C¨®mo la fingida naturalidad de Josefina Bonaparte cambi¨® la historia del traje
Coincidiendo con los fastos que conmemoran el bicentenario de la muerte de Napole¨®n, el historiador Pierre Branda, uno de los mayores especialistas en el tema, reflexiona sobre la est¨¦tica del imperio y su influencia capital dos siglos m¨¢s tarde
En una de las estancias de la maison Chaumet situada en la parisina Place Vend?me, hasta hace muy poco pod¨ªa contemplarse un enorme libro de cuentas que perteneci¨® a Josefina Bonaparte y en el que se detallaban minuciosamente los tipos y cantidades de tela que la emperatriz necesitaba para sus vestidos, c¨®mo y d¨®nde quer¨ªa confeccionarse los zapatos y las joyas que encargaba. Mientras Napole¨®n dorm¨ªa, ella se arreglaba, se levantaba de madrugada para prepararse, ¡°lo ten¨ªa absolutamente todo detallado al mil¨ªmetro¡±, explica Pierre Branda, quiz¨¢ el mayor especialista en la pareja. Con m¨¢s de quince libros sobre el Primer Imperio a sus espaldas, el historiador se ha encargado de algunas de las exposiciones con las que Par¨ªs conmemora este a?o el bicentenario de Napol¨¦on Bonaparte. ¡°Conmemora, pero no celebra¡±, matizaba Emmauele Macron la pasada primavera.
Francia no quiere reconciliarse con el hombre que se declar¨® en guerra con decenas de pa¨ªses, restableci¨® la esclavitud y rest¨® libertades a las mujeres. ¡°Pero eso no quiere decir que se tenga que ocultar su legado¡±, comenta Branda, refiri¨¦ndose a peque?os grandes detalles que a¨²n siguen vigentes como la numeraci¨®n de las calles, el trazado urban¨ªstico y, m¨¢s concretamente, la construcci¨®n al mil¨ªmetro de su est¨¦tica como eficaz herramienta de propaganda.
De ah¨ª que entre las muestras que ha comisariado Branda durante este a?o para ahondar sobre la figura del emperador franc¨¦s destaque especialmente Jos¨¦phine ¨C Napol¨¦on: une histoire (extra)ordinaire, un recorrido por la historia de la pareja a trav¨¦s de los accesorios de moda que les valieron para publicitar su mandato. Porque si en el imaginario colectivo est¨¢n muy presentes los caprichos de Maria Antonieta, ajena a las carencias y demandas del pueblo, Josefina se encontraba en el extremo opuesto. Como si fuera una especie de reclamo publicitario, ¡°¨¦l actuaba y ella apoyaba su actuaci¨®n con su imagen¡±, explica Branda.
Las tiaras y joyas, cientos de ellas, se las confeccionaba Chaumet, pero lejos de ser excesivas e imponentes eran intencionadamente sencillas en su apariencia ¡°porque ella era consciente de que el pueblo querr¨ªa copiarlas en versiones asequibles¡±, explica Branda. Doscientos a?os despu¨¦s, la casa joyera, cuya sede ha albergado esta muestra y donde pueden verse de forma permanente algunas de las piezas, sigue inspir¨¢ndose en los dise?os que ella encargaba: espigas de trigo que simbolizaban su obsesi¨®n por la fertilidad, pulseras engarzadas con varias gemas de colores que escond¨ªan mensajes secretos (se descifraban a trav¨¦s de la primera letra de cada piedra preciosa) y anillos que hoy ser¨ªan considerados minimalistas y cuya funci¨®n era, en palabras de Branda ¡°revolucionar la idea que se ten¨ªa entonces de la joyer¨ªa, mucho m¨¢s recargada, y convertirla en lago deseable y popular¡±.
Lo mismo ocurr¨ªa con su indumentaria. El posteriormente llamado corte Imperio que Josefina propuso, fluido, c¨®modo y f¨¢cil de confeccionar comparado con las pomposidades del pasado, tambi¨¦n ten¨ªa, seg¨²n Branda, la intenci¨®n de ser copiado por el pueblo. ¡°Porque la Revoluci¨®n Francesa acab¨® con las leyes suntuarias, que imped¨ªan que la burgues¨ªa se vistiera como la Corte, y ella supo utilizar ducha abolici¨®n para ganar popularidad¡±, explica, pero, sobre todo, mandaban un mensaje alto y claro: ¡°Eran casi una provocaci¨®n. Aparentemente sencillos, proporcionaban libertad de movimientos, lo que hac¨ªa que hablaran impl¨ªcitamente de la libertad femenina¡±.
La paradoja era casi literal. Napole¨®n obligaba a retroceder a las mujeres francesas en los derechos pioneros que hab¨ªan logrado durante la Revoluci¨®n, pero mandaba el mensaje contrario a trav¨¦s de la imagen y el estilo de vida de su esposa, tan ind¨®mita y estratega como ¨¦l mismo. Ella sab¨ªa perfectamente qu¨¦, c¨®mo y cu¨¢ndo deb¨ªa ponerse una joya, unos zapatos o un pa?uelo, y aunque el Imperio quiso volver a asociar poder y lujo, los pocos excesos visuales que Josefina se conced¨ªa ten¨ªan m¨¢s que ver con excentricidades que con costosas y complicadas piezas. ¡°Mand¨® traer especies animales ex¨®ticas para evocar su infancia en Martinica e import¨® plantas y flores que hasta entonces no se hab¨ªan visto en Francia, como las dalias y los hibiscos¡±, relata el experto.
En el invernadero de su residencia, Malmaison, lleg¨® a cultivar m¨¢s de 250 variedades de flores, que luego encargar¨ªa a su joyer¨ªa de confianza convertir en preciadas alhajas para lucir en sus apariciones p¨²blicas. Con Josefina, por primera vez lo exclusivo comenz¨® a construir un lenguaje m¨¢s all¨¢ del privilegio. Con su ingente colecci¨®n de piezas lujosas la moda se?al¨®, a prop¨®sito, a la cultura, la estrategia pol¨ªtica y la aspiraci¨®n de las clases medias. ¡°A¨²n hoy su influencia es rastreable. No solo en los dise?os que instaur¨® y a¨²n perduran, sobre todo en esa idea de base de que la est¨¦tica es una parte clave para generar opini¨®n¡±, sentencia Branda. En su caso, una fingida y orquestada naturalidad que, a d¨ªa de hoy, sigue funcionando como estrategia para muchos.
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