximo mes de marzo y aunque la compa?¨ªa propietaria del hist¨®rico local del Midtown neoyorquino asegura ¡°estar explorando oportunidades para que siga siendo viable a largo plazo¡±, tambi¨¦n dicen que de momento no saben c¨®mo ni cu¨¢ndo volver¨¢ para ¡°seguir siendo un importante centro social y cultural de la ciudad¡±.
La pandemia se ha llevado por delante otro s¨ªmbolo de una ¨¦poca dorada y con ¨¦l se blindan los secretos de tantos famosos que pasaron por sus salones desde que abri¨® sus puertas el 1 de enero de 1930. R¨¢pidamente se convirti¨® en uno de los bares clandestinos m¨¢s famosos de Estados Unidos desde la Era de la Prohibici¨®n y despu¨¦s en escenario de encuentros de presidentes, escritores, cantantes y artistas, que en algunos casos hasta ten¨ªan reservadas en ¨¦l sus mesas favoritas.
Su leyenda cuenta que all¨ª han cenado todos los presidentes de Estados Unidos, menos Franklin Delano Roosevelt. El ¨²ltimo, Donald Trump, que lo eligi¨® para celebrar su victoria electoral en 2016 con sus cuatro hijos mayores y algunos de sus colaboradores m¨¢s cercanos. Un fecha se?alada que seg¨²n ha publicado el peri¨®dico New York Post acompa?¨® con una hamburguesa de 36 d¨®lares, patatas fritas y un vino tinto.
No es el ¨²nico secreto que su anunciado cierre ha devuelto a la memoria. Los medios estadounidenses definen el local como un ¡°aut¨¦ntico im¨¢n para los ricos, guapos y poderosos¡±. El restaurante de la calle West 52nd dicen que todav¨ªa guarda botellas especiales de vino que dejaron all¨ª en custodia los presidentes Richard Nixon o Bill Clinton. Y uno de sus ex relaciones p¨²blicas desvel¨® hace unos a?os que el mism¨ªsimo Ernest Hemingway lo utiliz¨® como lugar para sus escarceos sexuales con una novia del g¨¢nster Jack Legs Diamond. La pasi¨®n les llevo a probar la dudosa comodidad de la escalera de la cocina ¨Cmuy empinada, seg¨²n los empleados¨C y la suerte a que Legs fuera asesinado a tiros antes de poder vengarse del escritor.
Otro novelista, Jay Mclnerney, se cas¨® all¨ª con la heredera y fil¨¢ntropa Anne Randolph Hearst, en 2006. Para ¨¦l era su cuarto matrimonio, para ella el tercero y por ahora ¨²ltimo, y quien ofici¨® la ceremonia del enlace fue otro nombre conocido: el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, el mismo que hace poco sudaba tinte literalmente intentando defender lo indefendible tras la derrota en las urnas de su cliente Donald Trump. Mclnerney ha mantenido la tradici¨®n de celebrar all¨ª un almuerzo navide?o con sus amigos durante los ¨²ltimos 30 a?os y ha calificado su cierre como de ¡°tragedia¡±. ¡°Es una p¨¦rdida para Nueva York. Hay tanta historia instalada en ese lugar¡±, ha dicho a todo el que le ha preguntado por la inminente clausura.
El local ha sido testigo de otras visitas ilustres, de trifulcas, pactos y l¨ªos amorosos. El representante de actores y autores Irving Paul Swifty Lazar se pas¨® de la raya en uno de sus comedores, cuando estamp¨® un vaso en la cabeza del director de cine Otto Preminger durante un almuerzo que acab¨® en pelea por los derechos de la pel¨ªcula A sangre fr¨ªa. Preminger requiri¨® puntos y Lazar termin¨® siendo arrestado en su oficina.
No menos sorprendente debi¨® resultar ver aparecer al exc¨¦ntrico pintor Salvador Dal¨ª acompa?ado por su ocelote y por un hombre que respond¨ªa al nombre de capit¨¢n Moore y que se encargaba de cuidar a animal salvajes. El leopardus pardalis de Dal¨ª respond¨ªa al nombre de Babou y por suerte para el resto de los comensales, la direcci¨®n del local le obligaba a que permaneciera atado.
Como buen restaurante de altos vuelos que se precie, el Club 21 ha mantenido una m¨¢xima sagrada: ¡°Era un refugio seguro. Cuando com¨ªas all¨ª, nadie se te acercaba ni te ped¨ªa aut¨®grafos¡±, ha explicado Bruce Snyder, que lo dirigi¨® desde 1969 hasta 2005. Por eso por all¨ª han pasado desde Frank Sinatra a Robert de Niro, el director Alfred Hitchcock, Jacqueline Kennedy, su hijo John-John, el tenista John McEnroe o Marilyn Monroe que celebr¨® all¨ª en 1954 el estreno de su pel¨ªcula La tentaci¨®n vive arriba. Pero tambi¨¦n ha servido de plat¨® para escenas de pel¨ªculas como On the rocks de Sof¨ªa Coppola o Wall Street con Michael Douglas y Charlie Sheen como protagonistas. Cualquiera de ellos, si lo quer¨ªan, pod¨ªan salirse del men¨² o tener sus bocados favoritos, por extra?os que fueran, preparados en sus frigor¨ªficos. Al 21 no se iba tanto por su comida como por el hecho de ver y dejarse ver, los primeros de todos por los jinetes de hierro que hacen guardia en su fachada y reciben a sus visitantes.
Ahora su cierre deja en suspenso si sus salones p¨²blicos o privados volver¨¢n renovados o si los recuerdos que cuelgan de su techo con el nombre de los famosos que los donaron deber¨¢n encontrar un nuevo destino y se llevan con ellos los secretos de los personajes que encontraron en el Club 21 un momento privado en lo que empez¨® como bar clandestino y acab¨® formando parte de las citas ineludibles de la ciudad de los rascacielos.
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