“Tenía 30 a?os y estaba acabado”: cómo Ethan Hawke murió y resucitó para Hollywood sin comerse sus principios
El nuevo ‘chico Almodóvar’ lleva cuatro décadas adorado por el público, pese a ser un actor con inquietudes intelectuales y muy pocas ganas de ser una estrella convencional
Ethan Hawke (Austin, 52 a?os) está orgulloso de sus dientes torcidos. Cuando un exagente le pidió que los arreglara se enfadó. “Un día estaba viendo los Oscar y todos parecían irreales. Entonces el chiflado de Sean Penn subió al escenario, y pensé para mí mismo: ‘Ahí va alguien que no tiene miedo de parecer un ser humano”. Ese día decidió que no se arreglaría los dientes. “Odio lo homogeneizados que el público espera que seamos todos. Nadie habla nunca de los dientes torcidos...
Ethan Hawke (Austin, 52 a?os) está orgulloso de sus dientes torcidos. Cuando un exagente le pidió que los arreglara se enfadó. “Un día estaba viendo los Oscar y todos parecían irreales. Entonces el chiflado de Sean Penn subió al escenario, y pensé para mí mismo: ‘Ahí va alguien que no tiene miedo de parecer un ser humano”. Ese día decidió que no se arreglaría los dientes. “Odio lo homogeneizados que el público espera que seamos todos. Nadie habla nunca de los dientes torcidos de Eleanor Roosevelt, porque era una mujer con sustancia. Y nadie dice que la Madre Teresa habría estado mejor si adelgazara”.
En Cannes, entre modelos y estrellas de Instagram con muchos seguidores y poca filmografía y dientes irrealmente blancos, Hawke parecía una persona normal, o todo lo normal que puede ser un icono generacional con cuatro nominaciones al Oscar y cuatro décadas de carrera, un hombre atractivo que formó con Uma Thurman una de las parejas más hermosas de los noventa, escritor, guionista, director, músico y, como extra, sobrino nieto de Tennessee Williams, y, sobre todo, un símbolo. Si la Hannah de Girls aspiraba a ser la voz de una generación, Ethan Hawke es, a su pesar, la cara de una generación, la X, denostada por sus miembros, retratada por Douglas Coupland y deificada por las revistas de tendencias.
A sus 52 a?os estrena Extra?a forma de vida, el mediometraje de Almodóvar que presentó en Cannes junto al director, de nuevo en un wéstern, un terreno que no le es desconocido (participó en la revisión de Los siete magníficos de uno de sus talismanes, Antoine Fuqua), al igual que tampoco le son ajenas las relaciones complejas. Su último éxito de crítica le llegó con el documental The last movie stars donde puede honrar la integridad de dos iconos como Newman y Woodward y exorcizar sus propios demonios.
Al contrario que Pedro Pascal, su coprotagonista en el wéstern, al que el mundo ha descubierto con más de 40 a?os, Hawke ha crecido ante las cámaras. Es hijo de padres adolescentes. Cuando nació, su padre tenía 18 a?os y su madre 17 y fue bautizado como Ethan porque a ella le pareció que era un buen nombre para figurar en la portada de un libro.
Se separaron cuando tenía tenía cuatro a?os y se fue a vivir con su madre, que le crió entre trabajos temporales y una efervescente actividad social: era profesora, pertenecía al Cuerpo de Paz y fundó una organización benéfica que ayuda a proporcionar educación a ni?os rumanos. Una labor solidaria en la que Hawke se implicó y mantiene, al igual que su compromiso con los derechos de las minorías.
Considera que la separación de sus progenitores fue su primera clase de interpretación. Para agradar a su padre, un conservador profundamente religioso, hablaba de fútbol y religión, incluso fingía acento sure?o. “Sabía que estaba actuando para él. Me odiaba a mí mismo por ello”, contó a la revista New Yorker. Con su madre potenciaba el lado intelectual, la vida con ella no era convencional. Cuando tenía cuatro a?os y todavía no sabía leer, lo llevó a ver Escenas de un matrimonio de Bergman en versión original con subtítulos. Para su quinto cumplea?os eligió Alguien voló sobre el nido del cuco. Cuando salían del cine leían juntos las vitriólicas críticas de Pauline Kael en esa misma revista. El contraste entre el mundo paterno y el materno le convirtió en un experto en encajar en todas partes, un Zelig contemporáneo.
A los 12 a?os su madre lo inscribió en un curso de interpretación. Seis meses después protagonizaba Exploradores junto a River Phoenix. Durante el rodaje se hicieron inseparables. “Estábamos seguros de que íbamos a ser estrellas de cine”. El día del estreno se escondieron en el lavabo del Teatro Ziegfeld para escuchar los comentarios y no fueron halagüe?os. “Estados Unidos ha emitido su voto y Ethan Hawke no es una estrella”, escuchó decir a un ejecutivo.
Su primera experiencia cinematográfica no lo convirtió en una estrella instantánea, pero indirectamente le proporcionó una ense?anza que con seguridad habría preferido no recibir. Confesó a The Guardian que su aversión a hacer grandes películas de Hollywood se debía a la muerte de Phoenix. “El primer actor con el que trabajé tuvo una sobredosis en Sunset Boulevard. Era la luz más brillante y esta industria lo devoró, y esa fue una gran lección para mí.”
Su siguiente audición fue para El club de los poetas muertos de Peter Weir. Tras acumular unos cuantos rechazos, entre ellos el del personaje de Cuenta conmigo que acabó interpretando Phoenix, decidió que si no le daban el papel, se enrolaría en la marina mercante. No le hizo falta tomar una decisión tan drástica: Weir lo eligió como Todd Anderson, el adolescente apocado que, en escena final, se sube a su pupitre y grita el épico “?Oh, capitán mi capitán!”, de Walt Whitman. El éxito y la influencia de la película desbordaron todas las previsiones. Según ha contado varias veces, apenas pasa un día sin que alguien le grite “?Carpe diem!”
Semejante éxito de crítica y público (con casi 250 millones recaudados es todavía la película más taquillera de su carrera) debería haber convertido a sus protagonistas en estrellas instantáneas. Pero no fue así y Hawke puede considerarse el más afortunado del reparto. Mientras trataba de encontrar su hueco en la industria sonó el teléfono. Era Winona Ryder desde Portugal, donde rodaba La casa de los espíritus, y quería que trabajase con ella en Reality bites (1993). Hawke no entendía como alguien que acababa de rodar con Scorsese se implicaba en una película de una guionista y un director desconocidos.
Reality bites es una fenómeno difícil de explicar: la crítica la hizo trizas y los pocos espectadores que la vieron la odiaron, aunque ahora el público milenial la reivindica. El insoportable y afectado Troy se convirtió en un nuevo nombre propio en la carrera de Hawke. La gente dio por sentado que si se vestían igual y se peinaban igual (ese look cuidadosamente desarrapado y ese pelo falsamente graso y desali?ado resultado de muchas horas ante el espejo) tenían que ser iguales, y eso no era positivo. Troy era un idiota y, con su afectada cháchara filosófica, su grupo musical y su renuncia a entrar en el redil mientras sus padres le pagaban las facturas, ponía un espejo en la cara a un tipo de fauna que poblaba las cafeterías de las facultades de humanidades de mediados de los noventa.
Reality bites era una parodia dentro de una parodia, un producto que vampirizaba el nihilismo grunge para vender coches bajo el estomagante lema joven, pero sobradamente preparado. Si en la película Lelaina elegía a Hawke, durante el rodaje no hubo demasiado feeling entre Winona, que ahora comparte reparto en Stranger things con su hija Maya, y él. “Conozco a muchos actores jóvenes que viven en basureros”, declaró la actriz a Rolling Stone. “Tienen sus libros dispersos, y su colchón está en el suelo, y son millonarios. Esa es su forma de vivir. Pero la razón por la que lo están haciendo es que están avergonzados. Solo quiero decirles: ‘No vivas de esta manera para mostrar a la gente que eres real y que profundo”. Me ofende porque sé lo que es estar en la pobreza, y no es divertido, no es romántico, y no es genial”.
Hawke se reconoce en esa descripción. No era millonario, pero sin duda podía permitirse una vida mejor que la que llevaba, pero para él era importante vivir en un apartamento desvencijado. “El mismo en el que habría vivido Henry Miller”, declaró. No quería ser Tom Cruise, quería ser John Cassavetes.
Tenía clara su hoja de ruta. Se embarcó en proyectos complicados como el Hamlet urbano de Michael Almereyda, montó su propio grupo de teatro que adaptaba a los clásicos y publicó su primera novela, The Hottest State. “Bueno, no eres Chéjov”, dijo su madre tras leer el primer borrador. No fue la peor crítica. “Recuerdo que mi rese?a favorita decía: ‘Ethan Hawke logra lo imposible, se chupa la polla”. Chelsea walls, su debut como director, no recibió halagos mayores. “El equivalente cinematográfico de ir un bar frecuentado por artistas pretenciosos y sin talento que disfrutan lamentándose de su cruel destino”, dijo un crítico.
Al igual que sucedió con Reality Bites, también el tiempo ha servido para reivindicar la hermosa y estilizada Gattaca, un fracaso en su momento que le sirvió para conocer a Uma Thurman. Estuvieron juntos siete a?os y tuvieron dos hijos. Sobre ella declaró a ICON en 2016: “Yo estaba buscando en el matrimonio una casa, una seguridad, una base, una familia. Buscaba lo contrario de lo que era mi vida, siempre expuesta a los flashes, pero me enamoré de alguien que sólo sumó más flashes a mi intimidad. Nuestro matrimonio se convirtió en la antítesis de lo que yo deseaba y nos resultaba muy difícil encontrar una toma de tierra, un cable de conexión. Sé que hay gente que puede con ello, tengo amigos que lo hacen. Para mí fue imposible.”
Para superar su divorcio trabajó el doble: creía que si le daba a los medios mucho de qué hablar sobre su vida profesional, no hablarían de la sentimental. En 2008 se casó con Ryan Shawhughes, que había trabajado brevemente como cuidadora de los hijos de la pareja con quien tiene dos hijos.
Su carrera atravesó varios baches. Para conseguir su papel en Training day tuvo que hacer dos pruebas. “Fue entonces cuando supe que los noventa habían terminado. Estaba en una posición única, solo tenía 30 a?os y estaba acabado. Todos mis amigos iban a hacer pruebas para Salvar al soldado Ryan y a mí ni siquiera querían verme, porque me conocían y no me querían”. La película de Fuqua le proporcionó su primera candidatura al Oscar. Hoy acumula cuatro, dos como actor secundario y dos como guionista.
No teme correr riesgos que implican compromisos que van más allá del trabajo habitual de un actor: se embarcó en proyectos a tan largo plazo como la historia de una pareja en la trilogía Antes del amanecer (1995-2013) y también en Boyhood (2014), un hermoso experimento sobre doce a?os en la vida de un ni?o, ambas al lado de Richard Linklater.
Su intensa reivindicación de la pureza artística le ha llevado a más de una polémica. Durante un homenaje en el Festival de Locarno hizo unas declaraciones contra Marvel en la línea de las de Martin Scorsese. “Dicen que Logan es una gran película. Bueno, es una gran película de superhéroes. Aún involucra a gente en mallas con metal saliendo de sus manos. No es Bresson. No es Bergman. Pero hablan de ella como si lo fuera.” A?os después se incorporó al universo cinemático de Marvel protagonizando, junto a Oscar Isaac, Caballero Luna. Quien provocó ese cambio tan drástico fue su hija Maya, que le recomendó hacer una película que gustase al gran público.
En los últimos se ha vinculado con entusiasmo al terror, en películas como Siniestro, (2012), Black Phone (2022) o la saga La purga (2013-2021). Hawke ahora mira a su alrededor y ve que la industria ha cambiado. “El ejemplo más obvio es que cuando era más joven, el sello absoluto de la mediocridad era tener un contrato de moda, tener que vender vaqueros o colonias. Hoy todo es una mercancía para comprar”. Qué Extra?a forma de vida esté producida por Saint Laurent tal vez supone otra peque?a renuncia, pero al menos conserva su preciosa sonrisa imperfecta.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.