Teresa Helbig: ¡°Hubiera matado por vestir a Lola Flores¡±
La dise?adora espa?ola que eligen celebridades como Zendaya y firma los uniformes que acaba de estrenar el personal de Iberia apuesta por la moda atemporal y deplora la ultrabarata de consumo r¨¢pido: ¡°Si un vestido te cuesta 10 euros, alguien est¨¢ muy jodido al otro lado¡±
A media ma?ana de un jueves cualquiera, Teresa Helbig, vestida de Teresa Helbig, con su¨¦ter de punto, minifalda de cuero negro con tachuelas y melena con flequillo rollo Jane Birkin, llega a su sal¨®n de muestras en plena milla de oro madrile?a, donde no da abasto a venderles modelazos a medida a chicas y se?oras fin¨ªsimas. Acaba de bajarse de un vuelo de Iberia procedente de Barcelona en el que las azafatas ¡ªy azafatos¡ª estrenaban por fin, tras el limbo de la pandemia, los uniformes salidos de su pu?o y trazo hace dos a?os. Hoy es el noveno cumplea?os de su hija peque?a, Zinash, una ni?a et¨ªope a la que adopt¨® con su segunda pareja a los 50 a?os cumplidos, y, desde aqu¨ª, vuelve a casa a celebrarlo. Est¨¢ radiante. Decir que Helbig tiene un buen d¨ªa es quedarse corta.
?Vestir a la tripulaci¨®n de un avi¨®n pone el ego por las nubes?
Me ha dado subid¨®n, no lo niego. Son 7.000 personas trabajando con tu ropa puesta. Pero, m¨¢s que eso, me devuelve a las nubes, que es donde estaba de peque?a.
?No le gustaba la tierra?
Bueno, nunca fui buena estudiante y en el colegio fui un desastre. En los setenta, en El Prat [Barcelona], donde viv¨ª de adolescente, no hab¨ªa mucha belleza, todo me parec¨ªa feo, mis padres me llevaban dos veces por semana al cine, y yo quer¨ªa quedarme a vivir en las pel¨ªculas de Visconti, por ejemplo. Mi obsesi¨®n era buscar la belleza, lo feo me deprim¨ªa.
En su ropa se repiten las espigas, los rombos, las rayas. ?Ah¨ª encuentra belleza?
Claro, me encanta la armon¨ªa de la simetr¨ªa. Pero, pens¨¢ndolo, es m¨¢s bien que de ni?a ve¨ªa a mi padre, que era alba?il, un gran alba?il, dibujando cubos desde todos los ¨¢ngulos, me flipaba y yo lo imitaba. Mi madre era costurera. Tengo algo de los dos. Me tuneaba los uniformes del cole, me hac¨ªa pulseras con un bote de tomate Sol¨ªs o de fuagr¨¢s Mina. Estaba perdida y encontr¨¦ mi sitio creando escaparates en Barcelona.
?C¨®mo pas¨® de vestir mu?ecos a firmar los trajes de los maniqu¨ªes?
Unas clientas de Madrid me invitaron a una boda, y, como no encontraba qu¨¦ ponerme, compr¨¦ un saco de plumas, con ayuda de mi madre las te?¨ª, las arm¨¦ sobre una camiseta, me plant¨¦ con ese vestido y di la nota. Hasta la novia, que ese d¨ªa no iba muy acertada, flip¨®, me anim¨® a hacer una colecci¨®n y mi madre y yo nos pusimos a ello en casa. Yo dise?aba y ella cos¨ªa. Como no ten¨ªa tienda ni contactos, sal¨ªa por Barcelona y ven¨ªa a Madrid vestida de m¨ª misma, con las botas que todav¨ªa son santo y se?a de la marca. As¨ª empez¨® el boca a oreja y hasta ahora, que las clientas se reconocen y se recomiendan unas a otras.
?Qu¨¦ tienen sus vestidos para eso que no tengan otros?
Mis clientas no pasan desapercibidas. Me lo dicen ellas: mis vestidos les dan alas, aplomo, las empoderan. Es como una armadura con la que vas supersegura. Vestirse es un hecho relevante. Tu carta de presentaci¨®n al mundo.
Hace dos colecciones, y cortas, al a?o. ?No puede o no quiere entrar en la rotaci¨®n continua de otros?
No. Es que eso es una locura. Ni puedo ni lo considero necesario. No necesitamos tanta ropa.
Tengo el maletero lleno de pingos rebajados que a veces ni estreno. ?Voy yendo al loquero?
No, yo respeto a todo el mundo, pero s¨ª te dir¨ªa que es un sinsentido. Tienes que comprar por ilusi¨®n. Seguro que no lo necesitas, e igual hay que saber lo que hay detr¨¢s de esa ropa, qui¨¦n, c¨®mo y por cu¨¢nto lo est¨¢ cosiendo. Si un vestido cuesta 10 pavos, hay alguien muy jodido al otro lado.
No todas pueden pagar 3.000 pavos por uno de los suyos.
Lo s¨¦. Yo nunca he tenido pasta. Estaba todo el a?o ahorrando como una bestia para poder comprarme un modelo de Azzedine Ala?a. Y otro a?o, un M¨¹gler. As¨ª iba haci¨¦ndome mi estilo.
Hay que vestirse cada d¨ªa, no solo los especiales.
Claro. Yo iba en vaqueros, camisetas, blusas, rebecas, prendas buenas y sencillas, y, cuando pod¨ªa, me compraba algo bueno. La ropa dura mucho.
Pero se pasa de moda.
Est¨¢ todo inventado. Se lleva lo que t¨² quieras llevar. Por eso no entro en lo de doblar colecciones. Es una locura. Estamos para all¨¢.
D¨ªgamelo cuando su hija tenga 15 a?os y lo quiera todo y ya.
Bueno, igual me llega el castigo divino [r¨ªe]. Eso no te lo s¨¦ decir.
Confiese que alguna vez ha picado en alguna marca ¡®low cost¡¯.
?Zara? ?Shein? No, no compro, ser¨ªa absurdo contar una cosa y hacer otra.
Hay personas gordas que no hallan ropa bonita de su talla.
Pues que vengan a Helbig. Nosotros trabajamos para favorecer el cuerpo de la mujer. Sabemos lo que ocultar y realzar. Te garantizo que podr¨ªamos hacer ropa para una mujer de 80 a?os, o 100 kilos, y que estuviera fant¨¢stica.
?Qu¨¦ le horroriza a morir?
La intolerancia. Me hace sentir mal f¨ªsicamente.
Me refer¨ªa a la est¨¦tica.
No puedo con el momento coletero. Es superior a m¨ª. Se trata de recogerte el pelo, no de ponerte un gallardete. Mejor ponte una goma de poller¨ªa que esa cosa horrorosa.
Pues en este barrio hay plaga de ellos.
S¨ª, pero menos que en los noventa, que era un horror salir a la calle.
Hace un a?o dijo en una entrevista que Madrid ¡°est¨¢ que se sale¡±. ?Sigue ¡®sali¨¦ndose¡¯?
S¨ª. Estoy hablando de un cierto Madrid, claro, pero ese Madrid est¨¢ que se sale de alegr¨ªa, de ganas de estar en la calle, de gastar el dinero y, s¨ª, de apreciaci¨®n de las cosas buenas y bellas.
?Lo est¨¢ petando?
No me quejo.
?Qu¨¦ siente al ver a celebridades globales llevando sus prendas en la alfombra roja?
Va a quedar soso, u ordinario, pero la verdad es que me pone. Hay mucho trabajo detr¨¢s de cada prenda. Llevamos 25 a?os en el oficio, hemos vestido a dos generaciones, ya hemos adaptado modelos de una madre a una hija o una nieta. Un Helbig es para toda la vida.
Ha vestido a diosas como Zendaya y reinas como Letizia. ?Qu¨¦ divinidad le falta en la lista?
Ojal¨¢ se animara Kate Moss. Y hubiera matado por vestir a Lola Flores, pero va a ser complicado.
Est¨¢ a las puertas de los 60. ?C¨®mo lleva el tr¨¢nsito?
?Te quieres creer que me di cuenta hace dos semanas de que soy una se?ora casi sesentona? Yo no pienso, yo tiro. Pensaba que no me molestaba envejecer, pero tom¨¦ conciencia de repente. Habl¨¢bamos con mi equipo de la marca dentro de 30 a?os, y no quise ni hacer cuentas. Tambi¨¦n pasa que ahora, los mayores, los baby boomers vamos a ser mayor¨ªa. Entonces, tendremos mucho que decir y mucho que aportar, y yo estar¨¦ ah¨ª para eso.
Dice Carolina Herrera que el pelo largo no es elegante a su edad. ?Ese flequillo es por rebeld¨ªa?
Ya, un poco dictatorial Carolina, ?no te parece? Yo tambi¨¦n tengo el pelo blanco y todav¨ªa me ti?o. Me encantan las canas en otras, pero no ha llegado mi momento. A¨²n no estoy para ponerme el coletero y retirarme al campo. Cambia la carcasa, pero no lo de dentro.
AVIONES Y ALFOMBRAS
Teresa Helbig (Barcelona, 58 años) viste a azafatas de tierra, de vuelo y a diosas de alfombra roja. Desde la reina Letizia a celebridades de Hollywood como Zendaya, pasando por cientos de novias que le encargan su traje de boda, las clientas de Helbig, a las que ella llama la Helbig Gang, aprecian la personalidad y singularidad de unas prendas exquisitas hechas a medida sin más prisa que la que puedan abordar los artesanos que las confeccionan. Nieta de un alemán emigrado a Barcelona, hija de un albañil y una costurera y madre de Pol, un chico de 29 años, y de Zinash, una niña etíope de 9, a la que adoptó a los 50, Teresa Helbig aspira a que sus piezas sean únicas y atemporales en un mundo de moda ultrabarata y de consumo rápido.
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